La civilización vive dentro de las ciudades y la barbarie en las campañas o en el campo. ¿Qué quería decir Sarmiento? Para explicar esto, Domingo Faustino Sarmiento, publicó un título de “Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspectos físicos, costumbres y hábitos de la República Argentina”. Relata que en ese inmenso desierto verde, habían surgido determinados tipos humanos: el gaucho. Mestizo dedicado a las actividades de la ganadería, como domador, arriero, baqueano, tropero, capataz y payador. Contrariamente a lo que dijo muchas veces, Sarmiento, no denigró o menospreció a los habitantes de la Pampa. Pero, en el desierto, habían surgido otros elementos, como los nombrados, más bárbaros y crueles: los gauchos malos y rebeldes que seguían, como soldados, a un jefe, también rebelde como ellos. El conjunto de aquellos formaba la montonera; el jefe de éstos era el caudillo, persona poderosa, de gran influencia sobre las masas rurales, pobres e ignorantes. Según el historiador Félix Luna, Sarmiento, nunca se esforzó por comprender que los caudillos y el gaucho rebelde eran parte, o constituían nuestra patria, que no era la de él. Los jefes bárbaros argentinos (Martín Miguel de Güemes, Facundo Quiroga, Felipe Ibarra, Juan Bautista Bustos, Juan Manuel de Rosas, José Gervasio Artigas, Bernabé Aráoz, Estanislao López, Justo José de Urquiza y Felipe Varela) no odiaban la ciudad, sino a Buenos Aires, por el uso del puerto en provecho de ellos, y no del interior. Para Sarmiento, la barbarie se expresaba en la esfera ideológica, o en los aspectos externos: la vestimenta y vivienda del gaucho o caudillo. Expresan esto: el rancho (sin puertas y limpieza), el poncho (un pedazo de tela), el chiripá (adoptado del indio). Y todo esto, según Sarmiento, se oponía a la civilización que era el frac, la silla inglesa y el sombrero redondo. Y los factores que provocan la barbarie eran la falta de industrias, la miseria económica y el principal: la ignorancia. Entonces convertir gauchos bárbaros en civilizados, exigía actuar sobre esos factores mediante la tolerancia religiosa, inmigración europea, la reforma agraria, el trabajo y sobre todo la fundación de escuelas. En uno de sus exilios desarrolla una extraordinaria labor educativa, como fundador y director de escuelas y reformador pedagógico. Fueron los fundamentos de su posterior obra escolar en Argentina. En 1841 fundó y dirigió el Liceo de Santiago de Chile, Instituto de Enseñanza Secundaria y Superior. Y por obra de Manuel Montt, Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de Chile, la primera Escuela Normal de Preceptores. Preceptores tiene otro significado al actual, significaba Escuela de Formación de Maestros y Maestras. Esta escuela es la segunda en el continente americano, ya que la primera se fundó en Lexington, Estados Unidos. Somos educación.
Pedro Pablo Verasaluse
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