DESFILE ORIENTAL. El cierre del ciclo incluyó una puesta escénica inspirada en la cultura oriental, con kimonos, accesorios y peinados elaborados por las alumnas. / LA GACETA, MARIA JOSE MONTEROS
La muestra anual de la Escuela Parroquial Juan XXIII dejó varios momentos emocionantes, pero hubo uno que se ganó todos los aplausos: el desfile del taller de Peluquero Profesional, donde las alumnas presentaron peinados y estilismos inspirados en la estética oriental. La propuesta combinó creatividad, producción artesanal y una historia detrás de cada detalle, lo que la transformó en una de las secciones más fotografiadas del evento.
El proyecto estuvo a cargo de la profesora Fabiola Ramírez, quien este año acompañó al grupo en un desafío técnico que comenzó con una pregunta simple: ¿cómo crear posticería y coronas con recursos accesibles, sin perder calidad artística? Esa inquietud derivó en un proceso que ocupó meses de trabajo, y que terminó en un desfile cargado de identidad, color y brillo.
Un proyecto que nació desde la técnica y se disparó hacia lo artístico
El taller de Peluquero Profesional trabaja con módulos que incluyen el armado de posticería, el uso de telares y la creación de estructuras capilares. Como no contaban con cabello natural, Fabiola decidió recurrir al canecalón, un material económico, noble y muy versátil para generar volumen, textura y formas poco convencionales. Esa elección abrió otro camino: definir un estilo estético que permitiera explotar todas esas posibilidades.
TRABAJO ARTESANAL. Las estudiantes confeccionaron postizos y estructuras capilares con canecalón para recrear la estética oriental. / GENTILEZA DE FABIOLA RAMÍREZ
“Me enfoqué en la mujer geisha: refinada, delicada y llena de accesorios”, explicó Fabiola, que buscó un concepto que habilitara coronas, estructuras altas, colores intensos y una variedad de ornamentos. La inspiración no surgió de un día para otro. La profesora ya había trabajado con estilos históricos, como el egipcio, griego, hippie, años 20 y 60, y sentía que lo oriental tenía un potencial que merecía explorarse a fondo.
A las alumnas, al principio, les costó imaginar el resultado. La docente comenzó a enviar imágenes, referencias y variaciones de peinados cada vez más elaborados, hasta que el grupo empezó a visualizar lo que podía lograrse. La interpretación fue uno de los desafíos principales: traducir una idea del docente en una pieza real no siempre es simple para un estudiante. Sin embargo, lograron hacerlo.
Kimonos, postizos y accesorios hechos por ellas mismas
Para dar coherencia estética al desfile, cada alumna confeccionó su propio kimono. Los sublimaron con flores, colores y diseños creados por ellas, lo que les permitió reducir gastos y, al mismo tiempo, incorporar una parte personal a la propuesta. El traje y el peinado no fueron simples elementos de utilería: fueron la representación individual de cada estudiante.
La falta de recursos no detuvo a ninguna. Los abanicos, cadenas, piedras, coronas y adornos también se elaboraron en el taller. “Improvisamos muchos accesorios porque necesitábamos que encajaran con la temática y no podíamos comprar todo”, contó Fabiola. Ese esfuerzo colectivo se transformó en uno de los aprendizajes más potentes del proceso: trabajar con lo que hay, sin resignar creatividad.
TRABAJO ARTESANAL. Las alumnas diseñaron a mano los estampados florales que luego formaron parte de los kimonos usados en el desfile. / GENTILEZA DE FABIOLA RAMÍREZ
Los últimos días antes de la muestra fueron intensos. “Fue muchísimo trabajo. Llegaron cansadas, pero felices”, explicó la profesora. El día del desfile, cinco modelos subieron al escenario con un peinado distinto, resuelto con precisión y acompañado por los kimonos que las mismas alumnas habían diseñado.
El aprendizaje que queda después del aplauso
Para la profesora, el mejor momento no estuvo en el aplauso del público, sino en las caras de las alumnas cuando comprobaron que habían logrado lo que parecía difícil. “Lo que me llevo es esa mirada de ‘sí pude’. Ese entusiasmo no se compara con nada”, expresó.
Fabiola destacó otro punto clave: enseñar a resolver problemas en el proceso. Ningún peinado se ejecuta exactamente como se planea y cada modelo exige ajustes. Una corona que pesa más de lo esperado, un postizo que se afloja, un kimono que necesita sostén adicional. “Ahí aparece la resolución de la problemática, que es parte de la evaluación. Y las chicas respondieron muy bien. Trabajaron en equipo y superaron cada obstáculo”, dijo.
DESFILE ORIENTAL. El cierre del ciclo incluyó una puesta escénica inspirada en la cultura oriental, con kimonos, accesorios y peinados elaborados por las alumnas. / LA GACETA, MARIA JOSE MONTEROS
El desfile se convirtió así en una síntesis del año: técnica, creatividad, esfuerzo y trabajo colectivo. En el ámbito de la muestra anual de la Juan XXIII, esa producción dejó en claro que los oficios también pueden generar arte, identidad y momentos inolvidables para la comunidad.






















