El señor de los cubanitos volvió al corazón de los tucumanos gracias a "Recuerdos fotográficos de LA GACETA"

Carlos Oscar Rojas marcó una época en la provincia; y bajo el título "1963, los cubanitos comienzan a venderse con smoking", nuestro diario reavivó la memoria de generaciones que aún lo recuerdan.

Don Rojas, el señor de los cubanitos. "Don Rojas", el señor de los cubanitos.
08 Noviembre 2025

Hubo un tiempo en que el centro de San Miguel de Tucumán tenía perfume a jazmín y dulce de leche. Entre vitrinas elegantes y transeúntes apurados, un hombre con smoking negro, moño y una flor roja en el ojal ofrecía algo más que cubanitos: regalaba un gesto de amabilidad, una sonrisa serena y la certeza de que la vida podía ser dulce incluso en los días más fríos.

Ese hombre era Carlos Oscar Rojas, conocido por todos como el señor de los cubanitos. Su historia volvió a cobrar vida este sábado gracias a una nota de Recuerdos forográficos de LA GACETA que conmovió a miles de tucumanos, quienes lo recordaron recorriendo las galerías céntricas, siempre impecable, siempre amable, siempre igual.

El señor de los cubanitos volvió al corazón de los tucumanos gracias a Recuerdos fotográficos de LA GACETA

El vendedor más elegante de Tucumán

Rojas comenzó su historia en 1963, cuando decidió romper las reglas del oficio y presentarse ante el público vestido de gala. Mientras otros vendedores ambulantes vestían ropa informal, él apareció con traje y moño, una bandeja de madera repleta de cubanitos rellenos de dulce de leche, y una serenidad que lo hacía inolvidable.

“El secreto está en hacer las cosas bien, aunque sean simples”, solía repetir. Y él lo hacía con una dedicación admirable: a los 26 años ya vendía cerca de 1.000 cubanitos por día. En invierno era figura infaltable del microcentro tucumano, y en verano partía a Buenos Aires o Mar del Plata, donde vendía globos de gas a los niños en la playa.

“En invierno se trabaja, en verano se sueña”

Detrás del personaje había una historia de esfuerzo. Huérfano desde muy joven, Rojas creció trabajando en lo que podía hasta que encontró en los cubanitos su sustento y, con el tiempo, su arte. No fumaba, no bebía, no improvisaba: todo en él respondía a una filosofía sencilla pero firme, la de dignificar el trabajo con elegancia y respeto.

Durante más de seis décadas, fue parte del alma tucumana. Sin embargo, el 13 de noviembre de 2024, Carlos Rojas falleció a los 88 años. Y su partida, claro, dejó un vacío que todavía se siente en las galerías del centro. 

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