ALQUIMIA. Los poemas de Kovadloff pueden transfigurar un objeto en un sujeto verbal.
POESÍA
VEINTICUATRO VARIACIONES PARA UNA SOLA VOZ
SANTIAGO KOVADLOFF
(Vinciguerra – Buenos Aires)
Santiago Kovadloff es uno de los más inspirados escritores, tanto en su poesía como en su narrativa y en sus ensayos. Poeta de la poesía y de la vida. Poeta de la política. Poeta de la duda. Porque, como decía Aristóteles, “todos los géneros son géneros de la poesía”. Y estas “Veinticuatro variaciones para una sola voz” –su nuevo poemario- son otras tantas variaciones del propio autor en las más diversas ramas de su quehacer: como poeta, filósofo, profesor, traductor y actor, como animador de verdaderos encuentros entre la voz dicha y la voz cantada. A la manera de Fernando Pessoa, a quien tradujo tan fielmente, sus múltiples creaciones son todos heterónimos de un solo autor que es él mismo, el señor de la palabra.
Santiago tiene maneras perfectamente singulares de decir “lo otro”, como señaló Rafael Felipe Oteriño respecto de la esencia poética: modos donde, con una elocuencia cotidiana, alza vuelo, honrando así el epígrafe de Hölderlin que eligió para su libro: “Nadie, sin alas, tiene el poder / de captar lo que está cerca”. Veamos cómo expresa, por ejemplo, la soledad existencial en su poema “Acodado en una mesa”: No aguardo llamada alguna y sin embargo / no aparto los ojos del celular / ¿Quién me arrancará con un saludo / a esta hueca convivencia con las horas? / A nadie espero y aun así lo espero todo / de alguien que me devuelva / la ilusión de ser por un momento indispensable, / la certeza perdida de un almuerzo a solas, / en el temblor repentino que me dice estás de más, / lo está tu día, tu cuerpo que resiste, / las horas que te dejan acodado en una mesa, / a la espera de que suene el celular.
Sus poemas dan cuenta de una alquimia capaz de transfigurar un objeto en un sujeto verbal, en “una continuidad de la poesía” (Oteriño). Así, en “Grúa”: Al fondo, a lo lejos, mientras se va el día / buscan el cielo las antenas de la grúa, / plegaria absurda de un enorme insecto erguido.
En otras palabras, se trata de un espléndido poemario, que merece nuestra celebración y agradecimiento.
© LA GACETA
FERNANDO SÁNCHEZ SORONDO.
Lo que sé
Por Santiago Kovadloff
Son piadosas las horas que me apartan
y me van llevando lejos
cada vez más lejos,
cada vez más lejos, lentas y calladas,
como si no quisieran decirme adónde.
Y ahí están para que viva todavía
la quietud de la cocina,
la siesta y el café, su nombre que no cesa,
el alto ventanal que día tras día
simula regalarme un mismo atardecer.
Yo ya soy sin embargo una larga despedida
y pronto y solo, un último lugar
o el olvido que devore
esta página que tiembla mientras nace.












