08 Febrero 2013
INÉDITO. José Mijalchyk (de pie), el primer sacerdote juzgado en Tucumán. LA GACETA / FOTO DE INéS QUINTEROS ORIO
Luego un mes y medio de receso se reiniciaron las audiencias por la Megacausa "Arsenales II-Jefatura II", en el Tribunal Oral en lo Federal Criminal. La causa alcanza a 222 víctimas e involucra a 41 imputados por delitos de lesa humanidad cometidos en los '70.
Las historias del horror y las tragedias sufridas durante la última dictadura cívico militar volvieron a ser las protagonistas de la jornada, en la que declararon Vilma Hortensia Rivero y Norma Natividad González.
La sesión se inició con la lectura del acta referida al estado de salud del imputado Luis Orlando Varela, que se encuentra internado en el Sanatorio del Norte. Según el documento, el médico Juan Montaner solicita que no se lo traslade al penal de Ezeiza hasta tener los resultados de los exámenes médicos. Se estima que el lunes se definirá el traslado de Varela a Ezeiza o al penal de Villa Urquiza. Por este motivo, no pudo presenciar las audiencias de ayer.
Ante esta situación, la querellante Laura Figueroa, en compañía del fiscal Leopoldo Peralta Palma, solicitó al Tribunal la reprogramación de la audiencia de Vilma Rivero, hasta que Varela pueda estar presente. El Tribunal, integrado por los jueces Carlos Jiménez Montilla, GabrielCasas y JuanCarlosReynaga (subrogante) no dio lugar al pedido.
Vilma Rivero, luego de escuchar atentamente la grabación de su anterior testimonio en la causa "Jefatura I", recordó el fatídico momento en que su hija, Ana Luisa Ibáñez, fue secuestrada a bordo de un Ford Falcon sin patente, la noche del 27 de mayo de 1977.
Ibáñez era estudiante de derecho y militaba en el MUP, pero al desencadenarse la violencia de los '70, su padre le dijo que "no vuelva más a Abogacía". Entonces, empezó a trabajar en el Sanatorio Rivadavia. "Sé muy bien que salió con compañeros del sanatorio, y antes de salir del trabajo llamó para avisar que salía a tomar un café con compañeras del trabajo y que volvía a las 23", relató con una firmeza estoica Rivero, de 83 años.
A eso de las 21, en Muñecas y Santiago, desde un Falcon estacionado sobre calle Muñecas, dos sujetos la sorprendieron y la obligaron a subir al vehículo, en tanto que obligaron al resto de sus compañeras a seguir caminando sin detenerse.
Según el relato de Rivero, una mujer le comunicó que vio que Ibáñez se sorprendía al reconocer a alguien dentro del Falcon, desde donde la secuestraron. La declaración apunta a que el entregador sería Juan Martín Martín, a quien Ibáñez conocía por intermedio de Lilia Sesto, también secuestrada y desaparecida. Martín confesó ser prisionero colaborador en la última audiencia de la causa de 2012.
La madre contó que acudió a la Jefatura de policía por intermedio de un conocido, para reunirse con el comisario Roberto Albornoz. "Él me respondió que vaya a preguntarle a los 'Montoneros', amigos de mi hija", recordó la mujer. Contó también que su hija la llamó "dos o tres veces" desde la Jefatura. "Ahora me doy cuenta de que la estaban torturando", reconoció.
Su testimonio finalizó pidiendo justicia, no venganza. Los familiares de desaparecidos aplaudieron la valentía de Rivero por volver a presentarse a declarar, en tanto que los familiares de los represores aplaudían con ironía.
También brindó declaración Norma González, por la desaparición del sindicalista azucarero Leandro Fote. Ella estuvo detenida entre la Jefatura y la "escuelita de Famaillá", hasta que la trasladaron al penal de Villa Devoto. La secuestraron 19 de abril de 1975, junto con su hermano Ricardo, de su casa en la villa del Ingenio San José. En su relato, reconoció a Leandro y Juan Fote, cuando los trasladaban en un camión.
