Por Fabio Ladetto
25 Enero 2013
El histórico papelón cometido ayer por el diario español El País, al publicar una foto de Hugo Chávez que resultó falsa, tiene, por lo menos, tres capas de análisis.
La primera es el propio error interno del medio, cuyas estructuras de control, chequeo y supervisión de la información fallaron rotundamente. Una noticia de tapa (y de trascendencia mundial como hubiese sido esta fallida primicia) debe pasar por varios filtros que, en esta oportunidad, no filtraron nada. Está claro que la decisión de la publicación llegó desde la instancia superior, la única autorizada además a pagar los 30.000 euros (más de U$S 40.000) que pedían por la imagen, según difundió el director del diario madrileño rival El Mundo, Pedro J. Ramírez. El País está sumido, desde hace años, en una profunda crisis económica, que lo llevó a despedir 129 periodistas a fines del año pasado y que, por lo menos en este caso, repercute en la calidad de la noticia que imprimió.
Otro plano es el del derecho a la intimidad de las personas, por más públicas que sean, en su lecho de enfermo. Hay un espacio en el cual se debe respetar al otro, no avasallarlo ni invadirlo. Y menos aún, sacarle fotos y publicarlas. Acá cabe una autorregulación severa de la prensa.
Pero esta valla no debe confundirse con la obligación del Gobierno de brindar una precisa, completa, adecuada y oportuna información acerca del estado de salud de un mandatario, sobre la cual Venezuela está en una evidente falta. La ausencia de datos facilita la especulación y alimenta las versiones (mientras más escandalosas y descabelladas, más fácil es su circulación).
En el último plano está la seducción de lo morboso, una tendencia que alimenta en forma acelerada a las sociedades contemporáneas. El también diario español ABC aumentó su venta con noticias sobre la gravedad del estado de Chávez, surgidas de fuentes altamente interesadas (como los servicios de inteligencia de Estados Unidos). Y ahora El País decidió publicar lo que publicó con el mismo objetivo de mejorar su tirada, cuando ella debe sostenerse en información confirmada y de calidad. Las reglas del mercado comercial no son las mismas que del periodismo, donde no vale todo.
La primera es el propio error interno del medio, cuyas estructuras de control, chequeo y supervisión de la información fallaron rotundamente. Una noticia de tapa (y de trascendencia mundial como hubiese sido esta fallida primicia) debe pasar por varios filtros que, en esta oportunidad, no filtraron nada. Está claro que la decisión de la publicación llegó desde la instancia superior, la única autorizada además a pagar los 30.000 euros (más de U$S 40.000) que pedían por la imagen, según difundió el director del diario madrileño rival El Mundo, Pedro J. Ramírez. El País está sumido, desde hace años, en una profunda crisis económica, que lo llevó a despedir 129 periodistas a fines del año pasado y que, por lo menos en este caso, repercute en la calidad de la noticia que imprimió.
Otro plano es el del derecho a la intimidad de las personas, por más públicas que sean, en su lecho de enfermo. Hay un espacio en el cual se debe respetar al otro, no avasallarlo ni invadirlo. Y menos aún, sacarle fotos y publicarlas. Acá cabe una autorregulación severa de la prensa.
Pero esta valla no debe confundirse con la obligación del Gobierno de brindar una precisa, completa, adecuada y oportuna información acerca del estado de salud de un mandatario, sobre la cual Venezuela está en una evidente falta. La ausencia de datos facilita la especulación y alimenta las versiones (mientras más escandalosas y descabelladas, más fácil es su circulación).
En el último plano está la seducción de lo morboso, una tendencia que alimenta en forma acelerada a las sociedades contemporáneas. El también diario español ABC aumentó su venta con noticias sobre la gravedad del estado de Chávez, surgidas de fuentes altamente interesadas (como los servicios de inteligencia de Estados Unidos). Y ahora El País decidió publicar lo que publicó con el mismo objetivo de mejorar su tirada, cuando ella debe sostenerse en información confirmada y de calidad. Las reglas del mercado comercial no son las mismas que del periodismo, donde no vale todo.
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