Fundador de FALK AI, FALK Impellers y FALK Advertising Matters. Es pensador, hacedor, comunicador, formador e impulsor de innovación y transformación en las organizaciones.
Amigo, pará la mano un segundo. ¿Vos te diste cuenta de que ya estamos pisando diciembre? ¡Qué año, mamita querida! Si miramos para atrás, parece que vivimos una década en doce meses. Este año la Inteligencia Artificial dejó de ser esa cosa simpática con la que chateábamos para convertirse en el aire que respiramos. Pasaron cosas que hace dos años eran ciencia ficción:
1. Los Agentes Autónomos: Ya no le pedimos a la IA que nos escriba un mail; le pedimos que nos organice las vacaciones, nos negocie el seguro del auto y, de paso, nos compre las entradas del cine. La IA pasó de "chat" a "acción".
3. Robots que no se caen: Los robots humanoides (como los de Tesla Optimus o Ubtech) empezaron a caminar entre nosotros en las fábricas (y en algunos livings de millonarios) sin parecer borrachos a las 5 de la mañana. Tienen motricidad fina y entienden órdenes habladas.
El silicio va ganando. Listo. En el terreno de la lógica, el cálculo, la eficiencia y la producción, nos pasaron el trapo. Game over.
El Manifiesto de la Resistencia (o cómo no ser un robot de carne)
Por eso, amigo lector, hoy arranco una serie de notas para cerrar el año. No para hablar de chips, ni de prompts, ni de qué acciones comprar en Wall Street. Quiero hablar de lo que la máquina no sabe hacer. Quiero hablar de la Resistencia Humana.
Y no me refiero a agarrar martillos y romper computadoras a lo John Connor. Eso es de neanderthal. Mi propuesta de Era de la Humanidad Aumentada (EHA) es mucho más sutil: se trata de resistir la tentación de tercerizar nuestra alma.
La IA puede simular una carta de amor, pero no tiene el nudo en la garganta cuando la escribís. Puede generar una imagen de un padre llorando, pero no conoce la sal de esa lágrima por la muerte de un hijo. Puede escribir un chiste, pero no sabe lo que es la risa incontrolable que te hace doler la panza en un asado con amigos por un chiste carente de sentido pero impulsado de un buen tinto.
La máquina procesa; nosotros sentimos. La máquina ejecuta; nosotros vivimos.
Pero... (siempre hay un pero, y es el que nos salva), en medio de este desfile de eficiencia algorítmica, me pasa algo raro. Cuanto más "perfecta" es la máquina, más valoro el caos hermoso de ser humano. Más amo nuestra perfecta imperfección que nos hace individuos complicados y dignos de ser amados u odiados.
Lo que se viene: el mapa para terminar el año enteros
De acá a fin de año, los domingos, nos vamos a meter en los temas que duelen y que importan:
- Vamos a hablar de la Amistad, y por qué un chatbot que te da la razón siempre es el peor amigo que podés tener.
- Vamos a hablar del Amor y el Azar, y por qué Tinder y los algoritmos nos están matando la magia de la casualidad.
- Vamos a hablar de la Verdad, ese terreno pantanoso de los deepfakes, y cómo la confianza va a ser la única moneda fuerte que nos quede.
- Y vamos a hablar del Duelo, porque hasta para sufrir somos irremplazables.
El desafío final
Mi abuelo Tito decía que lo que fácil viene, fácil se va. La IA nos hace todo fácil. Nos "soluciona" la vida. Pero el riesgo es que, de tanto solucionarnos cosas, nos olvidemos de cómo se siente el esfuerzo, la fricción, el riesgo.
Este es mi Manifiesto para el cierre de 2025:
1. Usá la IA para sacarte de encima lo robótico, así tenés más tiempo para lo humano. Si la máquina lava los platos (metafóricamente), vos tirate al piso a jugar con tus hijos.
2. No le preguntes a un algoritmo qué hacer con tu vida. La ética, el propósito y el sentido no son datos, son construcciones del espíritu.
3. Reivindicá la imperfección. Un error tuyo vale más que la perfección sintética de un modelo, porque ese error es tuyo, tiene tu huella, tu historia. Y construye tu “sabiduría aumentada” en base a tomar malas decisiones y hacer macanas.
En este mundo de inteligencias artificiales deslumbrantes, la verdadera rebeldía es atreverse a sentir sin filtros. A llorar si duele, a reírse si es gracioso, a abrazar fuerte. Porque, al final del día, una máquina puede escribir un poema sobre el dolor, pero nunca, jamás, va a saber lo que es necesitar un abrazo.
Acompañame en este viaje hasta fin de año. Vamos a defender nuestra trinchera: la del corazón. Te leo en los comentarios, seguro tenés amores y dolores que compartir.
por Federico Lix Klett





















