A la persona del Presidente de la Argentina, por lo menos para mí, no se lo puede analizar desde una postura política, porque no la tiene; él dice que no es liberal, se autodefine “anarcocapitalista”. Yo decidí analizarlo desde la doctrina cristiana, de la cual, según se dice, abrevamos la mayoría de los argentinos y argentinas. El señor cumple en su accionar y prédica diaria con cinco de los siete pecados capitales, oficializados por el Papa Gregorio Magno en el siglo IV, a saber: Soberbia: “orgullo excesivo o la creencia de ser superior a los demás” (premio Nobel de Economía; el mayor ajustador de la humanidad; se autopercibe superior). Avaricia: “un deseo desmedido e insaciable de poseer bienes materiales” (Caso $Libra). Envidia: “un deseo de lo que otros poseen; un resentimiento hacia los bienes o las cualidades de otras personas” (lo aplica en forma diaria, descalificando y agrediendo sobre todo a personas e instituciones que contribuyen a la salud, la educación, los científicos, trabajadores del sector público). Ira: “un sentimiento de enojo descontrolado, odio o rencor” (a los médicos del Garrahan, a las personas discapacitadas, a los jubilados... El acto de cierre de campaña en Moreno, su discurso tanto en la forma, como en el contenido, lo describe sin duda alguna). Pereza: “una falta de interés, apatía o una tendencia a la inactividad y al desgano” (cuando promocionó la criptomoneda $Libra, lo hizo a través de un tuit en Olivos: él mismo cuenta que en ese momento no ejercía su labor de presidente). Los otros dos pecados que faltan son: la Lujuria y la Gula, son muy personales y de su vida privada no sé nada, ni me interesa. Todo lo escrito precedentemente tiene mucho de ironía y de humor negro, pero también tiene algo de realidad como para concluir que desde lo cristiano tenemos un presidente sumamente pecador; sepamos, compañeros feligreses, en manos de quién estamos.
Ángel Salvador Logusso alogusso@hotmail.com



















