Cartas de lectores V: la dignidad como partitura de vida, el chelo de la paz

Pau Casals. Pau Casals.
26 Octubre 2025

Ya era famoso mundialmente y corría el mes de marzode 1925. Debía actuar en Pretoria (Sudáfrica). El mozo que lo atendía, que era negro, le preguntó si le molestaría escucharlo, ya que gracias a él había aprendido y estudiado el violonchelo. El músico accedió, lo escuchó y lo invitó a su concierto. El mozo le dijo que, como era negro, tenía prohibido entrar al teatro, a lo que el maestro le contestó: “Yo lo haré entrar y, si no lo dejan, no tocaré”. Al llegar la función, no le permitieron entrar. Ante la negativa del maestro a dar el concierto, el empresario le dijo: “Tiene contrato y, si no quiere actuar, pagará 50.000 dólares”. El músico replicó: “Pagaré, pero no actuaré en ningún país donde se juzgue al hombre por su color, raza o religión”. Se retiró, pagó y se fue del país. Se llamaba Pablo Casals (Pau Casals), y esta anécdota lo pinta de cuerpo entero, tal como era. De ascendencia catalana, fue uno de los músicos españoles más destacados del siglo XX: violonchelista. Pero, además, fue un gran defensor de la paz mundial como objetivo primordial de su vida. Portador de un enorme talento y de una expresividad única, fue también compositor y director de orquesta, y elevó al chelo a la categoría de instrumento solista. Innovador en la técnica interpretativa, mejoró la digitación y liberó la expresividad de este instrumento. Estuvo en Buenos Aires en 1937 y en 1964, y en el Teatro Colón fue ovacionado. Se lo considera hoy el más grande chelista del siglo XX y, tal vez, el más perfecto que haya existido desde que se inventó el instrumento. Pero también su música estuvo al servicio de los ideales de paz, justicia y libertad, valores que él consideraba sagrados. Tras la Segunda Guerra Mundial protestó con un silencio que ensordecía, porque los aliados mantuvieron la dictadura de Franco. A Pablo Casals la Guerra Civil Española le dolió sobremanera. Republicano, se fue de su patria en 1939 y se exilió en Prades (Francia), y desde allí alzó su voz contra el fascismo. Juró no volver a España mientras Francisco Franco gobernara, y cumplió su promesa. La dignidad suele pagarse caro. En agosto de 1973, en Tel Aviv, un músico empuñaba el violonchelo: era Pau Casals, y fue su última actuación pública. Fue internado en una clínica de Puerto Rico un día antes de comenzar la Guerra del Yom Kippur, y cuentan que dictó una carta de apoyo a Golda Meir. Tenía 96 años. Fue una de las mayores personalidades del siglo XX y, solo después de la muerte del dictador Franco, la viuda pudo llevar sus restos a España (1979). Fue enterrado en el cementerio de El Vendrell. Murió un 22 de octubre de 1973, hace 52 años. Mi promoción del colegio Sagrado Corazón (’73) fue bautizada en su momento por el padre rector Julio Heilbron como “Maritain, Neruda, Marcel”, fallecidos ese mismo año, pero hoy pienso, humildemente y a la distancia, que le faltó agregar a esa lista a Pablo Casals.

Juan L. Marcotullio                                      

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