Por Juan Manuel Montero
28 Diciembre 2012
Somos rápidos. Investigadores, jueces y verdugos al mismo tiempo, y con velocidad extrema para tomar decisiones. Acostumbrados a sentenciar ante el mínimo atisbo de prueba. Expertos en levantar el dedo acusador. Y ahora esperamos Justicia. Que los jueces que osaron contradecirnos, que nos desilusionaron, que nos avergonzaron, sean destituidos, y además, sometidos a un proceso penal que los conduzca a la cárcel. Queremos que se haga la Justicia que, creemos, no se hizo con Marita. Creemos... Pero no somos jueces.
En 1994 O. J. Simpson personificaba el sueño americano. La estrella de los Buffalo Bills rompió todos los récords de la NFL. Pero el 12 de julio, cuando aparecieron los cuerpos de su ex esposa, Nicole Brown y del amigo de ella, Ronald Goldman, el mundo se derrumbó para él. Las pruebas, según la Policía, eran irrefutables. Nadie dudaba de la culpabilidad de Simpson. El 90% de los estadounidenses decía que iba a ser condenado. Pero el jurado, integrado por legos, que escuchó y vio las pruebas, lo absolvió. Años después, él confesó que había matado a la pareja. Pero ya no podían volver a juzgarlo por el mismo delito. El jurado popular se había equivocado.
Ahora, los camaristas que durante más de 10 meses juzgaron a los acusados del caso Verón, serán sometidos a un Jury de Enjuiciamiento. Puede ser debut y despedida de su cargo para Eduardo Romero Lascano, el primo del ministro del Gobierno Edmundo Jiménez, que accedió a la magistratura hace menos de un año. Y el corte definitivo para la carrera judicial de Alberto Piedrabuena y de Emilio Herrera Molina, más allá de que ya estaban por jubilarse -incluso el segundo de ellos presentó ayer su renuncia al cargo-.
Habían pasado segundos del fallo absolutorio, basado en una pésima investigación y por ende en falta de pruebas contundentes, cuando el abogado José D'Antona, representante de Trimarco, tildó de corruptos a los jueces y exigió el Jury. José Alperovich, que nunca había sentido semejante tembladeral bajo sus pies desde que es gobernador, saltó del sillón de Lucas Córdoba y se lo ofreció a la mamá de Marita. No quería quedar pegado. De un plumazo borró al ministro de Seguridad Mario López Herrera, un "inútil", según Trimarco, y nombró a su amigo y hasta ese momento ministro de Coordinación Jorge Gassenbauer para que contenga el vendaval. Pasaron 15 días. A pesar del anuncio ("necesito una semana para decidir qué hacer con la Policía"), aún no se sabe si Gassenbauer hizo algo concreto. Y desde ayer López Herrera es asesor de la Fiscalía de Estado. En Tucumán nada se pierde, todo se transforma.
A la comisión de Juicio Político de la Legislatura la conducen dos ultraalperovichistas: Sisto Terán (a la sazón, vicegobernador de Julio Miranda cuando secuestraron a Marita) y Guillermo Gassenbauer, el hijo del ahora ministro de Seguridad. Hay otros nueve legisladores del PJ y un opositor, Ricardo, el hijo del genocida Antonio Bussi. Tal vez la excepción sea este último. El resto no se opondrá a Trimarco. A sabiendas de lo que vendría, tanto Piedrabuena como Herrera Molina pidieron: "esperamos que quienes nos enjuicien sean tan justos e independientes como lo fuimos nosotros". La acusación, vale aclararlo, no es por el fallo, que es materia de Casación. Según los abogados, los magistrados tuvieron inconductas e incurrieron en delitos durante el juicio. Por eso quieren su destitución. Y el todopoderoso Alperovich ya les bajó el pulgar. Cuentan con los votos de cuatro de los cinco legisladores y del Fiscal de Estado. Los votos cantados no son los de los otros tres miembros: Daniel Posse, por la Corte, Sebastián Herrera Prieto, por el Colegio de Abogados, o el legislador opositor Alberto Colombres Garmendia. La cuestión será entonces si el juicio se dirimirá por la razón o por la pasión. O dicho de otro modo, si alguno de ellos está libre de pecado, ¿quien tirará la primera piedra?
