Los nueve cuentos agrupados en “De los potrillos nacen ríos” abren las compuertas de todo lo que Sofía de la Vega piensa y siente acerca de la literatura. “Despliegan un mapa imaginario de Tucumán”, advierte al comienzo de esta extensa charla que se estableció a la distancia. Responde desde Buenos Aires, donde se radicó -subraya- persiguiendo un sueño... que se le cumplió. Por ejemplo, esto de publicar (en Alfaguara, dato para nada menor) y percibir algo de dinero haciendo lo que le gusta.
Pero el discurso de Sofía no está teñido por la melancolía del desarraigo. Vuelve seguido, por ejemplo en el rol de coorganizadora del FILT, el más prestigio festival literario de la región. Pero las políticas culturales no son el tema central de la entrevista (aunque aparecerá al final); sino este libro de cuentos que la potencia en el excitante collage de voces jóvenes propuesto por la literatura nacional.
- ¿Estos cuentos tienen un origen común o fueron saliendo en distintos contextos de tiempo, de lugar o de motivaciones?
- Cuando me mudé a Buenos Aires, hace unos seis años, hice un taller con Martín Felipe Castagnet. Era para “novatos” en narrativa, yo hasta ese momento sólo había escrito poesía, pero se me daba por escribir escenas o prosas que se acercaban cada vez más a un cuento. En el primer día del taller, Martín nos hizo armar dos listas: una con ideas sobre lo que teníamos ganas de escribir, y la otra considerando cosas o temas que estaban poco escritos. Él nos proponía jugar con esas dos variables para escribir un cuento. Aunque el cuento que salió de ese primer taller no quedó, sí la lista que se fue agrandando. Sin buscarlo, fue un poco mi guía para lo que después fue el libro de cuentos.
- ¿Cómo seguiste?
- No empecé la escritura de los cuentos con la idea de un libro. Eso vino mucho después. Tampoco me pasó con los libros de poemas e incluso con la novela que ahora estoy escribiendo. Disfruto mucho del proceso de escritura, me divierto, me río en voz alta, me da pena que termine. Por eso, cuando entiendo que es un libro me pone un poco triste porque sé que va a terminar, pero también me permite jugar con el armado. Por ejemplo, cuando ya tenía cuatro cuentos más o menos potables me di cuenta de que aunque eran distintos armaban un mapa, un mapa imaginario de Tucumán, entonces los que siguieron se acomodaron a esa cartografía y por eso es un libro con cuentos relacionados. No es un rejunte de textos.
- El título es enigmático y a la vez evocador. ¿Cómo nació “De los potrillos nacen ríos” y qué lectura te interesa que el público haga de esa frase?
- Creo que lo que más me costó fueron los títulos. Los cambié muchas veces, a los de los cuentos y al del libro. “De los potrillos nacen ríos” llegó cuando decidí titular “Tincazo” al primer cuento. Es el único título de una sola palabra y el único que evoca el nombre de un personaje. Me parecía tan importante ese protagonista que quería regalarle el cuento. Tomada esa decisión me quedé mascullando la otra opción: “De los potrillos nacen ríos”, que a su vez resume la idea de una leyenda mapuche que me inventé dentro del mismo cuento. Me parecía un título poético que tenía que ver con la belleza, pero también con lo mundano, y que habla de la magia pero también del ciclo natural que pueden sufrir los seres vivos. También la cuestión de los secretos, y por supuesto, contenía poesía, algo que no quería abandonar del todo.
- El libro articula una voz narrativa muy particular en la que conviven distintas capas, a veces poéticas, a veces más ásperas. ¿Cómo trabajaste ese registro híbrido y qué buscabas transmitir con él?
- Guimaraes Rosa decía que él no pensaba en la literatura cuando escribía, sino en capturar cosas vivas, y por eso tenía esa necesidad de embellecer la lengua para volverla más plástica, más flexible, justamente más viva. Me siento en la misma sintonía, con todo el respeto que se merece el maestro brasileño. Lo que siempre supe en el proceso de escritura es que quería trabajar con la lengua del Noroeste argentino en sus diferentes capas, quería que los lectores del NOA vean plasmada una voz familiar en un libro y que quienes no conocían ese lenguaje se aventuren a él como lo hice yo al leer autores como Juan Rulfo. Lo que me propuse entonces fue escribir a partir un proceso de re-escuchar lo que ya conocía muy bien.
- ¿Cómo fue eso?
