06 Noviembre 2012
Leonardo Favio fue un personaje ciertamente impredecible; se las compuso para poner a la par de un innegable talento artístico una explícita posición política en épocas en las que muchos personajes de la farándula consideraban conveniente cierta asepsia ideológica. Siendo ya un reconocido director y guionista, supo reconvertirse en cantante y músico y, en esa condición alcanzó una popularidad fenomenal durante un largo período.

Favio fue admirado y denostado con la misma intensidad por grupos irreconciliables, capaces de interpretar antagónicamente cada una de sus creaciones.

Cierta intelectualidad trató de restarle méritos a su cine argumentando que "Crónica de un niño solo" está copiada de "Los cuatrocientos golpes" de Truffaut, o que "Nazareno Cruz y el lobo" se queda a medio camino entre una propaganda de champú y "El séptimo sello" de Bergman. Pero conociendo la madera de la que estaba hecho Favio, puede darse por cierto que ninguna de estas críticas ha de haber mellado su espíritu combativo; tampoco logran opacar la calidad de su obra. Un tipo capaz de filmar "El dependiente" hace más de cuatro décadas, de atreverse a juntar a Carlos Monzón con Gianfranco Pagliaro para encarnar a los protagonistas de "Soñar, soñar", de lograr la fuerza narrativa de "Gatica, el 'Mono'", de plasmar un testimonio apasionado como "Perón, sinfonía del sentimiento" y de culminar su carrera con la belleza de "Aniceto", tiene asegurado un lugar de privilegio en la historia grande del cine nacional.

Comentarios