Alivio por el huracán que no fue

Hoy podemos apreciar cuán cerca estuvimos del abismo. La reactivación y el crecimiento son los principales objetivos en el inicio del segundo tramo de la gestión Milei. En dos semanas, pasamos de un gobierno con una estructura legislativa anémica, sin capacidad para sostener sus vetos, a uno con posibilidades de avanzar con su plan reformista en el Congreso.

Alivio por el huracán que no fue

Alivio. Eso es lo que sintió el martes por la mañana Juan Carlos de Pablo, con sus 81 años bien llevados, al subir el último escalón de una interminable escalera. “Llegué”, me dice, al cruzar la meta.

Lo esperaba un grupo de inversores, en el salón de eventos de una institución financiera, ansiosos por escuchar al experimentado economista que dos días antes, como casi todos los domingos, había compartido un momento de esparcimiento con el Presidente en la Quinta de Olivos.

Alivio también es la palabra que usa De Pablo para definir el clima argentino desde el 27 de octubre, después de la tensión acumulada hasta el día de las elecciones. Y el alivio, sostiene, aumenta la demanda de pesos y pone en marcha los proyectos frenados por la incertidumbre.

La gran duda, entre los inversores, es qué pasará con el techo de las bandas cambiarias que, en la medida en que solo aumente un 1% mensual contra una inflación que crece al doble, potencia el atraso cambiario y amenaza con reproducir el ciclo que nos acercó al precipicio. “Yo sacaría los límites a las bandas”, dijo “el profe”.

Desde Miami, Javier Milei defendió el sistema -a contramano de las expectativas de flotación de los inversores y el FMI-, ratificando que las bandas se mantendrán hasta 2027.

El ministro de Economía Luis Caputo, sin embargo, recomendó leer un artículo del economista Nouriel Roubini que sugiere flexibilizar el régimen cambiario, aunque en el tiempo y con cuidado, para evitar los efectos de una apreciación distorsiva de nuestra moneda.

Rastros de una crisis contrafáctica

Esta semana llegó la autopsia de la corrida cambiaria de septiembre. De acuerdo a datos del Banco Central, los argentinos compraron más de 6.500 millones de dólares en ese mes. Una cifra superior a la de la corrida de agosto de 2019, disparada por la demoledora victoria de Alberto Fernández en las primarias, que disparó el dólar de 45 a 60 pesos en un día.

Este año, la corrida de septiembre -precedida de cinco meses en los que ya se habían acumulado compras netas por más de U$ 18.000 millones- fue intensificada por los resultados de las elecciones bonaerenses y contenida por el tuit del secretario del Tesoro norteamericano, anunciando una inédita asistencia financiera.

La cifra de compra de dólares de este año, que configura la mayor corrida desde la crisis de 2001, supera a la suma de las compras de dólares de los semestres previos a las últimas cuatro elecciones legislativas y es equivalente a lo generado, desde enero a hoy, por las exportaciones agrícolas. El campo financió la salida de divisas para atesoramiento y el turismo argentino en el exterior.

La sorpresa electoral generó un alza récord de acciones y bonos argentinos, acompañada de una notoria caída del riesgo país. Lo curioso, a dos semanas de las elecciones, es que el dólar siguió merodeando el techo de la banda. No hubo, como muchos imaginaban, una rápida desdolarización de las carteras conformadas antes del 26 de octubre. Eso ocurre, según expuso el tucumano Ricardo Arriazu, porque los tenedores esperan una devaluación.

Comprar reservas emitiendo pesos que pueden reactivar la economía parecería ser -de acuerdo a lo expresado por el vicepresidente del Banco Central- el nuevo objetivo del Gobierno, acompañado de una baja en la tasa de interés que permita esa dinámica.

Los funcionarios del área económica y el Presidente saben que, asimilados el alivio y la estabilidad, la gente demanda reactivación. El temor natural es que las medidas que la impulsan generen una presión inflacionaria que desdibuje la trayectoria descendente del incremento de precios, que ha sido hasta ahora la esencia del plan económico.

¿Estamos mal pero vamos bien?

El periodismo escribe el primer borrador de la Historia pero no siempre es fácil identificar los momentos en que esta gira. Es fácil hacerlo cuando hay acontecimientos estridentes. como la crisis de 2001. La disrupción política derivada de la elección presidencial de 2023 inauguró un experimento que pudo ser fugaz, y que casi lo fue, hasta que llegó el salvataje norteamericano. A partir del 26 de octubre, la pregunta es si el gobierno mileísta respaldado por Estados Unidos y por las urnas puede cambiar sustancialmente la fisonomía política y económica de nuestro país.

