El Conservatorio Provincial, más de un siglo tomando músicos y dejando huellas

Desde 1909 acompaña la formación de generaciones de músicos tucumanos. El edificio y los planes de estudio cambiaron, pero algo permanece: la intensidad de quienes eligen aprender un instrumento.

COMO UNA GRAN FAMILIA. Al edificio de avenida Brígido Terán al 300 acuden unos 800 estudiantes, muchos de ellos procedentes del interior. COMO UNA GRAN FAMILIA. Al edificio de avenida Brígido Terán al 300 acuden unos 800 estudiantes, muchos de ellos procedentes del interior.

Desde 1909 acompaña la formación de generaciones de músicos tucumanos. El edificio y los planes de estudio cambiaron, pero algo permanece: la intensidad de quienes eligen aprender un instrumento.

El Conservatorio Provincial de Música nació en 1909. “Las primeras clases que se dictaron fueron teoría y solfeo, que hoy se llama lenguaje musical. Antiguamente no podías tocar si no sabías leer música. Con las nuevas pedagogías se empezó a enseñar las dos cosas juntas, para acompañar”, explica a LA GACETA la directora Gabriela Canevaro, quien cumple ocho años en el cargo el próximo 22 de noviembre, día de la música, y se jubila este año.

La historia de la institución atravesó mudanzas y transformaciones hasta llegar al edificio actual de avenida Brígido Terán al 300, donde alguna vez funcionó el aeropuerto Benjamín Matienzo. El hall amplio, las puertas altas y la fachada protegida como patrimonio cultural recuerdan ese pasado. Hoy, en lugar de aviones, llegan estudiantes desde la terminal. “Tenemos un gran porcentaje de chicos del interior, de San Pedro de Colalao, una alumna de Santa María, Catamarca, de Las Termas del Río Hondo”, cuenta Canevaro. Y agrega: “Logré reestructurar para que mínimo vengan dos veces a la semana cuando empiezan. Luego tres o cuatro”.

La institución cuenta con cerca de 800 estudiantes y dos anexos: uno en Bella Vista, dirigido por la vicedirectora Carla Guzmán, y otro en Concepción, a cargo de Dante Soria, donde desde el año pasado se dicta nivel superior.

La formación se organiza en dos años de base y cuatro años más del trayecto artístico, donde se elige instrumento: canto, instrumentos de orquesta, piano o guitarra. Con esos cuatro años se obtiene una formación profesional para tocar. Para ejercer como docente, se continúa con los profesorados, que duran cuatro años más y tienen validez nacional. También funciona el Ciclo Propedéutico Superior (CPS), de dos años, pensado para adultos que desean enseñar música en escuelas. “Si hacés todo aquí, son diez años. Es como un secundario musical”, señala.

No hay examen de ingreso, excepto para canto. “No es lo mismo comprar un instrumento que traerlo puesto. Tienen que tener aptitudes vocales y entender que es canto lírico, no música popular. Tienen que cantar ópera”. Estudiar música requiere tiempo y constancia. Canevaro lo resume siempre igual: “Para estudiar un instrumento es como entrenar para una maratón. Si hoy corrés 100 metros y mañana no corrés nada, no avanzás. La musculatura importa. Los jóvenes de hoy quieren todo ya, cuesta enamorarse del proceso”.

El Conservatorio recibe adolescentes que comienzan a los 11 años y adultos que llegan buscando una deuda consigo mismos. “El adulto es más rígido, el niño aprende más rápido el lenguaje musical. Por eso los separamos en grupos específicos. Los adultos suelen desertar más. Los jóvenes, cuando dejan, lo hacen más por lo económico y por el tiempo”.

Algunos instrumentos se pierden. “El arpa cayó en desuso… no hay docentes de arpa”. Otros se vuelven difíciles de sostener. “El oboe por el costo es poco requerido”. Algunos se comparten: “Los alumnos que tocan el contrabajo tocan con uno que hay aquí. A los que estudian chelo se les presta… los instrumentos de viento no, por una cuestión de higiene, más después del covid”. Y también se amplió la accesibilidad. “Tenemos alumnos no videntes… tienen una profesora de integración no vidente que los acompaña… hay musicografía braille… y tenemos un alumno que ha hecho toda la formación básica, ha terminado el trayecto artístico y ahora está haciendo el profesorado”.

Desde hace dos años, comparte el espacio con la Escuela de Educación por el Arte, ampliando su alcance con talleres y actividades abiertas para la comunidad.

La música, aquí, es tiempo.

Tiempo que se practica, aunque cueste.

Tiempo que se sostiene, aunque duela.

Tiempo que, cuando por fin encuentra aire, suena.

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