Roger Waters dio anoche su noveno y último show en la Argentina

Un relato sobre el otro lado del show "The Wall".

IMPONENTE. Un enorme muro cubre el escenario de River. IMPONENTE. Un enorme muro cubre el escenario de River.

Armó su bolso de ilusiones y recorrió 1.300 kilómetros sobre un cielo azul. Apenas pisó tierra respiró buenos aires. Se sentía bien, cargado de expectativa, pero algo nervioso y de más ansioso. Instalado, aguardó que el sol despida con un adiós al día y saludó a la noche. Fue en ese momento que le cayó la ficha. Estaba por ver algo que esperó mucho tiempo y que sólo disfrutó -millones de veces- a través de videos, vinilos y hasta por una película.

Los nueve meses (tiempo que sacó las entradas) eran historia. El sueño de él, como el de las miles de personas que invadían Núñez, se haría realidad. La alegría en su rostro, pocas veces vista, dejaban en evidencia lo dicho. No era para menos: iba a disfrutar la obra maestra de Roger Waters, "The Wall".

Publicidad

Se sentó tranquilo, a pocos metros del imponente escenario, y sonrió. Lo ubicaron en platea preferencial, fila 2, asiento 15. Estaba listo para disfrutar algo histórico, nunca visto en Argentina. Miró a su alrededor e imaginó las mil y una historias de cada uno de los presentes. Pensó, internamente, que, como él, muchos no eran de Buenos Aires; sí de distintas partes del país. Pero allí, en River, todos eran uno.

Una gigantesca "pared" de más de 12 metros de alto y 100 de ancho fue su primer "wow". Y cuando escuchó esa voz gallega anunciando lo que se venía, su corazón comenzó a latir más de lo normal. Las luces se apagaron y los aplausos se multiplicaron. Una enorme explosión arrancó con el espectáculo y él, el espectador, ya no era el mismo.

Publicidad

"Así que pensaste que te podría gustar venir al show", tiró Roger Waters con su primer tema “In the Flesh?”. Palabras adecuadas del músico. Los ojos de aquel muchacho eran felices. Dos martillos pegaban constantemente su cabeza como también en el muro, que lentamente se iba armando. Una avioneta (sí, leyó bien) caía y muñecos enormes se levantaban. El sonido ultra envolvente envolvía y a la vez sacudía las entrañas de los espectadores en cada rincón del estadio. Los reclamos políticos aparecían. Todo era perfecto. Era un circo repleto de magia y psicodelia ochentosa que él, como todos, agradecía.

Fueron casi dos horas de sensaciones encontradas y recuerdos. Temas como “Waiting for the Worms”, “Young Lust”, “Another Brick in the Wall, “Comfortably Numb” continuaban sonando dentro suyo.

Sabía el espectador que era un privilegiado por lo que había visto. Por eso las lágrimas. Y como él, cientos de miles también hicieron lo mismo durante los nueve shows que brindó Roger Waters en Argentina. Ver derrumbar el muro junto con la canción “Outside the Wall”, para muchos, no tenía precio.

Sus presentaciones marcaron un antes y un después en la historia de los recitales en el país, superando las cinco fechas de los Rolling Stones en 1995 en River, y los seis conciertos de Soda Stereo en 2007, en el mismo estadio. Ayer, los telones imaginarios bajaron por última vez cargados de aplausos, recuerdos y nostalgias. La "watermanía" dijo adiós junto con el verano. Pero al espectador, quien escribe, todavía le duelen las manos. Y todo por una obra maestra como fue "The Wall".  Adiós, Roger...

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios