Ninguna buena acción quedará sin castigo, reza la frase que en las películas acompaña las consecuencias impensadas de los actos de los comedidos. Algo así vale para los triunfos electorales. Luego de ellos hay que trabajar para validarlos, sobre todo cuando se logran más por expectativas que por premio. Pero el gobierno nacional fue un poco más allá. Tras los buenos resultados del domingo la semana siguiente fue buena en lo financiero, bursátil y cambiario, y cuando se podían esperar días con subas y bajas renunció el jefe de gabinete, principal faro de seriedad política en el gobierno. Casi por definición los alivios son transitorios, pero la sensación se podría haber extendido un poco más.
Primero recapitulación y luego especulación. Las elecciones y los días posteriores dejaron en claro algunas cosas. Cierta razón tiene el meme que señala que si cuando uno gana el riesgo país sube pero baja cuando uno pierde entonces debería repensar lo que está haciendo. Es la representación del peronismo. Cuando éste señalaba la desconfianza creciente olvidaba que no se temía al gobierno sino a que no ganara. Claro que la oposición sostenía que la debilidad se fundaba en el fracaso económico, pero en la coyuntura las culpas oficialistas eran parciales. Las malas señales recientes le debieron mucho a la irresponsabilidad parlamentaria que avanzó gracias a una asimetría de bancas que el gobierno no supo manejar (sí en 2024, cuando no corrían tiempos electorales). Las respuestas gubernamentales a los proyectos legislativos y a la incertidumbre fueron consistentes aunque no parte del programa económico porque se relacionaron con una línea de trabajo que prioriza la baja de la inflación utilizando una herramienta correcta y dos equivocadas, y las tres tienen costos (como todo).
La correcta fue la astringencia fiscal para frenar la emisión de dinero, las erradas no actualizar totalmente las tarifas de los servicios públicos (hay presión de precios remanente) y maniobrar con el dólar. Por eso la incertidumbre de estos meses se reflejó en la mayor cotización de la divisa, lo que repercutió en los precios, y en la tasa de interés, que se usó para frenar aquella cotización pero golpeó al crédito. Aparentemente la mayoría de los votantes reconoció que eso era por emergencia, o tal vez simplemente las listas kirchneristas resucitaron el pasado reciente y se prefirieron los costos actuales, que dejan alguna esperanza comparados con el fracaso anterior. Sobre todo cuando no había propuestas en la oposición y el “frenar a Milei” como casi único mensaje sonaba a volver al trío Fernández-Fernández-Massa. No se puede asegurar que se esté en una senda de desarrollo, pero las listas opositoras sí aseguraban el retroceso.
Al margen: Donald Trump tuvo que ver, pero su aporte no generó rechazo generalizado. ¿El recambio generacional habrá diluido el prejuicio anti yanqui? Segundo aparte: Claudio Lozano y socios demandaron al gobierno por entrega de la soberanía cambiaria a EEUU. En realidad fue al revés. El Tesoro estadounidense estuvo haciendo cumplir las reglas que fijó el Banco Central. En todo caso, que le hagan juicio a Trump. Trae recuerdos de las decenas de demandas de Rodolfo Tailhade contra Mauricio Macri rechazadas por inexistencia del delito.
Conocido el resultado electoral, las respuestas inmediatas fueron las esperadas: suba en las cotizaciones de acciones de empresas argentinas, baja en el precio del dólar y caída del riesgo país. ¿Por qué? Si la economía puede mejorar también lo hará el resultado de las empresas, no habrá descontrol del tipo de cambio y crece la probabilidad de que la deuda pública se pague o refinancie sin problemas.
Ahora bien, con topes menores que antes la cotización del dólar experimentó fluctuaciones. Nada extraño pues no hay motivos para una caída pronunciada. El tipo de cambio real multilateral, el promedio de cotizaciones de las monedas de los países con los que se hace lo principal del comercio exterior, está casi al mismo valor que el 17 de diciembre de 2015, cuando al comienzo del gobierno de Macri se eliminó el cepo cambiario, fecha que sirve como buen punto de referencia. Pero el dólar aislado estaría diez por ciento por encima. Es decir, una cotización entre 1.500 y 1.335 pesos no sería extraña. Como la economía argentina no es un dechado de estabilidad no debería preocupar un adicional por incertidumbre y que la cifra ronde la cifra superior, que se ajustaría con el tiempo por la diferencia entre la inflación mundial y la doméstica siempre que no toque el techo de la banda de flotación (mientras lo haya).
Para esta semana podía esperarse más movimiento. Ya estaban asomando en la Bolsa algunas tomas de ganancia. Al margen de la confianza, cuando las alzas son importantes siempre hay dudas sobre cuánto tienen de real y cuánto de sobrerreacción. En consecuencia, comienzan ventas parciales de acciones para tantear el terreno. Si se producen bajas, en pocos días con las ventas anteriores se comprarán más papeles aprovechando los menores precios. Mientras tanto, el dinero podría ir a compra de dólares, que tal vez subiría, para ser vendidos luego y recomprar las acciones. Se vende por análisis técnico, se compra por fundamentos. Parece inestabilidad pero es normal dado el contexto.
Se debería sumar que el Banco Central flexibilizó un poco la política de encajes bancarios, lo que aumentaría la oferta de dinero esperándose menores tasas de interés, incluyendo préstamos pero también plazos fijos que serían menos atractivos. Entonces, parte del dinero, incluyendo el que abandone depósitos, podría ir a consumo pero también a dólares. Es dinámica de adaptación al clima poselectoral, pero ahora se agregará el ruido por la salida de Guillermo Francos y los cambios en el gabinete porque continúa la necesidad de consensuar leyes para que la economía emprenda el crecimiento sostenido y el nuevo elenco deberá mostrar que es confiable en eso. Mientras tanto, el mercado será una mezcla de toma de ganancias y toma de precauciones.















