Domingo Faustino Sarmiento fue el producto de una época, fundamentalmente, en las transiciones finales de la época de las guerras de la independencia (culminada por el general San Martín) y el período de las guerras civiles o disolución nacional, más conocidas como las luchas entre unitarios y federales. Entre los poderosos intereses de Buenos Aires (comerciales, estancieros y ganaderos) con los del litoral (también ganaderos) y las provincias del interior, quizás las más perjudicadas por el poderío del puerto y el capital extranjero del Reino Unido. Estas disputas o contradicciones, entre unitarios y federales, para Sarmiento eran falsas. Y el que pensaba o correspondía que era correcto es civilización y barbarie. La civilización vive dentro de las ciudades y la barbarie en las campañas o en el campo. ¿Qué quería decir Sarmiento? El país, como si fuera un ser humano, no está equilibradamente desarrollado, tiene un cuerpo no evolucionado que sería el campo y una cabeza que sería el progreso. Para explicar esto, Sarmiento publicó un título de “Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspectos físicos, costumbres y hábitos de la República Argentina”. Relata que en ese inmenso desierto verde, habían surgido determinados tipos humanos: el gaucho. Mestizo dedicado a las actividades de la ganadería, como domador, arriero, baqueano, tropero, capataz y payador. Contrariamente a lo que dijo muchas veces, Sarmiento no denigró o menospreció a los habitantes de la Pampa. Pero, en el desierto, habían surgido otros elementos, como los nombrados, más bárbaros y crueles: los gauchos malos y rebeldes que seguían, como soldados, a un jefe, también rebelde como ellos. El conjunto de aquellos formaba la montonera; el jefe de éstos era el caudillo, persona poderosa, de gran influencia sobre las masas rurales, pobres e ignorantes. Según el historiador Félix Luna, Sarmiento nunca se esforzó por comprender que los caudillos y el gaucho rebelde eran parte, o constituían nuestra patria, que no era la de él. Los jefes bárbaros argentinos (Martín Miguel de Güemes, Facundo Quiroga, Felipe Ibarra, Juan Bautista Bustos, Juan Manuel de Rosas, José Gervasio Artigas, Bernabé Aráoz, Estanislao López, Justo José de Urquiza y Felipe Varela) no odiaban la ciudad, sino a Buenos Aires, por el uso del puerto en provecho de ellos, y no del interior. Para Sarmiento, la barbarie se expresaba en la esfera ideológica, o en los aspectos externos: la vestimenta y vivienda del gaucho o caudillo. ¿Razones? Somos educación.
Pedro Pablo Verasaluse
pedropabloverasaluse@gmail.com





















