LICENCIADA EN CRIMINALÍSTICA. Oriana Núñez es oriunda de Corrientes e investigadora de la Universidad Nacional del Nordeste.
En una prenda agujereada por una bala hay mucho más que una escena violenta: hay física, hay química, hay huellas microscópicas. Eso demostró Oriana Núñez, licenciada en Criminalística, en la 32ª Jornada de Jóvenes Investigadores que se esta realizando en la Universidad Nacional de Tucumán. Su exposición, centrada en el análisis de daños balísticos en textiles mediante microscopía electrónica, abrió una puerta insospechada a un área de la ciencia forense poco explorada, pero crucial para esclarecer hechos delictivos.
Oriunda de Corrientes e investigadora de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), Oriana lleva dos años como becaria de posgrado. Su ponencia, titulada “Daños generados en muestras textiles por armas de fuego. Aportes de la microscopía a la balística forense”, formó parte del eje de Ciencia, Tecnología e Innovación del evento y atrajo a estudiantes, docentes e investigadores de distintas disciplinas y países.
Los rastros
La investigación busca interpretar los rastros que dejan los impactos de armas de fuego en la ropa. “Observamos los daños en telas tras un disparo para identificar patrones y saber si hubo entrada o salida del proyectil, si fue un disparo o si el agujero corresponde a otro tipo de daño”, explicó Oriana a LA GACETA. Para hacerlo, utiliza microscopía electrónica de barrido, una herramienta que permite examinar con altísimo nivel de detalle las marcas y residuos que no pueden verse a simple vista.
“No hay demasiados estudios que describan cómo lucen los daños en las fibras después de un disparo, ni cómo varían con el tipo de textil o la distancia del disparo”, explicó. Por eso su investigación avanza sobre una base de muestras generadas en colaboración con el Gabinete Científico del Poder Judicial del Chaco, disparadas con diferentes armas y analizadas bajo distintos escenarios de temperatura, humedad y exposición.
La clave del análisis reside en los residuos de disparo (GSR, por sus siglas en inglés), pequeñas partículas de metales como plomo, bario y antimonio que se quedan en las prendas luego de un impacto. “Queremos saber cuánto tiempo permanecen esos residuos en la ropa, si se modifican con la lluvia, con el sol, si la tela afecta su adherencia”, detalló Oriana.
Hasta ahora, sus pruebas sobre telas de algodón y poliéster, los materiales más frecuentes, arrojan diferencias notorias. Las camisetas deportivas, por ejemplo, retienen menos residuos que las de algodón. Y factores ambientales como la intemperie o el almacenamiento alteran la forma y cantidad de partículas detectables. “Todo esto puede sumar evidencia clave en un caso real”, afirmó.
La observación de estos indicios se realiza en el Centro de Microscopía Electrónica de la UNNE, uno de los pocos del país con capacidad para analizar GSR con esta técnica. Oriana destacó la importancia de contar con ese instrumental: “Sin estos equipos, sería muy difícil lograr este tipo de caracterización. El ojo humano no lo ve, pero el microscopio sí”.
Con fibras textiles
La investigación no nació de un disparo, sino de una beca de pregrado enfocada en fibras. “Me interesaba saber cómo se veían las telas comunes bajo el microscopio, caracterizar el algodón, el poliéster, la lana, desde una mirada criminalística”, contó. Eso derivó en su primer paper publicado y en nuevas preguntas sobre cómo esas telas interactúan con otros indicios, como los restos de disparo.
Así surgió la idea de unir el estudio de textiles con el análisis de impactos. “Las fibras están siempre en una escena, son silenciosas pero hablan. Si una prenda recibe un disparo, ahí hay información”, reflexionó. Con esa mirada dio un paso más y comenzó el doctorado en Ciencias Aplicadas en la Universidad Autónoma de Entre Ríos, donde profundiza esta línea de trabajo.
Sobre su paso por la Jornada en la UNT, Oriana no escatima elogios. “Fue emocionante, me sentí representando a mi carrera y también a mi universidad. La Criminalística por fin tuvo visibilidad en un encuentro de este tipo”, expresó. Además valoró la calidad del evento, la organización y la posibilidad de interactuar con estudiantes de toda Sudamérica.
“Ver el edificio de la facultad, conocer Tucumán y compartir con otros investigadores me dejó llena de energía”, dijo. El paseo por la Quinta Agronómica la sorprendieron tanto como el cariño de los organizadores. “Me trataron increíble. Me voy feliz y con muchas ganas de seguir”.
