El Gobierno ha pasado en dos semanas de constituir una fuerza con una representación anémica en el Congreso, con un presidente a tiro de juicio político y un superávit fiscal amenazado, a consolidar bloques legislativos -junto con sus aliados más cercanos- numéricamente equivalentes a los de su principal oposición, pero con una fuerza gravitatoria que le permitiría conformar las mayorías necesarias para la sanción de las leyes de su plan reformista. El Presidente domina el centro de un ring del que han bajado derrotados el gobernador bonaerense y los referentes de una tercera vía anestesiada.

En América latina predominaron dos predictores de éxito de los gobiernos: precio de los commodities y tasa de interés norteamericana. En la Argentina, a esos factores se suman la dinámica del peronismo y los apoyos del FMI y la presidencia de EE.UU.

La foto de esta semana muestra la soja en buen precio -U$416 la tonelada-, a la Fed norteamericana bajando la tasa, al presidente argentino en Miami reforzando sus lazos con el entorno trumpista y al peronismo en una interna con una ferocidad sin antecedentes desde la victoria de Alfonsín en el 83. El viejo movimiento enfrenta un dilema que ensombrece su futuro: si se divide no será competitivo; si no encuentra un liderazgo novedoso -lo que implicaría una escisión-, tampoco.

Lo que fue y lo que viene

Los certificados de defunción suelen ser prematuros en la política, pero el inicio del juicio por la “causa cuadernos” despide un aroma de ocaso para el cristinismo. El proceso judicial, que releva la mayor trama de corrupción de la historia argentina y que fue posible por el trabajo riguroso y valiente del periodismo, parece acercar a CFK más a un destino como el de Fujimori -que combinó la prisión con bloques legislativos significativos- que al del regreso triunfal de Lula. La imagen de la ex presidenta saludando desde su balcón a media docena de militantes escenificó un posible cambio de época.

Mientras la suerte se aleja de Cristina, los astros le sonríen al león. El presidente argentino eligió agradecer su presente luminoso, esta semana, con una nueva visita en Queens a la tumba del Rebe de Lubavitch, a quien asocia con sus logros políticos.

Algunos se preguntan si el mileísmo ya tiene balizado el camino que lleva al futuro que aglutina una reelección con la multiplicación de divisas que prometen Vaca Muerta y la minería.

Dos años hacia adelante es una eternidad, coincide la mayoría. Hacia atrás, un suspiro.

Lo bueno, lo malo y lo feo

Ese suspiro de dos años es lo que, con un título inspirado en el icónico western de Sergio Leone, radiografió el analista político Marcos Novaro en su nuevo libro. Lo bueno, lo malo y lo feo es un balance de las luces y sombras de la gestión Milei.

Una de las preguntas que deja el ensayo es si “lo feo” -las agresiones, las maniobras de baja calidad institucional- contribuye a “lo bueno” -ordenar la macro, recuperar los principios liberales de la Constitución- o a “lo malo” -una concentración arbitraria de poder para satisfacer caprichos-.

Una de las claves para medir el éxito del gobierno mileísta, plantea Novaro, derivará del avance de su plan de estabilización. Atravesada una primera etapa de instalación con desórdenes y resistencias inevitables, queda ahora la tarea de institucionalizar las reglas de juego que le den consistencia. Y, finalmente, lograr el consenso de otras fuerzas y actores que garanticen que los cambios sobrevivan al gobierno que los inició. Transformar, a través de una política de estado, a una Argentina adicta al desequilibrio en un país fiscalmente responsable. “El ajuste se logró con apoyo social y sin apoyo político”, presumió Milei, en Miami. A partir de ahora también necesitará lo segundo.

Terrenalidades celestiales

Javier Milei apela a las figuras de Moisés y la peregrinación en el desierto para alimentar la esperanza. Hasta ahora el camino mostró inflación decreciente, deterioro en la capacidad de consumo de un amplio porcentaje de la población y recuperación heterogénea entre sectores. Siguiendo la alegoría bíblica, Donald Trump sería el factor divino que, en el minuto final, abre las aguas del Mar Rojo.

La Tierra prometida sigue siendo para nosotros una de esas “tierras raras” que nuestros salvadores buscan en nuestro suelo: un país estable -con crecimiento apoyado en las exportaciones agrícolas, mineras, energéticas y tecnológicas-, derramando prosperidad sobre la población. Pero, sobre todo, sería la chance de recuperar una idea de futuro. La posibilidad de escapar de esa sensación tan argentina, de crónica fragilidad y volatilidad, que genera un presente asfixiante.

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