20 Marzo 2013
SENSIBILIZADA. Así se observó a la Presidenta durante el saludo a Francisco. PRESIDENCIA DE LA NACION
BUENOS AIRES.- Una explosión de euforia y las lágrimas que derramó la presidenta de la Nación a 14.000 kilómetros de distancia pueden enlazarse, en el día de la entronización del papa Francisco, para explicar desde los hechos los dos momentos más sensibles de una jornada que se tradujeron en dos notables corrientes emotivas.
En la madrugada porteña, nada menos que el Jefe de la Iglesia habló por teléfono desde Roma al canal de la Curia y pidió hacerse oír por los parlantes: la gente que estaba a esa hora en la Plaza de Mayo ha contado que no lo podía creer. Unas horas después, Francisco recibió primero que a nadie a la Presidenta argentina y la dejó puchereando de emoción.
Los dos instantes seguramente han sido inolvidables para los protagonistas. Los fieles que le hacían "el aguante al Papa" en la Plaza de Mayo explotaron cuando el padre Bergoglio disparó la palabra "diálogo" y la ovación quedó registrada en todas las grabaciones.
Por su parte, Cristina Fernández saludó conmovida a "Jorge", le agradeció todas sus deferencias y le deseó lo mejor. Hasta casi se olvidó de saludar a los demás dignatarios que estaban alrededor del besamanos. ¿Cómo traducir ahora esos dos polos que se han conectado por separado con un cierre de circuito que enlace a los fieles de toda condición social con la Presidenta, el tramo faltante? La misión será más una tarea de orfebres de la política que de simples electricistas.
En primer lugar, porque habrá qué ver si Cristina quiere que eso pase o si el ala ideologizada de su gobierno se lo va a permitir sin romper nada. Los silbidos de Tecnópolis, las manifestaciones sobre el pasado del hoy Papa en relación con la dictadura militar y hasta las opiniones de miembros de Carta Abierta serán una grieta difícil de soldar. Bergoglio los ha dinamitado y se defienden como pueden.
En segundo término, porque los antecedentes de la Presidenta sobre promesas electorales luego no cumplidas ponen en su debe un signo de interrogación que mueve a la desconfianza.
También habrá que ver si Cristina puede, porque del otro lado hay demasiadas broncas con el estilo y las formas presidenciales, con los hechos de corrupción que se le endilgan al Gobierno, con los lastres de figuras que no ayudan y con la negación del consenso y la exaltación del discurso único, el autoritarismo y la división que pregona el populismo.
Por otro lado, están los reparos de fondo que se hacen sobre las debilidades manifiestas del manejo de la economía, la inflación, la falsificación de los índices de precios, el aislamiento internacional y la mínima noción de institucionalidad que rige el mundo kirchnerista. Si bien es cierto que alguien que deseche la popularidad que le podría acarrear esta oportunidad histórica de rectificar el rumbo, montado en la ola de paz, amor, sencillez, mesura y diálogo que se ha generado alrededor de Francisco, es una rara avis en el mundo de la política, lo que también es cierto es que los Kirchner no están dispuestos a dejar de lado sus convicciones y, en ese sentido, Cristina es mucho más rígida que Néstor.
Pero, como también es cierto que los políticos no se suicidan, a la Presidenta se le ha presentado por delante una ventana impensada que su nueva relación con Bergoglio puede entornar o abrir de par en par. De ella y de la sinceridad con que sepa transmitirlo, depende.
En la madrugada porteña, nada menos que el Jefe de la Iglesia habló por teléfono desde Roma al canal de la Curia y pidió hacerse oír por los parlantes: la gente que estaba a esa hora en la Plaza de Mayo ha contado que no lo podía creer. Unas horas después, Francisco recibió primero que a nadie a la Presidenta argentina y la dejó puchereando de emoción.
Los dos instantes seguramente han sido inolvidables para los protagonistas. Los fieles que le hacían "el aguante al Papa" en la Plaza de Mayo explotaron cuando el padre Bergoglio disparó la palabra "diálogo" y la ovación quedó registrada en todas las grabaciones.
Por su parte, Cristina Fernández saludó conmovida a "Jorge", le agradeció todas sus deferencias y le deseó lo mejor. Hasta casi se olvidó de saludar a los demás dignatarios que estaban alrededor del besamanos. ¿Cómo traducir ahora esos dos polos que se han conectado por separado con un cierre de circuito que enlace a los fieles de toda condición social con la Presidenta, el tramo faltante? La misión será más una tarea de orfebres de la política que de simples electricistas.
En primer lugar, porque habrá qué ver si Cristina quiere que eso pase o si el ala ideologizada de su gobierno se lo va a permitir sin romper nada. Los silbidos de Tecnópolis, las manifestaciones sobre el pasado del hoy Papa en relación con la dictadura militar y hasta las opiniones de miembros de Carta Abierta serán una grieta difícil de soldar. Bergoglio los ha dinamitado y se defienden como pueden.
En segundo término, porque los antecedentes de la Presidenta sobre promesas electorales luego no cumplidas ponen en su debe un signo de interrogación que mueve a la desconfianza.
También habrá que ver si Cristina puede, porque del otro lado hay demasiadas broncas con el estilo y las formas presidenciales, con los hechos de corrupción que se le endilgan al Gobierno, con los lastres de figuras que no ayudan y con la negación del consenso y la exaltación del discurso único, el autoritarismo y la división que pregona el populismo.
Por otro lado, están los reparos de fondo que se hacen sobre las debilidades manifiestas del manejo de la economía, la inflación, la falsificación de los índices de precios, el aislamiento internacional y la mínima noción de institucionalidad que rige el mundo kirchnerista. Si bien es cierto que alguien que deseche la popularidad que le podría acarrear esta oportunidad histórica de rectificar el rumbo, montado en la ola de paz, amor, sencillez, mesura y diálogo que se ha generado alrededor de Francisco, es una rara avis en el mundo de la política, lo que también es cierto es que los Kirchner no están dispuestos a dejar de lado sus convicciones y, en ese sentido, Cristina es mucho más rígida que Néstor.
Pero, como también es cierto que los políticos no se suicidan, a la Presidenta se le ha presentado por delante una ventana impensada que su nueva relación con Bergoglio puede entornar o abrir de par en par. De ella y de la sinceridad con que sepa transmitirlo, depende.