- Esta tarea etnográfica en la que yo anotaba palabras, modismos, mensajes, no quedaba en el registro sino que se solapaba con un trabajo con la imaginación. Trataba de pensar cuál sería el habla de cada uno de los personajes, sus gestos, muletillas. Inventaba y usaba la poesía también en ese hablar. No quería que todos se comunicaran de la misma forma ni que hablaran como hablo yo. Fue un trabajo preciso y, a veces, alucinante el de generar la personalidad y la voz que buscaba, jugar un poco a médium, a Dr. Frankeinstein. Para mí es fundamental la lengua, porque la literatura que más admiro trabaja con lo que significa escuchar/leer a otro y yo quería tener la oportunidad de ensayar algo de eso.
- En los relatos aparece una ruralidad inquietante, lejos de la postal bucólica. ¿Qué relación personal tenés con esos territorios y por qué elegiste situar ahí muchas de tus historias?
- Me pregunto si en algún lugar de Latinoamérica existe la postal bucólica. Yo creo que no. La idealización del campo es algo justamente europeo, algo que no existe. No quise crear una ruralidad inquietante sino aproximarme a las reglas de lo que creo es mi territorio. Toda mi vida fui a Tafí del Valle, veranos largos, inviernos helados, tiempo muerto. Se volvió un lugar cotidiano y hermoso, al que extraño y siempre quiero volver. Pero también es hostil. Muchas noches uno se acuesta en el valle escuchando a una jauría de perros ladrar y llorar, porque se atacan a veces hasta la muerte por una perra en celo y eso te recuerda lo que es la vida en el cerro.
- ¿Y qué te interesa de todo eso?
- Poner a la montaña, lo andino, en relación a la idea de que la Argentina es el desierto. Me parece peligrosa la construcción pampeana de nuestro canon literario nacional porque ha eliminado toda la parte oeste de nuestro país: la cordillera, y también la región este: la selva, el océano. Pareciese que la Argentina es sólo esa planicie lista para rellenarla de ideas europeas y occidentales. Y yo no creo en eso. Quizás el efecto de lo inquietante parte de que trabajo con territorios que tienen su ancestralidad y su historia, sus mezclas, sus violencias, su identidad.
- En “De los potrillos nacen ríos” los animales son centrales, casi como un lenguaje propio. ¿Cómo pensás ese mundo en el que la humanidad resigna su centralidad?
- El antropólogo Viveiros de Castro trabaja con el concepto de perspectivismo amerindio para pensar las comunidades amazónicas, pero también para plantearse una nueva forma de entender a ese Otro, el objeto de estudio de la antropología. En resumidas cuenta y atendiendo al chamanismo, ese Otro puede ser también lo no-humano, todo depende desde dónde lo miremos. De esa forma quise entender las voces de este libro, las historias también podían ser contadas por animales, bajo su percepción y maneras de entender el mundo.
- ¿De qué forma funcionó?
- En este mapa imaginario que quería armar de Tucumán me parecía obligatorio incluir lo animal, porque al ser un lugar pequeño vivimos amontonados, no sólo con las personas sino también con los animales y la vegetación. Creo que esa imagen se cristaliza camino a Tafí del Valle, donde la vegetación es frondosa y el camino zigzagueante. A veces los caballos andan sueltos y hay que esquivarlos, los perros bajan apurados en busca de algo y los pájaros cruzan casi como monos entre los árboles. La ruta no es del ser humano sino que es compartida. Pero también hay una domesticidad con los animales que es otra cosa que exploré en el libro, desde lo más absurdo como el cuento de la veterinaria y los perros branquicefálicos hasta la lealtad de Cusifai o la palomita llamada Nena. En muchos de los cuentos, los animales, además de ser protagonistas, dejan en evidencia lo absurdo del ser humano, y usando las ideas de Viveiros de Castro y otro poco de la imaginación me gustaba darles poder, correrme un poco del antropocentrismo para cambiar las reglas.
- Varias historias exploran infancias desobedientes, desigualdades y violencias. ¿Hubo algún descubrimiento o incomodidad durante el proceso de escritura que te haya marcado especialmente? Y también aparece el humor, como en “Más fácil es creer en Dios”. ¿Qué te atrae de estas vertientes?
