TODAS LAS GENERACIONES JUNTAS. Un par de centenas de familiares de esta tradicional familia de Monteros compartieron un día inolvidable la gaceta / foto de osvaldo ripoll
El ruido metálico de las máquinas de Argenti Lemon se detuvo por un día. En lugar del inconfundible olor a cítricos que suele impregnar cada rincón de la fábrica, el aire se llenó de aromas de locro, empanadas y dulces regionales. El sonido era de bombos, guitarras y la voz melodiosa de talentosas cantantes unidos por la sangre. Allí, en el corazón de una de las empresas más importantes de la provincia, la familia Bulacio se dio cita para un reencuentro que se hizo esperar 18 años.
Cerca de 200 descendientes de Nilamón Bulacio, cordobés llegado a Monteros en 1885, y de la monteriza Candelaria Núñez, celebraron su historia compartida, esa que empezó con un casamiento en 1892 y se multiplicó hasta alcanzar nueve ramas y más de 500 descendientes repartidos por todo el país y hasta más allá de las fronteras.
“Es una hermosísima reunión. Hemos tenido una buena convocatoria”, expresó con su mirada azul clara muy emocionado Rafael Bulacio, uno de los nietos de los fundadores de esta familia. “Los descendientes de mis abuelos son aproximadamente 550. Hoy somos 200. Realmente es un acontecimiento muy feliz. Han venido de Buenos Aires, de la Patagonia, de La Rioja, incluso de Chile. Y, por supuesto, muchos de Tucumán”.
Una historia monteriza
La raíz de esta historia familiar se hunde en Monteros, ciudad que se ganó el nombre de Fortaleza del Folklore y Capital Nacional de la Randa. Fundada en 1754 y convertida en municipio en 1867, Monteros fue durante el siglo XIX una puerta de entrada hacia los Valles Calchaquíes a través de la Quebrada del Portugués.
Allí llegó el joven Nilamón, con apenas 18 años, desde Villa Cañada de Córdoba. Primero trabajó como dependiente en una tienda y luego abrió la suya propia. En 1892 se casó con Candelaria Núñez, de 15 años. De esa unión nacieron nueve hijos que vivieron hasta la adultez y dieron origen a las ramas familiares que hoy se extienden por el país.
LOS ORGANIZADORES. Los nietos de Nilamón y Candelaria, reunidos.
“Mi abuelo no era tucumano, pero en Monteros encontró su lugar y a su compañera”, recordó Álvaro Bulacio, otro de los descendientes y dueño de la fábrica que cobijó a los invitados. “Honrar a nuestros antepasados es muy significativo. Ellos iniciaron todo esto y este encuentro realmente nos devuelve a las raíces”.
Recuerdos
En el almuerzo, compartieron mesa los nietos de Nilamón y Candelaria con sus hijos, nietos, bisnietos e incluso tataranietos. “De la generación de los nietos quedamos apenas seis”, contó Rafael. “Pero ver a todos juntos emociona mucho. Cuando empezaron a acercarse a saludarme, me hablaban de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. Es muy lindo”.
Guadalupe, hija de Álvaro, evocó otro rasgo heredado: la música. “Mis bisabuelos tenían una casa donde siempre se cantaba y se celebraba la vida. Incluso mi tío Antonio, que fue ministro de Gobierno de Miguel Campero, llegó a cantar en el Teatro Colón. Hoy seguimos celebrando de esa manera, con música y familia”, expresó.
RECUERDOS. Con fotografías se buscó sumar a quienes ya no están.
Por eso, entre los abrazos que se repartían por doquier y los reencuentros que esperaron décadas, sobre una tarima, las voces de los reconocidos cantantes Huerto Bulacio y Leandro Robín, quienes también forman parte de este árbol generacional cantaron tangos, chacareras, entre otras melodías. Fue otra forma de volver a las raíces de su ADN.
Memoria compartida
La jornada también estuvo atravesada por recuerdos y anécdotas. Una pantalla proyectaba imágenes de la familia a lo largo de los años. En otra parte del salón, antiguas fotografías colgaban en una pared blanca. Los más grandes se las enseñaban a sus hijos. Los esposos, les mencionaban quienes eran los rostros y compartían más y más recuerdos.
Incluso, Rafael mismo escribió una reflexión sobre la importancia de la familia y ante todos leyó el siguiente texto:
“La familia es el pilar esencial sobre el que se construye la vida de cada persona… Es el lugar al que siempre podemos volver, sin importar las distancias ni las diferencias, porque allí reside la raíz de nuestra identidad y nuestra fortaleza”.
La historia oral se mantuvo viva también con relatos como el de una procesión de San Antonio desde Monteros hasta Acheral, en la que hace medio siglo un Bulacio entregó el santo al pueblo vecino.
“Cada aniversario se vuelve a leer aquel discurso y desde ese momento San Antonio es nuestro protector”, recordaron con orgullo, como una señal de que las huellas familiares trascienden el tiempo.
Hacia el futuro
Entre los brindis y las canciones, la idea más repetida fue que los encuentros deben ser más frecuentes. “No hay que esperar otros 18 años”, coincidieron varios. La emoción de estar juntos, de reconocer rostros lejanos como propios y de revivir la memoria de Nilamón y Candelaria, marcó un domingo inolvidable para los Bulacio.
“Lo más valioso es que esta reunión nos recuerda que, a pesar del paso del tiempo y las distancias, seguimos siendo una familia”, sintetizó Rafael quien mencionó que en tiempos donde muchas veces se prioriza lo inmediato, lo material o el individualismo, la familia recuerda la importancia de lo que permanece, el cuidado de los lazos que nos sostienen y nos humanizan.
“Valorar a la familia implica reconocer que en ella se encuentran las bases que nos permiten afrontar la vida con esperanza, sabiendo que nunca estamos solos”, añadió.
Y tras esas palabras y este encuentro, Monteros, aquella ciudad que los vio nacer como clan, volvió a latir en cada abrazo.




















