Galaxy

Por Humberto Hugo D´Andrea

10 Febrero 2012
El capitán O?Neil se había retirado a su camarote privado con la intensión de dormir pero no podía conciliar el sueño. No era raro, y lo atribuyó a que su reloj biológico con su ancestral condicionamiento imponía sus propias reglas en el espacio. Pero no podía engañarse, ya que era consciente de que su carácter y su estado de ánimo habían cambiado y de que su tendencia al aislamiento iba en aumento. No hizo ningún esfuerzo para tratar de dormir ya que sabía de sobremanera que sería totalmente inútil. Tampoco tenía ganas de leer en su TV interactiva, ni mucho menos escuchar tediosos informativos con propaganda de la compañía.

Quedó meditando y se dijo que el ocio y el aburrimiento eran a veces insoportables, y por más que los médicos desarrollaban drogas y ejercicios, había que concluir que la vida en el espacio, y mas a bordo de un súper transporte, era tediosa, casi insoportable. A veces se martirizaba preguntándose a sí mismo cómo fue que eligió este trabajo, luego que fuera licenciado del ejercito al terminar la gran guerra. Como consuelo, a veces racionalizaba que en cualquier caso resulta engañoso analizar decisiones asumidas en situaciones pasadas porque las circunstancias y las vivencias son irrepetibles y no pueden evaluarse en plenitud. Se amarró a su litera en posición yogui, tratando de poner la mente en blanco con la antiquísima técnica hindú de mirarse la punta de la nariz, bizqueando y regulando la respiración. Esto lo calmó un poco, pero el recurrente recuerdo de ella y el hecho de no tener noticias lo abrumaba; más bien lo perturbaba. Lo último que sabía era por un e-mail que recibió cuando había transcurrido algo más de un mes de aquel encuentro. El mensaje le había llegado muy distorsionado por la distancia y solo alcanzó a descifrar algunas palabras y aquella frase que lo dejó alelado: "Estoy embarazada. Te extraño mucho. Besos. Lorin". Después de eso, nunca mas logró comunicarse con ella y eso le angustiaba porque ya habían pasado seis largos meses, aunque sabía muy bien que las comunicaciones en el espacio no siempre son posibles. Se quedó pensativo, y volvió a rumiar el gastado recuerdo de aquel fortuito contacto, justo cuando estaba a punto de abandonar la Tierra.

II)

Metió sus papeles en el portafolio, tomó su gorra la puso bajo del brazo, salió rumbo a la plataforma de lanzamiento y se perdió entre la gente. Era uno más, excepto por su uniforme, en el heterogéneo y compacto grupo que subía por la escalera mecánica que lo llevaba a los diferentes túneles distribuidores. Miraba sin querer la gente que bajaba por la otra escalera que pasaba a la par y de pronto se sorprendió cuando algo que cayó, dio en la baranda, le golpeó el brazo y lo hizo mirar instintivamente hacia arriba. Sus ojos se cruzaron con aquellos otros azules en la cara de asombro de una mujer cargada de paquetes con uniforme de azafata. Tuvo un instantáneo reflejo y consiguió tomar casi en el aire el pequeño maletín y contorsionándose en una posición casi imposible aprovechó el momento en que se cruzaban y se lo alcanzó. "Oh, muchas gracias", dijo ella mientras pasaba. Anonadado quiso decir muchas cosas juntas y tan solo le salió una pregunta: "¿Asignación?". "Galaxy 80", respondió ella sonriendo sin darle importancia.

"Te buscaré en la red, dame tu clave" grito él descaradamente. "LZ 4021", respondió ella antes de desaparecer tragada por el túnel.

Cuando su nave estuvo estabilizada, caminó por la amplia cabina de mando mirando los monitores, fue palmeando a cada uno de los operadores, y se dirigió ansioso a su gabinete privado. Encendió su ordenador e introdujo la clave. El sistema le devolvió de inmediato: "Lorin Zandorf, 32 años, auxiliar de a bordo, asignada a nave Galaxy 80. Actualmente en vuelo. Destino: IO. Regreso con escalas en: Base H-7,Lunar 5 y M-27 ". La fotografía en colores de su rostro, le recordó su primera impresión.

III)

Los pasajeros de la Galaxy 80 se disponían a descansar luego de haberse servido lo que podría llamarse la cena. Muy solícita ella, iba asistiendo a cada uno para que acomodaran sus complicados asientos. Cuando terminó, reguló las luces y se retiró a su camarote.