- En esta idea de “escribir” un territorio me interesaba correrme de los lugares comunes, pero también explorar lo que es parte de nuestra idiosincrasia. Y en ese sentido creo que en Tucumán se vive con mucha intensidad, no es un “pueblo tranquilo”, al contrario. Lamentablemente hay mucha violencia, pero también hay mucho humor: nos pueden pasar las cosas más terribles, muchas veces ocasionadas por nosotros mismos, pero nos reímos, hay una liviandad en la tragedia que me parece muy atractiva y creo que no fue muy narrada. Es algo a lo que le presté mucha atención porque no quería hacer un libro oscuro, al contrario. Considero que muchas veces escritores porteños escriben al “interior” bajo esa premisa, pero tampoco hacerme la tonta con las problemáticas de Tucumán. Muchas de esas problemáticas tienen que ver con la vulnerabilidad de los niños y es algo que siempre me afectó, porque trabajo con ellos, y en esto que decía acerca de re-escuchar, de prestar atención, me detuve mucho en ellos y su sensibilidad.
- ¿Y cuál fue la conclusión?
- Fui consciente en poner en la balanza más lo luminoso, porque creo que el propio tucumano suele ver más lo negativo de su lugar. Yo quería resaltar los destellos que puedo ver en un charco de agua estacionada, no sólo en un río. Por eso también hay tantas clases sociales y situaciones familiares, porque cada una muestra un costado diferente de esta configuración de lo que es ser de aquí.
- Tucumán cruza el libro de punta a punta. ¿Cómo es tu mirada actual sobre la provincia, ahora que la contemplás a la distancia viviendo en Buenos Aires?
- Yo soy “militante” de Tucumán, amo mi provincia. No me fui a Buenos Aires renegando de ella sino que me fui en busca de otras oportunidades, de este sueño que se me cumplió de publicar y poder percibir algo de dinero haciendo las cosas que me gustan, cosa que lamentablemente por ahora Tucumán no me puede proporcionar. A mí Tucumán me parece alucinante para escribirla, Tucumán y todo el Noroeste, cada vez lo pienso más. Hay muchísimos temas, formas, tonos por explorar. No es casual que estén saliendo tantas películas sobre nuestro territorio. En lo artístico, algo de la centralidad de Buenos Aires se está agotando, no en el sentido de que no hay grandes artistas rioplatenses, tiene que ver con la homogeneización de las voces de quienes tienen el poder en los discursos literarios. Y el campo pide diversidad, pide otra imaginación, pide otras lenguas.
- ¿Cómo analizás este tiempo que nos atraviesa?
- Ojalá este impulso artístico que tiene la provincia históricamente y que costó tanto recuperar después de la dictadura fuera acompañado por políticas estatales que colaboren con destacar nuestro trabajo, y no lo digo como escritora, sino más bien como gestora cultural, ya que organizo el FILT hace 10 años. Ahí con mis compañeros, Blas (Rivadeneira) y Ezequiel (Nacusse) pudimos ver crecer al público, cómo se apropiaron del espacio, la gente pide por el evento todos los años. El tucumano tiene ganas de ser parte de su cultura, pero es importante fomentarla.
- ¿Qué momento sentís que transita tu proyecto de escritura? ¿Considerás que cada pieza dialoga o trabajás con autonomía cada libro?
- Pienso en la escritura como un proyecto. Mis libros no son autónomos, sino que en cada uno ensayo lo que sentí que me faltaba en el otro, y también se suman nuevas obsesiones y curiosidades. Muchas de las cosas que me interesan ya están en “De los potrillos nacen ríos”, unas más asentadas que otras: el Noroeste, las espiritualidades y las religiones, los animales, los pueblos originarios, el humor, la forma en que se cuentan las historias, la aventura y todo lo que no soy yo, como el título de mi cuento: me interesa mi yo en relación a otros y lo que sucede en esos encuentros.
- ¿Cómo sigue esta historia?
- Estoy en una etapa avanzada de escritura de mi novela, se llama “Muñecas” y va a salir el segundo semestre de 2026 o a comienzos del 2027, por Alfaguara también. Es mi proyecto más ambicioso en cuanto idea, tiempo, energía. A diferencia de los libros anteriores que acompañaban mi vida, esta novela me la tomó, me la robó y me la cambió un poco, así que tiene ese plus afectivo que me va a costar soltarla. También empecé el borrador de un libro de no ficción que mezcla biografía novelada, crónica y ensayo, pero todavía es algo muy prematuro. Ojalá que se me sigan ocurriendo motivos para escribir, porque es lo que me mantiene cuerda en este presente loco que nos toca vivir.
Presentación
Para reservar la fecha: 18 de diciembre en libro de oro
Los escritores Flor Méttola y Exequiel Svetliza acompañarán a Sofía de la Vega en la presentación de “De los potrillos nacen ríos”. Será el jueves 18 de diciembre, a las 20, en Libro de Oro (Corrientes 532),




















