06 Diciembre 2012
La temperatura en la apertura de la semana del juicio "Arsenales II- Jefatura II", conocido como Megacausa, no dejó de subir durante la jornada, y no sólo por el calor del inminente verano tucumano.
Los relatos de víctimas sacuden a quienes los escuchan, aún a los abogados defensores de algunos de los 41 imputados por crímenes de lesa humanidad, a quienes el fiscal Peralta Palma acusó de intimidar a los testigos.
Por su parte, el defensor de Juan Carlos Benedicto, acusado de haber participado de "grupos de tareas" que perpetraban secuestros, dijo que dos testigos, los fiscales y el secretario de Derechos Humanos conforman una asociación ilícita.
El primer testimonio fue el de Luisa V, amiga y vecina de Nélida Sosa de Forti, secuestrada junto a sus cinco hijos, cuando estaba a bordo de un avion, en Ezeiza. Según consta en la investigación, el hecho se produjo el 18 de febrero de 1977. Sosa de Forti y sus hijos fueron forzados a bajar de un avión de Aerolíneas Argentinas en el aeropuerto de Ezeiza, que se dirigía a Venezuela.
La testigo describió que los hijos de la mujer desaparecida, luego de abandonar el avión, fueron dejados en la calle, vendados y atados. El mayor tenía 16 años. Todos fueron llevados, finalmente, a Venezuela donde compartieron exilio con la testigo. "Cuando los vi en Venezuela estaban con la ilusión de que su mamá volvería", expresó. Sosa de Forti continúa desaparecida.
Luego declaró el ex obrero del Ingenio San Juan, Juan Manuel Z, que estuvo en el Centro 24 días en el Clandestino de Detención (CCD) Jefatura de Policía de Tucumán, donde lo torturaron. Tenía 23 años cuando lo secuestraron.
Ante la pregunta de la Fiscalía, el testigo dijo que sí le quedaron secuelas: "hasta el día de hoy tengo miedo"
También se escuchó la declaración de Marcelo A., ex policía y periodista jubilado, quien narró el secuestro de su sobrino Gabriel.
Este testigo afirmó que su pariente fue detenido durante un procedimiento que comandó Roberto "el Tuerto" Albornoz, uno de los imputados en el proceso. "La última pista que tuvimos de Gabriel era que estaba detenido en el Arsenal. El policía que daba información era hombre muerto", describió.
Además, brindó a los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) un listado de supuestos informantes del Ejercito. Entre ellos, no sólo mencionó a Juan Carlos Benedicto, otro de los acusados en el proceso, sino a un abogado y a un juez de paz. "Albornoz respondía directamente al Comando. Se algunos nombres de los que trabajaban para él", afirmó. En un momento, el imputado Albornoz pidió declarar, pero sus defensores lo frenaron y explicaron que, lo que tenía para decir, no aportaría nada a la causa.
El quinto testigo, Raul S, de Concepción, secuestrado en 1977, relató las torturas a las que fue sometido durante su secuestro. "Escuché lamentos, alguien que pedía: por favor matenme". Lo tenían colgado de los pies hacía tres días, aseguró.
A su turno, Juan Carlos G. también reconoció a Albornoz como uno de su secuestradores, y detalló los tormentos por los que pasó. Contró que reconoció a varios detenidos, entre ellos a algunos que aún siguen desaparecidos.
Contó que fue perdiendo la vista a causa de las torturas. "Si yo tuviese la vista los reconocería a todos", dijo. Tras su valiente testimonio, se retiró en medio de aplausos. LA GACETA ©
Los relatos de víctimas sacuden a quienes los escuchan, aún a los abogados defensores de algunos de los 41 imputados por crímenes de lesa humanidad, a quienes el fiscal Peralta Palma acusó de intimidar a los testigos.
Por su parte, el defensor de Juan Carlos Benedicto, acusado de haber participado de "grupos de tareas" que perpetraban secuestros, dijo que dos testigos, los fiscales y el secretario de Derechos Humanos conforman una asociación ilícita.
El primer testimonio fue el de Luisa V, amiga y vecina de Nélida Sosa de Forti, secuestrada junto a sus cinco hijos, cuando estaba a bordo de un avion, en Ezeiza. Según consta en la investigación, el hecho se produjo el 18 de febrero de 1977. Sosa de Forti y sus hijos fueron forzados a bajar de un avión de Aerolíneas Argentinas en el aeropuerto de Ezeiza, que se dirigía a Venezuela.
La testigo describió que los hijos de la mujer desaparecida, luego de abandonar el avión, fueron dejados en la calle, vendados y atados. El mayor tenía 16 años. Todos fueron llevados, finalmente, a Venezuela donde compartieron exilio con la testigo. "Cuando los vi en Venezuela estaban con la ilusión de que su mamá volvería", expresó. Sosa de Forti continúa desaparecida.
Luego declaró el ex obrero del Ingenio San Juan, Juan Manuel Z, que estuvo en el Centro 24 días en el Clandestino de Detención (CCD) Jefatura de Policía de Tucumán, donde lo torturaron. Tenía 23 años cuando lo secuestraron.
Ante la pregunta de la Fiscalía, el testigo dijo que sí le quedaron secuelas: "hasta el día de hoy tengo miedo"
También se escuchó la declaración de Marcelo A., ex policía y periodista jubilado, quien narró el secuestro de su sobrino Gabriel.
Este testigo afirmó que su pariente fue detenido durante un procedimiento que comandó Roberto "el Tuerto" Albornoz, uno de los imputados en el proceso. "La última pista que tuvimos de Gabriel era que estaba detenido en el Arsenal. El policía que daba información era hombre muerto", describió.
Además, brindó a los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) un listado de supuestos informantes del Ejercito. Entre ellos, no sólo mencionó a Juan Carlos Benedicto, otro de los acusados en el proceso, sino a un abogado y a un juez de paz. "Albornoz respondía directamente al Comando. Se algunos nombres de los que trabajaban para él", afirmó. En un momento, el imputado Albornoz pidió declarar, pero sus defensores lo frenaron y explicaron que, lo que tenía para decir, no aportaría nada a la causa.
El quinto testigo, Raul S, de Concepción, secuestrado en 1977, relató las torturas a las que fue sometido durante su secuestro. "Escuché lamentos, alguien que pedía: por favor matenme". Lo tenían colgado de los pies hacía tres días, aseguró.
A su turno, Juan Carlos G. también reconoció a Albornoz como uno de su secuestradores, y detalló los tormentos por los que pasó. Contró que reconoció a varios detenidos, entre ellos a algunos que aún siguen desaparecidos.
Contó que fue perdiendo la vista a causa de las torturas. "Si yo tuviese la vista los reconocería a todos", dijo. Tras su valiente testimonio, se retiró en medio de aplausos. LA GACETA ©