Detrás de escena: “Construí un Alberdi que no es el de las fotos ni el del bronce”

Actor y maestro de primaria, Mario Ramírez asume con entusiasmo uno de los grandes desafíos de su carrera y sobre un personaje que lo apasiona.

EL LOOK INMEJORABLE. Con el corte de pelo y las patillas, el parecido con Alberdi resulta llamativo. EL LOOK INMEJORABLE. Con el corte de pelo y las patillas, el parecido con Alberdi resulta llamativo.

Entre risas, Mario Ramírez revela que se la pasa explicando las razones de su look. Y sí, ni el corte de pelo ni las patillas encajan con el Tucumán de 2025. Pero nada de eso importa al momento de cotejar su perfil con el de un joven Juan Bautista Alberdi. Conclusión: no pudo ser más acertada la elección durante el casting de “Alberdi en el espejo”.

Es uno de los desafíos más importantes en la carrera actoral de Ramírez. Representar dos personajes en una película que va construyéndose como un juego de espejos demanda un trabajo especial. Y meterse en la piel de un prócer sube la vara.

Ramírez llegó al proyecto por medio de Facundo Nanni, doctor en Historia y uno de los productores de la película. “Con Facundo tenemos una amistad de muchos años -explica-. Siempre hemos dialogado en torno a la historia, a las revisiones históricas y sobre todo a los personajes. Yo tengo otro oficio, soy maestro de primaria (en el Colegio Sagrado Corazón), y desde ahí me ha interesado mucho esa mirada oblicua sobre los protagonistas y la historia del país”.

Su vínculo con Fabián Soberón comenzó interpretando a un Bernabé Aráoz ficcionalizado dentro de la película previa del realizador. Claro que en ese caso la trama era esencialmente documental y aquí se trata de un largo de ficción. “Por un lado hago de un titiritero muy conectado con su cuerpo, con la sensorialidad, con la vida, y desde ahí se contrapone con la figura de Alberdi, que en el imaginario aparece en las antípodas: un hombre contrario a la sensibilidad del cuerpo, a lo cotidiano, a la superficialidad del arte, aunque haya sido músico, siempre en un lugar secundario -analiza-. Así que el desafío ha sido encarnar dos personajes que en lo profundo son antagónicos y darles vida.”

EL LOOK INMEJORABLE. Con el corte de pelo y las patillas, el parecido con Alberdi resulta llamativo. EL LOOK INMEJORABLE. Con el corte de pelo y las patillas, el parecido con Alberdi resulta llamativo.

La tarea previa

La relación de Ramírez con Alberdi no empezó con la película. Desde su formación como estudiante, y luego como docente, la figura del tucumano fue una referencia ineludible. No obstante, hubo un punto de quiebre, cuando leyó “Grandes y pequeños hombres del Plata”. “Ahí uno puede leer una historia sin la mirada mitrista de primera mano. Eso hizo que muchas cosas entraran en contradicción y me adentrara más en la búsqueda de la historia con cierta objetividad”, describe.

“Cuando empecé a enseñar, la historia de Billiken estaba muy presente, y después del 2010 o 2012, con la irrupción de la divulgación histórica -con Felipe Pigna y otros- se abrieron ciertos caminos y lecturas. Alberdi empieza a emerger como una figura con otra palabra: famosísimo, pero sin la escucha de Mitre o Sarmiento -apunta Ramírez-. Eso me llevó a leerlo a él en primera persona. Por eso, cuando Fabián me propone interpretarlo, dije: ‘increíble, porque tengo un vínculo previo con el personaje y es una oportunidad que me honra’.”

Entre el gesto y el aura

El Alberdi de Ramírez no es lineal. Se construye en capas, entre la fidelidad documental y la libertad poética. “En muchos momentos de la película es un Alberdi onírico, muy dibujado -indica-. Pero siempre aparece lo que decía: un tipo muy cerebral, muy del pensamiento, enfrascado en las letras. Además, un hombre de clase alta, un patricio. Ahí me apoyo en un aire que lo define.”

El actor se inspiró en la escultura de Lola Mora para diseñar su corporalidad: “el gesto que intento mantener es el de esa obra, por la potencia que tiene en un solo movimiento. Esa mirada a lo Stanley Kubrick, la frente hacia abajo y la mirada hacia arriba, los brazos apenas cruzados, un pie delante del otro: cierta estabilidad, pero también una inquietud, como alguien que mira permanentemente al horizonte.Es el aura que busqué transmitir.”

Detrás de escena: “Construí un Alberdi que no es el de las fotos ni el del bronce”

De todos modos, no se quedó en la rigidez del bronce. Junto a Soberón exploró también la faceta pasional de Alberdi, visible en su escritura y en sus debates. “Hablábamos con Fabián de los momentos de pasión que aparecen en sus polémicas con Sarmiento y con Mitre -comentó-. Ahí quizás hay economía de gestos, pero con un vuelo poético, incluso hasta para el insulto. Ese es el Alberdi que imagino: complejo, no lineal, con todos los abanicos posibles.”

Ramírez no oculta que su oficio de maestro permea su forma de entender a Alberdi y a la historia. “Siempre me interesaron esas miradas oblicuas, esas zonas grises donde los manuales no entran. La docencia me obliga a no repetir discursos cerrados, sino a abrir caminos de lectura -sostiene-. Eso mismo me pasa como actor: busco que mis personajes no sean estereotipos, que tengan espesor.”

Ese cruce se potencia en “Alberdi en el espejo”, que rompe con la narrativa clásica y ofrece fragmentos, pinceladas de vida. “No hay una línea aristotélica, cuadrada. Son momentos, retazos, escenas que se van hilando -analiza-. Y eso me permitió construir un Alberdi que no es el de las fotos, ni el del bronce, sino un hombre en tensión permanente entre la racionalidad, la política y la poesía. Ese es el Alberdi que me interesa: no el mito inmóvil, sino el hombre que piensa, que discute, que se apasiona y que, de algún modo, sigue interrogándonos hoy”.

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