IMAGEN ILUSTRATIVA
La temporada de huracanes en el Atlántico comenzó el 1 de junio y se extenderá hasta el 30 de noviembre, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos. Hasta el momento, se registraron 13 tormentas con nombre propio, desde la Tormenta Tropical Andrea en junio hasta el más reciente, el Huracán Melissa, de acuerdo con los reportes oficiales.
Pero esos nombres no se eligen al azar ni se improvisan sobre la marcha. Mucho antes de que una tormenta empiece a formarse, su nombre ya está seleccionado y aprobado por la Organización Meteorológica Mundial (WMO), un organismo vinculado a las Naciones Unidas que mantiene un riguroso sistema de designación.
Listas rotativas y reglas precisas
La WMO administra seis listas rotativas de nombres para los huracanes del Atlántico y el Pacífico, que se reutilizan cada seis años. Por ejemplo, la lista de 2019 volvió a utilizarse en 2025 y lo hará nuevamente en 2031.
Los listados se elaboran con criterios de equilibrio de género y excluyen las letras Q, U, X, Y y Z, porque -según explica la organización- “es difícil encontrar seis nombres apropiados por esas letras para cada temporada”. Si en un año se registran más de 21 fenómenos con nombre, se recurre a una lista suplementaria.
“La selección de nombres, hasta donde sé, siempre ha sido algo arbitraria, pero en general se eligen con base en su reconocimiento y familiaridad en la región, para que las personas los identifiquen y los recuerden con facilidad”, explicó Emily Powell, climatóloga adjunta del Florida Climate Center, en diálogo con ABC News.
Una tormenta recibe nombre cuando alcanza la categoría de tormenta tropical, es decir, cuando sus vientos sostenidos superan los 63 km/h. Si después llegan a los 119 km/h, se clasifica como huracán, de acuerdo con la Escala de Vientos de Huracanes Saffir-Simpson.
De coordenadas a nombres humanos
El sistema actual es fruto de una evolución histórica. Originalmente, los fenómenos se identificaban al azar o por coordenadas de latitud y longitud, lo que dificultaba su seguimiento. En algunos casos, incluso se los bautizaba con el nombre de un barco afectado, como ocurrió con el huracán Antje, según registros de la WMO.
En 1953, la NOAA comenzó a asignar nombres humanos a las tormentas, y la responsabilidad pasó a la WMO en 1979. “El Bureau Federal de Meteorología empezó a nombrar tormentas a finales de los años 40; el Centro Nacional de Huracanes continuó la práctica en los 60 y la WMO la adoptó formalmente en 1979”, detalló Powell.
Más allá de la tradición, el uso de nombres cumple una función clave. Según la NOAA, “la utilización de nombres fáciles de recordar reduce la confusión cuando hay dos o más tormentas activas al mismo tiempo y es vital para compartir información entre cientos de estaciones meteorológicas, bases costeras y barcos”.
Cada año, la WMO publica en su sitio web las listas actualizadas hasta 2030, disponibles para consulta pública.
Cómo se retiran los nombres de huracanes
No todos los nombres sobreviven al paso del tiempo. Cuando un huracán resulta “tan mortal o costoso que reutilizar su nombre sería insensible”, se elimina de las listas de manera definitiva.
En 2021, por ejemplo, se retiró el nombre Ida, correspondiente a un huracán de categoría 4 que provocó más de cien víctimas fatales. Será reemplazado por Imani en 2027. Este año, el nombre Helene fue eliminado tras devastar Estados Unidos como huracán de categoría 4, el más letal desde Katrina (2005), según la WMO. Su reemplazo será Holly, a partir de 2030.
El proceso de retiro sigue un protocolo formal: antes de ser eliminado, el nombre se somete a votación en el comité anual de la WMO. “Un miembro puede nominar un nombre para su retiro y se vota tanto su eliminación como el nombre que lo reemplazará. Es una decisión subjetiva, pues no existen criterios estrictos”, aclaró Powell.
Nombres que marcan la historia
De acuerdo con Ginger Zee, jefa de meteorología de ABC News, los nombres que comienzan con letras medias del alfabeto son los que más se retiran, ya que coinciden con el pico de la temporada de huracanes, alrededor del 10 de septiembre. “Por eso se observa una mayor rotación en nombres que empiezan con la letra I”, explicó.
Algunos nombres, en cambio, sobreviven durante décadas. “Nombres como Beryl se mantuvieron vigentes desde los años 60 y 70, porque nunca se retiraron, y persistieron hasta 2024, año en el que finalmente se excluyó”, agregó Zee.
Para la presente temporada, tras el huracán Melissa, los siguientes nombres en la lista son: Nestor, Olga, Pablo, Rebekah, Sebastien, Tanya, Van y Wendy.
Un sistema que combina ciencia, lenguaje y memoria
Detrás de cada nombre de huracán hay un proceso que combina organización, historia y sensibilidad. La nomenclatura busca claridad en la comunicación, pero también guarda una carga simbólica: cuando un nombre se elimina, deja una huella imborrable en la memoria colectiva.
Así, más allá de la fuerza de los vientos o de las mareas, los huracanes también marcan la historia por su nombre.





















