Tratar a los animales como personas es un fenómeno conocido como antropomorfismo o humanización. La discusión se centra en distinguir entre dar a los animales un trato ético y respetuoso, lo cual es ampliamente aceptado; y lo que es criticado, negarles su naturaleza animal al atribuirles roles y necesidades humanas.
“Tratar a los perros como personas o como niños es perjudicial para ellos… al suplantar sus necesidades de especie, no saben qué hacer y es ahí donde empiezan los trastornos obsesivos-compulsivos”, afirma Manuel Lesende. El etólogo argentino analiza el comportamiento de los animales.
Si bien es involuntario, es una forma de maltrato por el que se trata de satisfacer las carencias emocionales del dueño en lugar de las necesidades del animal. "El apego saludable se caracteriza por una relación equilibrada, basada en el cariño y respeto mutuos. Cuando la felicidad de la persona depende casi exclusivamente del animal y se genera ansiedad, aislamiento o relaciones disfuncionales si este no está presente, estaríamos hablando de una dependencia emocional excesiva”, aclara Virginia Herrero, psicóloga y miembro del Colegio de Psicología de Madrid.
En la serie española, si bien la temática no se centra en tratar el antropoformismo, el protagonista es un veterinario que pasa de un trabajo rural, a uno más urbano. Sus clientes son mascotas de lujo y, por lo tanto, los servicios que le requieren son de ese nivel y se parecen mucho a los cuidados que puede recibir un ser humano; la humanización excesiva de los animales en su máximo esplendor.
En el límite
Los especialistas coinciden en que hay que evitar extremos. Tratar al animal solo como “otro ser humano” puede ser perjudicial, pero tampoco se trata de rechazar el vínculo o el cariño. Reconocer que la mascota forma parte de la familia está bien, siempre que se respeten sus características de especie, sus necesidades físicas, sociales y conductuales.
¿Estoy entendiendo lo que necesita como perro/gato u otra especie?, es lo que hay que preguntarse más que ¿estoy pensando en él como un humano más? No es intrínsecamente malo tratar a un animal de compañía como parte de la familia.
De hecho puede favorecer el bienestar de todos, pero hay peligros si ese trato implica ignorar que el animal tiene necesidades diferentes, poca libertad, o se le imponen roles humanos que le impiden comportarse como especie. La clave principal es entender que los animales tienen sus propios ritmos, necesidades y formas de comunicarse y es fundamental que la persona cuente con otras fuentes de apoyo emocional y relaciones humanas significativas.






