Lo primero que hizo fue sacarse los gruesos zapatos de gravedad artificial, y luego toda su ropa. Sintió un alivio y se dejo flotar horizontalmente en su cabina, lo cual hacía con singular destreza, lograda a lo largo de muchos años de viajar por el espacio.

Estuvo largo rato flotando relajada hasta que un insistente zumbido le indicaba que había un mensaje en su vídeo receptor. Tomó la comunicación y un rostro masculino apareció en su pantalla, un tanto distorsionado por las interferencias. "¿Hablo con Lorin"?, escuchó.

" Si, ella habla", respondió. "Habla el capitán O?Neil, no se si me recuerdas".

"Claro que te recuerdo. Fuiste quien me alcanzó el maletín en las escaleras", dijo ella en un tono alegre. "Es una grata sorpresa escucharte, y de verdad que las tenemos pocas".

"Tenía muchas ganas de hablar contigo, y ver en qué escala podríamos coincidir", dijo él.

"Te pasaré mi programa de vuelo por fax y podrás ver dónde cruzamos", respondió ella.

"De acuerdo", dijo él. "Una vez que reciba tu fax, analizaré las rutas y te enviaré otro. Estaré ansioso porque llegue ese momento. Cuídate mucho", dijo. "Tu también", hasta pronto".

IV)

La Base Lunar 5 era una de las más grandes y congestionadas de la ruta por ser escala obligada de casi todas las naves, incluso de aquellas que como la Galaxy 80 no llegaban a la Tierra y seguían su rutas por el espacio.

El Capitán O?Neil se abría paso entre la gente y renegaba de ello caminando presuroso hacia las oficinas centrales de la Compañía. Estaba ansioso por averiguar si la Galaxy 80 ya había alunizado. El corazón le latió con fuerza cuando le dijeron que sí, que hacía 12 horas que estaba y que tenía salida prevista para dentro de seis horas. Miró su reloj y salió disparado hacia el gigantesco hotel.

"Te estaba esperando, no tenemos mucho tiempo, sube", dijo ella por el vídeo teléfono.

V)

Desde su lecho podía ver la Tierra a través de las paredes transparentes, y se sentía embargado por la nostalgia, mientras ella dormía con sus cabellos revueltos, apoyada en su hombro.

¡Cuánto daría por estar allí! Sin toda esta atmósfera artificial, pensaba. Sabía muy bien que pasarían años antes de que la Tierra le tocara como destino, y mas difícil aún era suponer que sus escalas coincidieran y volvieran a encontrarse. La probabilidad era muy remota.

Cuando sonó el teléfono, ella se despertó y atendió. Le avisaban que debía apresurase para iniciar el alistamiento. Se despidieron con un largo abrazo sabiendo que no podían prometerse nada y que quizá nunca mas volverían a encontrarse. Estaban embargados por un sentimiento de pérdida irreparable. La separación era inexorable como el destino.

VI)

El golpe en la puerta y el insistente llamado de su asistente lo sobresaltaron y volvió a la realidad. "Capitán tiene un mensaje privado de la compañía, por favor atienda", escuchó como entre sueños. Se incorporó, tocó la pantalla y la comunicación apareció escrita en el cuarzo: "Mail privado para el capitán O?Neil. Lamentamos informar el deceso de la auxiliar LZ 4021, asignada a la nave Galaxy 80. La causa de su muerte según el parte médico, fue un parto prematuro. Sus restos fueron cremados y sus cenizas arrojadas al espacio. Con esta comunicación hemos cumplido expresamente con su último deseo. Este fue un mensaje de Relaciones Internas de su compañía".

Se quedó tieso, se tomó el rostro con sus manos y no pudo contener un grito de dolor antes de soltar el llanto. No supo cuánto tiempo estuvo así y se sintió agotado, sin mas lágrimas. Con la mirada perdida, rebotando en las paredes, llegó hasta su botiquín, sacó un frasco y volcó todas las cápsulas en el hueco de su mano. Fue ingiriendo las cápsulas una a una ayudado por el líquido que tragaba de la cánula de su lavabo. Cuando terminó, flotó hasta su litera, se amarró prolijamente con sus cinturones, cruzó sus brazos sobre el pecho y se abandonó. Se imaginó tomado de la mano con Lorin, corriendo descalzos bajo el sol, pisando la arena de una playa que jamás visitaron. La escena creada por su mente se fue alejando y desdibujando poco a poco, a medida que se iba hundiendo en la inconsciencia.

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