Megacausa: empieza la audiencia con una imputada menos

Acosta de Barraza se descompuso. La primera testigo contó el secuestro de su hijo y las primeras reuniones con otras madres para ayudarse a buscarlos.

EX POLICIA. Barraza de Acosta (al medio) está acusada de haber participado de crímenes en el CCD de Jefatura de Policía. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO EX POLICIA. Barraza de Acosta (al medio) está acusada de haber participado de crímenes en el CCD de Jefatura de Policía. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO
14 Diciembre 2012
La última audiencia de la semana en el juicio contra 41 imputados por crímenes cometidos entre 1975 y 1983 comenzó dos horas tarde, y con una silla vacía en la fila de los acusados. María Luisa Acosta de Barraza, ex policia y acusada de haber participado de torturas y secuestros en el Centro Clandestino de Detención (CCD) que funcionó en la ex Jefatura de Tucumán, se descompuso ayer y se la autorizó a no participar de la audiencia de hoy.

El tribunal, en tanto, continúa escuchando la declaración de testigos, que no estén relacionados con causas en las que Acosta de Barraza está imputada.

La primera en declarar fue Faride S. quien relató el secuestro de su hijo, Ismael, el 16 noviembre 1977, a los 27 años. Luego, el estudiante fue visto en el CCD de Jefatura.

Luego del secuestro, Faride recibió siete anónimos: "¿Busca a su hijo? Lo ejecutamos por apátrida". Cuenta que fue a pedir apoyo a un sacerdote. "Qué hacías vos mientras tu hijo delinquía', fue la respuesta.

Luego, explicó que comenzó a reunirse con otras madres que buscaban a sus hijos, pese a que no les permitían reunirse en ningún lugar. Cuando terminó de brindar su testimonio, se retiró en medio de aplausos.

A continuación, María D, esposa de Juan Cativa, un empleado municipal que estuvo en la Jefatura. Relata cómo fue el secuestro, el ingreso de personas armadas a su casa, y cómo se la llevaron detenida junto a su esposo. Señala a Roberto Heriberto "El Tuerto" Albornoz como su interrogador.

Entre lágrimas, la testigo cuenta el estado en el que quedó su marido cuando lo liberaron. Tuvo que hacerse diálisis, tuvo un ACV, perdió la visión y la audición, todo como producto de las torturas. "Él quería que lo maten, porque no aguantaba más", relata.

Tras un cuarto intermedio de media hora, ingresó a la sala para declarar Julio Rodríguez Anido, uno de los pocos abogados que en los 70 defendía a detenidos. Cuenta que le pusieron una bomba en su casa y luego destruyeron su estudio jurídico. LA GACETA©

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