Este domingo, el mundo ha sido testigo de un momento histórico: la canonización de Pier Giorgio Frassati, un joven extraordinario que vivió con una pasión desbordante por Cristo y por el servicio a los más necesitados. Conocido como el hombre de las bienaventuranzas, Pier Giorgio dejó un legado imborrable de fe, caridad y alegría, características que marcaron cada aspecto de su corta pero intensa vida. Nació en Turín en 1901, dentro de una familia acomodada. Pier Giorgio nunca se dejó seducir por los lujos ni por las superficialidades. Su corazón ardía por ayudar a los pobres y enfermos y dedicó todo lo que poseía, desde su tiempo hasta su dinero, a aliviar el sufrimiento de quienes menos tenían. Su caridad no era solo material; compartía con ellos compañía, oración y esperanza; incluso en sus últimos días, gravemente enfermo, su preocupación era por los pobres, a los que atendía demostrando una entrega absoluta al prójimo. Además de su compromiso con la justicia social, amaba la naturaleza y encontraba en las montañas el símbolo perfecto de su lema “verso i alto” (hacia lo alto). El papa León XIV, al presidir su canonización este domingo en plaza San Pedro, lo eleva oficialmente a los altares como modelo para la juventud y para quienes buscan vivir las bienaventuranzas de forma correcta y radical. Pier Giorgio nos recuerda que la santidad es posible en la vida cotidiana, en la amistad, en el estudio, en el trabajo y en la acción por la justicia.
Rodolfo Ruarte
Las Heras 516 - S. M. de Tucumán





















