Cartas de lectores: simiente educativa

06 Septiembre 2025

Próximo a conmemorarse un nuevo aniversario de la muerte del gran sanjuanino, del fundador y hacedor de escuelas, del cuyano alborotador como lo llamó en su libro un gran historiador, o el loco Sarmiento como se hizo acreedor a tantos títulos y múltiples epítetos este infatigable educador de generaciones y responsable de que la educación se convirtiera en el alma mater del ciudadano. Esta fue una de las características de Sarmiento, su fundamental seriedad y su apasionamiento combatiente. No obstante, sus contrincantes no cesaban de agredir, poblando de improperios a su persona: zafio, botarate, charlatán y hasta una metáfora piafante: caballo cuyano. El hombre de genio siempre está sujeto y expuesto a estas calificaciones. Su probabilidad, su gestión educativa apasionada y sin denuedo, su quehacer y espíritu republicano, fue el arma cultivadora de su alma de labrador; fue realmente un apasionado sembrador de semillas. Precisamente como era un frenético cultivador, gustaba recordar y repetir este apólogo persa: Le preguntaron al cultivador:¿ para que plantas nogales si no comerás sus frutos ? Y él respondió: “Para pagar mi deuda a los que plantaron los nogales cuyo fruto he consumido” es regocijante y a la vez festivo recordatorio en sus diversas facetas. En sus largas y extensas meditaciones solía recordar jocosamente a manera de anécdota esta semejanza: A un avaro se le convertía en oro todo lo que tocaba. A mí se me vuelven hechos públicos hasta los más simples actos de la vida privada. Dentro del camino sinuoso y escarpado que le tocó transitar, está su extraordinario valor por sortear las dificultades, y en Sarmiento famoso por su ímpetu y su volcánica reacción, esa contienda fue una constante. Sus frecuentes destierros no lo amilanaron, sabia resistir como los antiguos estoicos; su exilio fue paralelo al tiempo de la tiranía. Un historiador recuerda que siendo Sarmiento superintendente de escuelas visitaba una clase colmada de niños. Uno de ellos preguntó en voz baja al otro: ¿Quién es este? “Es el loco Sarmiento”, respondió el vecino que se llamaba Roque. Sarmiento que todavía no era del todo sordo, oyó y dijo, con su proverbial inmodestia: “Cincuenta años después, aquel niño llamado Roque era Sáenz Peña y presidía las fiestas centenarias del loco al frente de la nación. Sus restos mortales salieron de asunción del Paraguay surcando los ríos de América, e ingresaron al país justo con la primavera el 21 de septiembre de 1888.

Alfonso Giacobbe

24 de Septiembre 290 - S. M. de Tucumán

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