En 1994 O. J. Simpson personificaba el sueño americano. La estrella de los Buffalo Bills rompió todos los récords de la NFL. Pero el 12 de julio, cuando aparecieron los cuerpos de su ex esposa, Nicole Brown y del amigo de ella, Ronald Goldman, el mundo se derrumbó para él. Las pruebas, según la Policía, eran irrefutables. Nadie dudaba de la culpabilidad de Simpson. El 90% de los estadounidenses decía que iba a ser condenado. Pero el jurado, integrado por legos, que escuchó y vio las pruebas, lo absolvió. Años después, él confesó que había matado a la pareja. Pero ya no podían volver a juzgarlo por el mismo delito. El jurado popular se había equivocado.
Ahora, los camaristas que durante más de 10 meses juzgaron a los acusados del caso Verón, serán sometidos a un Jury de Enjuiciamiento. Puede ser debut y despedida de su cargo para Eduardo Romero Lascano, el primo del ministro del Gobierno Edmundo Jiménez, que accedió a la magistratura hace menos de un año. Y el corte definitivo para la carrera judicial de Alberto Piedrabuena y de Emilio Herrera Molina, más allá de que ya estaban por jubilarse -incluso el segundo de ellos presentó ayer su renuncia al cargo-.
Habían pasado segundos del fallo absolutorio, basado en una pésima investigación y por ende en falta de pruebas contundentes, cuando el abogado José D'Antona, representante de Trimarco, tildó de corruptos a los jueces y exigió el Jury. José Alperovich, que nunca había sentido semejante tembladeral bajo sus pies desde que es gobernador, saltó del sillón de Lucas Córdoba y se lo ofreció a la mamá de Marita. No quería quedar pegado. De un plumazo borró al ministro de Seguridad Mario López Herrera, un "inútil", según Trimarco, y nombró a su amigo y hasta ese momento ministro de Coordinación Jorge Gassenbauer para que contenga el vendaval. Pasaron 15 días. A pesar del anuncio ("necesito una semana para decidir qué hacer con la Policía"), aún no se sabe si Gassenbauer hizo algo concreto. Y desde ayer López Herrera es asesor de la Fiscalía de Estado. En Tucumán nada se pierde, todo se transforma.
A la comisión de Juicio Político de la Legislatura la conducen dos ultraalperovichistas: Sisto Terán (a la sazón, vicegobernador de Julio Miranda cuando secuestraron a Marita) y Guillermo Gassenbauer, el hijo del ahora ministro de Seguridad. Hay otros nueve legisladores del PJ y un opositor, Ricardo, el hijo del genocida Antonio Bussi. Tal vez la excepción sea este último. El resto no se opondrá a Trimarco. A sabiendas de lo que vendría, tanto Piedrabuena como Herrera Molina pidieron: "esperamos que quienes nos enjuicien sean tan justos e independientes como lo fuimos nosotros". La acusación, vale aclararlo, no es por el fallo, que es materia de Casación. Según los abogados, los magistrados tuvieron inconductas e incurrieron en delitos durante el juicio. Por eso quieren su destitución. Y el todopoderoso Alperovich ya les bajó el pulgar. Cuentan con los votos de cuatro de los cinco legisladores y del Fiscal de Estado. Los votos cantados no son los de los otros tres miembros: Daniel Posse, por la Corte, Sebastián Herrera Prieto, por el Colegio de Abogados, o el legislador opositor Alberto Colombres Garmendia. La cuestión será entonces si el juicio se dirimirá por la razón o por la pasión. O dicho de otro modo, si alguno de ellos está libre de pecado, ¿quien tirará la primera piedra?
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