En la Jefatura, González contó que se encontró con su hermana, quien hasta hoy permanece desaparecida. "Por las noches se escuchaban los gritos, los alaridos en la 'escuelita'", confesó González. Ante la intensidad del relato, en el que recordaba las torturas sufridas por ella y por su hermana, la querella solicitó que desalojaran la sala, para poder continuar con la narración.
Las historias del horror y las tragedias sufridas durante la última dictadura cívico militar volvieron a ser las protagonistas de la jornada, en la que declararon Vilma Hortensia Rivero y Norma Natividad González.
La sesión se inició con la lectura del acta referida al estado de salud del imputado Luis Orlando Varela, que se encuentra internado en el Sanatorio del Norte. Según el documento, el médico Juan Montaner solicita que no se lo traslade al penal de Ezeiza hasta tener los resultados de los exámenes médicos. Se estima que el lunes se definirá el traslado de Varela a Ezeiza o al penal de Villa Urquiza. Por este motivo, no pudo presenciar las audiencias de ayer.
Ante esta situación, la querellante Laura Figueroa, en compañía del fiscal Leopoldo Peralta Palma, solicitó al Tribunal la reprogramación de la audiencia de Vilma Rivero, hasta que Varela pueda estar presente. El Tribunal, integrado por los jueces Carlos Jiménez Montilla, GabrielCasas y JuanCarlosReynaga (subrogante) no dio lugar al pedido.
Vilma Rivero, luego de escuchar atentamente la grabación de su anterior testimonio en la causa "Jefatura I", recordó el fatídico momento en que su hija, Ana Luisa Ibáñez, fue secuestrada a bordo de un Ford Falcon sin patente, la noche del 27 de mayo de 1977.
Ibáñez era estudiante de derecho y militaba en el MUP, pero al desencadenarse la violencia de los '70, su padre le dijo que "no vuelva más a Abogacía". Entonces, empezó a trabajar en el Sanatorio Rivadavia. "Sé muy bien que salió con compañeros del sanatorio, y antes de salir del trabajo llamó para avisar que salía a tomar un café con compañeras del trabajo y que volvía a las 23", relató con una firmeza estoica Rivero, de 83 años.
A eso de las 21, en Muñecas y Santiago, desde un Falcon estacionado sobre calle Muñecas, dos sujetos la sorprendieron y la obligaron a subir al vehículo, en tanto que obligaron al resto de sus compañeras a seguir caminando sin detenerse.
Según el relato de Rivero, una mujer le comunicó que vio que Ibáñez se sorprendía al reconocer a alguien dentro del Falcon, desde donde la secuestraron. La declaración apunta a que el entregador sería Juan Martín Martín, a quien Ibáñez conocía por intermedio de Lilia Sesto, también secuestrada y desaparecida. Martín confesó ser prisionero colaborador en la última audiencia de la causa de 2012.
La madre contó que acudió a la Jefatura de policía por intermedio de un conocido, para reunirse con el comisario Roberto Albornoz. "Él me respondió que vaya a preguntarle a los 'Montoneros', amigos de mi hija", recordó la mujer. Contó también que su hija la llamó "dos o tres veces" desde la Jefatura. "Ahora me doy cuenta de que la estaban torturando", reconoció.
Su testimonio finalizó pidiendo justicia, no venganza. Los familiares de desaparecidos aplaudieron la valentía de Rivero por volver a presentarse a declarar, en tanto que los familiares de los represores aplaudían con ironía.
También brindó declaración Norma González, por la desaparición del sindicalista azucarero Leandro Fote. Ella estuvo detenida entre la Jefatura y la "escuelita de Famaillá", hasta que la trasladaron al penal de Villa Devoto. La secuestraron 19 de abril de 1975, junto con su hermano Ricardo, de su casa en la villa del Ingenio San José. En su relato, reconoció a Leandro y Juan Fote, cuando los trasladaban en un camión.
En la Jefatura, González contó que se encontró con su hermana, quien hasta hoy permanece desaparecida. "Por las noches se escuchaban los gritos, los alaridos en la 'escuelita'", confesó González. Ante la intensidad del relato, en el que recordaba las torturas sufridas por ella y por su hermana, la querella solicitó que desalojaran la sala, para poder continuar con la narración.