“El árbitro se equivoca y se va a seguir equivocando”: la mirada más honesta de Luis Lobo Medina, el juez tucumano que llegó a la elite del fútbol.

En diálogo con Fuerte al Medio, el réferi repasó sus inicios, el camino recorrido hasta llegar al plano internacional y los desafíos de estar siempre en la mira.

30 Octubre 2025

Hay quienes nacen para ser protagonistas. Y hay otros que aprenden a convivir con el ruido y la mirada ajena. Luis Lobo Medina pertenece a ese segundo grupo porque carga con la incomodidad del arbitraje, aquel oficio ingrato que se mueve entre el acierto y el error y, por sobre todo, entre la soledad del silbato y el juicio de millones.

Este 2025 lo encontró cumpliendo un sueño que empezó, sin saberlo, hace muchos años en Tucumán. Lobo Medina llegó a ser árbitro internacional. Y en su visita al piso de Fuerte al Medio, la propuesta deportiva de LA GACETA, habló de su recorrido con la misma convicción con la que alguna vez se animó a dirigir su primer partido en una cancha de barrio.

El recorrido

“Estoy muy contento, es un logro, un sueño cumplido llegar a ser FIFA”, expresó con una sonrisa. “Uno va pasando etapas. Dirigí todas las categorías del fútbol argentino. Arranqué en Tucumán, con infantiles, inferiores, la B de la Liga, Primera, Regionales, Federal B, Federal A, Nacional B y después Primera. Este año llegó la posibilidad de ser internacional y estoy trabajando duro para seguir en la elite”, agregó.

El arbitraje, dice, lo fue moldeando. No tanto en su esencia, más lo hizo en su forma de prepararse. “Cada categoría tiene sus cosas”, reflexionó. “Yo no cambié muchas, pero sí incorporé hábitos más profesionales como un equipo con psicólogo, nutricionista y profesores. En el Nacional B mi objetivo era llegar a Primera, y armé ese grupo de trabajo para estar a buen nivel”, explicó.

Habla con naturalidad de la exposición, de las redes sociales y de la crítica. Sabe que hoy el árbitro vive bajo una lupa. “Ahora es más difícil dirigir que antes porque la gente opina de todo. Es complicado abstraerse, pero uno aprende a convivir con eso”, reconoció.

Durante la charla, en pantalla se proyecta una jugada de Tigre-Independiente Rivadavia. Lobo Medina interrumpe por un instante, la observa con atención, como si volviera a estar ahí. “Esa fue una decisión muy difícil”, dice. Y la analiza con una minuciosidad que sorprende, habla del trabajo en equipo, el asesor, la valoración posterior. “No se trata de acertar o errar, sino de ver qué podríamos haber hecho para tomar la mejor decisión”, explicó.

El VAR y la soledad

El VAR, ese nuevo actor del fútbol moderno, aparece inevitablemente en la conversación. “Es una herramienta más. Antes teníamos solo intercomunicador, ahora podemos ver la jugada desde distintos ángulos. No decide por el árbitro, al fin y al cabo la decisión final siempre es nuestra”, sostuvo.

Cuenta que en cada revisión el proceso es claro. “Ellos convocan, muestran el punto de contacto y yo pido velocidades para verlo mejor. Es una ayuda, un asistente más”, analizó.

El tema no es técnico, sino humano. Lo que Lobo Medina deja ver es la vulnerabilidad de la persona que debe decidir en segundos, sabiendo que cada gesto va a ser grabado, repetido y analizado. “Es raro cuando alguien dice ‘qué buena decisión tomó’. Aprendés a convivir con eso”, admite.

Desde que es internacional, sus días se llenaron de viajes y desafíos. En su voz hay sorpresa y orgullo. “Hace unos días fui a Arabia como cuarto árbitro, fue una experiencia muy linda. Allá el fútbol es parecido, pero hay que manejar más el inglés. Las canchas son híbridas, los estadios tienen aire acondicionado, y hay tecnología que te avisa en el reloj cuando la pelota pasa la línea. Dice ‘goal’ y listo. No hay protestas”, contó.

Habla también del respeto que genera el arbitraje argentino en el mundo. “Creo que el nuestro es uno de los mejores arbitrajes del mundo, siempre hay un argentino dirigiendo finales o semifinales de Libertadores, incluso en otros continentes. Es cultural que acá se critique tanto, pero afuera el árbitro argentino es respetado”, dijo.

Lobo Medina no olvida los días difíciles. Ni los vestuarios hostiles, ni los pasillos largos con barras esperando. “Tuve muchas situaciones complicadas. En un clásico salteño entre Central Norte y Antoniana la pasamos muy mal por una decisión que después fue acierto. Un jugador le pegó a un asistente. Llegamos al vestuario pensando que nos habíamos equivocado, fue duro”, contó.

Sabe de canchas pequeñas y vestuarios de cartón, de zonas de riesgo y de insultos inevitables. “Me gusta cuando hay mucho público, por ejemplo, dirigir clásicos tucumanos fue una de las experiencias más lindas”, expresó. Y también se ríe al recordar los estadios más duros: “Union de Villa Krause o Huracán Las Heras son difíciles, los vestuarios están bajo la tribuna, muy cerca de la gente”.

El error y la conciencia

Habla con una honestidad que desarma. “El árbitro se equivoca y se va a seguir equivocando. Me quedo con lo que dijo Pierluigi Collina: los errores del árbitro son parte del juego. A lo largo de mi carrera me equivoqué mucho. Me pasó de no poder dormir, de dar mil vueltas pensando en una jugada. Pero hay que levantarse, volver a entrenar y saber que el fin de semana hay revancha”, reconoció.

Esa autocrítica es parte de su método. “Después de los partidos siempre analizamos todo. En el entretiempo suelo agarrar el teléfono: mi papá ve todos mis partidos, y aunque a veces sé que me están matando, lo miro igual. No me cambia nada. Salgo a jugar el segundo tiempo igual”, confesó.

Su historia empezó por casualidad. Tenía 15 años, un torneo entre colegios y un viaje de egresados que financiar. “El árbitro era Aldo Córdoba, y me impresionó cómo lo respetaban. Al final del día me acerqué, nos hicimos amigos y me invitó a dirigir un partido. Terminó en pelea, pero conmigo no era. Ahí decidí que quería ser árbitro”, recordó.

Tuvo que esperar hasta los 18 para empezar el curso. “Fui con 25 compañeros de la facultad de Educación Física, y fui el único que quedó”, contó. Esa frase alcanza para entender su recorrido y deja claro que nada fue casualidad.

Después de todo lo vivido, todavía tiene metas. “Cumplí muchos sueños. Pero me gustaría dirigir Libertadores o Sudamericana. Hasta ahora fui cuarto árbitro. No miro más arriba todavía, aunque muchos me preguntan por el Mundial. Obvio que sí, pero es un proceso que depende de muchas cosas. A corto plazo, mi objetivo es dirigir en esos torneos”, dijo con humildad.

Lobo Medina sabe que el arbitraje no promete tranquilidad, pero ahí está, listo para volver a la cancha el fin de semana.

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