BUENA COSECHA. Los Leones llegaron al duelo decisivo del torneo, pero perdieron contra Córdoba. Igualmente, lograron el boleto para jugar la Copa.
Hay historias que no se explican sólo en resultados, sino en todo lo que ocurre antes y después. La de Los Leones de Tucumán, el equipo provincial de fútbol para amputados que se consagró subcampeón nacional, pertenece a esa clase de relatos que nacen de la necesidad de volver a pertenecer. De reconstruirse. De compartir un mismo lenguaje, incluso cuando el mundo parece haberse vuelto desconocido.
La Liga Nacional 2025 fue un punto de quiebre. No porque la final se haya perdido, sino porque el camino hasta ella fue una declaración: Tucumán está al nivel de los mejores del país. Semifinal ante Rosario, el último campeón. Partido ajustado, de roce, de detalles. Victoria 1 a 0. Final contra Córdoba, en terreno rival y ante el público local. Un gol de diferencia, derrota 1 a 0. El subcampeonato no fue consuelo: fue pasaporte. Con ese segundo puesto, el equipo consiguió la clasificación para representar a Argentina en la Copa Libertadores de 2026, en Brasil, donde se enfrentarán clubes de Uruguay, Colombia, Chile y el dueño de casa. Nada menos.
Pero para entender lo que significa llegar hasta aquí, primero hay que saber de dónde viene esta historia.
El equipo nació en 2019. Fue impulsado por Hernán Córdoba, un joven tucumano que ya no está, pero cuya presencia todavía se percibe en cada reunión, cada viaje y cada partido. Él fue la chispa. La idea de que el deporte podía ser más que competencia: podía ser lugar de reencuentro consigo mismo. Al principio entrenaban donde podían, viajaban como podían, resolvían con lo que había. La voluntad colectiva suplía cualquier carencia.
Con el tiempo, llegó la organización. Aparecieron apoyos. Se sumaron jugadores que venían de distintas experiencias personales, pero con algo en común: la amputación como parte de la vida. Cada historia, un recorrido. Algunos nacieron con una malformación. Otros atravesaron accidentes, enfermedades, cirugías que cambiaron su cuerpo para siempre. El fútbol los encontró después. Y ellos se encontraron entre sí.
MEDALLA. Los jugadores reciben la presea por haber logrado el subcampeonato. Más allá de la derrota en la final, lo conseguido los llenó de orgullo.
Entre esas historias está la de "Maxi" Montenegro. Sufrió un accidente de tránsito hace 20 años. La amputación fue el inicio de un proceso que no se mide en días ni meses, sino en decisiones internas. Aceptar, adaptarse, volver a aprender a moverse. Él lo cuenta sin dramatizaciones, casi con serenidad: “Al principio uno no acepta. Después va entendiendo sus límites y sus nuevas posibilidades. Yo trato de vivir mi vida de manera normal, con mis tiempos y mis formas”. "Maxi" es jugador, pero también presidente de la Fundación Amputados Creando Futuros, desde donde se acompaña a otras personas a enfrentar el mismo camino: acceder a prótesis, orientación legal, contención emocional y actividades deportivas. “El acompañamiento no es sólo físico. Hay un antes, un durante y un después”, dice.
El fútbol amputado se juega sin prótesis, con bastones canadienses en los jugadores de campo. Los arqueros, en cambio, tienen amputación o malformación en miembros superiores, para equilibrar las condiciones. La pelota es la misma; el arco es el mismo y la pasión, idéntica.
En esta liga, Montenegro convirtió el gol de la semifinal. Fue el tanto que llevó a Los Leones a la final. Ese gol no fue sólo deportivo. “Se lo dediqué a mi papá, que falleció hace muy poquito. Él nos acompañaba casi siempre. Fue una forma de tenerlo todavía con nosotros”. La frase corta el aire, pero no lo llena de tristeza. Lo llena de sentido.
Un punto de partida para Los Leones
El equipo también se sostiene en la llegada constante de nuevas personas. Muchos se acercan por redes sociales, por recomendación, o simplemente porque alguien les dijo: “hay un lugar donde podés volver a sentirte jugador”. Y llegan. A veces con vergüenza. A veces con miedo. Pero siempre con ganas. Y encuentran un espacio donde el cuerpo no es una limitación, sino un punto de partida.
Por eso, cuando se dice subcampeón nacional, no se habla sólo de una medalla. Se habla de entender que esa cancha fue, para muchos, el lugar donde volvieron a ser ellos mismos; en el que la herida, en algún punto, empezó a dejar de doler.




















