El grinch
Las fiestas de Fin de Año suelen ser épocas asociadas con la felicidad, la celebración y la familia. Sin embargo, esto no se siente así para todas las personas, que pueden llegar a sentir una gran presión por las expectativas. El fenómeno en su situación más grave es conocido como “síndrome del Grinch”.
La especialista Beatriz Goldberg explicó que el fenómeno se manifiesta como una profunda resistencia o malestar ante las festividades, impulsado por una combinación de melancolía, expectativas no cumplidas y la exigencia de mostrarse eufórico. La experta continuó asegurando que el argentino, en particular, posee una veta melancólica que lo lleva a centrarse en “lo que falta” y no en lo que se tiene.
Cómo se manifiesta el “Síndrome del Grinch”
-Visión negativa generalizada: Tendencia a percibir el entorno de forma pesimista, incluso cuando el clima es de celebración.
-Hostigamiento personal en los balances: Evaluar el año con un enfoque exclusivo en los fracasos, errores o metas no alcanzadas.
-Hipersensibilidad ante las ausencias: Concentrar la atención en quienes ya no están, comparando el presente con versiones idealizadas del pasado.
-Ansiedad por el “mandato de felicidad”: Malestar generado por la presión social de mostrar alegría o entusiasmo de manera forzada.
-Efecto ventana o aislamiento social: Sentimiento de soledad profunda al percibir que el resto del mundo celebra mientras uno se siente excluido.
-Foco en las debilidades: Priorizar las carencias económicas, físicas o afectivas por encima de las fortalezas personales.
-Agotamiento por exigencias de consumo: Estrés causado por la necesidad de cumplir con estándares de éxito, regalos o gastos festivos.
El peso de los balances y el “mandato social”
La realización de balances anuales severos constituye un factor determinante en el aumento del malestar emocional. Ante esta situación, los especialistas sugieren llevar a cabo procesos de reflexión silenciosos y benevolentes que eviten el castigo personal por las metas no alcanzadas. Existe una tendencia generalizada a percibir el cierre de año como un límite innegociable, provocando una urgencia desmedida por resolver asuntos pendientes antes de la medianoche del último día de diciembre.
Este cuadro de estrés encuentra su origen en prejuicios sociales que imponen una visión de perfección absoluta sobre las festividades. Resulta vital aprender a diferenciar los anhelos auténticos de los mandatos externos, tales como la exigencia de éxito financiero o los estándares de apariencia física. Al descartar estos proyectos ajenos, se reduce la ansiedad y se permite una vivencia de las fiestas mucho más acorde a las necesidades individuales.
























