09 Abril 2013
EN LA SALA. Pablo Amín (de rojo) estuvo ayer junto a sus abogados Roberto Flores y Martín Zottoli, custodiado por personal del servicio penitenciario. LA GACETA / FOTO DE ENRIQUE GALÍNDEZ
Hace tres años y medio que no se lo ve en un lugar público. Por eso ayer, algunas empleadas del juzgado correccional hacían bromas sobre la inminente llegada de Pablo Amín. "Le voy a pedir al juez que te deje sola con Amín", le dijo una mujer a otra en medio de carcajadas, antes de que llegara el imputado. En el edificio de avenida Sarmiento al 900 aguardaban al joven que en octubre de 2007 asesinó a su esposa María Marta Arias y le arrancó los ojos.
Amín debía enfrentar ayer, a las 9, un nuevo juicio. Esta vez era una causa por amenaza de muerte contra un funcionario judicial.
Con fuerte custodia
Vestido con una remera roja, jogging negro y zapatillas blancas, el imputado llegó en una camioneta del servicio penitenciario. Agentes de la División Especial de Operaciones Penitenciarias lo bajaron y lo escoltaron hasta la pequeña sala. Pero sólo estuvo cuatro minutos. Por orden policial, Amín fue retirado del recinto para regresar a la combi. En ese trayecto, de unos de 20 pasos, Amín caminó con las manos esposadas y rodeado por cuatro agentes más altos que él y armados hasta los dientes.
Pasaba el tiempo y el juicio no empezaba. A primera hora, los abogados defensores Martín Zottoli y Roberto Flores objetaron el proceso y pidieron la nulidad de la convocatoria al juicio. "No fuimos notificados en tiempo y forma", dijo Zottoli, mientras esperaba definiciones en la vereda del edificio.
El joven Amín permanecía adentro del móvil policial, que tiene una suerte de jaula metálica cerrada con candado, en la que suelen trasladar a los internos. Otros seis policías con el uniforme tradicional esperaban nuevas órdenes adentro del juzgado. En total eran 14 policías asignados a una misión: que no haya ningún problema.
El juez Marcelo Mendilaharzu pospuso el inicio del juicio, que estaba anunciado para las 9.
Al mediodía, uno de los abogados le alcanzó un sandwich y una gaseosa al imputado, que comió adentro del móvil. Parecía que todo iba a quedar pendiente para otro día. Sin embargo, a la tarde el juez citó, otra vez, a las partes, porque el proceso no podía postergarse. Si no había juicio, la causa prescribía.
La demanda se abrió contra Amín porque el 15 de septiembre de 2009, cuando estaba siendo juzgado por el crimen de su esposa, supuestamente amenazó de muerte al entonces secretario del tribunal, Luis Lezana Flores. Según figura en el expediente, Amín primero escupió en la manga izquierda al funcionario y luego le dijo: "¿querés que te saque los ojos?"...
La demanda no fue iniciada por el funcionario Lezana Flores,: fue el fiscal Alejandro Noguera quien actuó de oficio en aquel momento.
El juez Víctor Rouges tenía la causa, pero estaba en uso de licencia. En tanto que Mendilaharzhu fue juez subrogante y estaba decidido a que la causa no prescribiera. La fiscala María Fernández de Ramasco Padilla planteó la acusación en el juicio.
En un momento, el juez llamó a la sala a declarar a Lezana Flores. "No sentí que fuera una amenaza concreta. Sí me sentí molesto, pero no tenía miedo", afirmó. De inmediato, Amín pidió permiso para hablar. Se puso de pie y dijo: "le pido perdón si lo ofendí. Siento vergüenza por lo que pasó".
Después el psicólogo Eduardo Núñez Campero y su colega Ítalo Corrado coincidieron en que el imputado padece psicosis paranoica. "Amín no estaba en su sano juicio", resaltó Corrado. A su turno, el testigo Marcelo Lastra, asistente de Lezana Flores, remarcó que a su entender no hubo una actitud amenazante.
Tras los alegatos, a las 23.30, el juez Mendilaharzu anunció la absolución de Amín al considerar que no había prueba suficiente sobre una amenaza de muerte. Antes de la medianoche, el joven volvió a ser esposado, lo subieron a la combi y lo llevaron al penal de Villa Urquiza.
Amín debía enfrentar ayer, a las 9, un nuevo juicio. Esta vez era una causa por amenaza de muerte contra un funcionario judicial.
Con fuerte custodia
Vestido con una remera roja, jogging negro y zapatillas blancas, el imputado llegó en una camioneta del servicio penitenciario. Agentes de la División Especial de Operaciones Penitenciarias lo bajaron y lo escoltaron hasta la pequeña sala. Pero sólo estuvo cuatro minutos. Por orden policial, Amín fue retirado del recinto para regresar a la combi. En ese trayecto, de unos de 20 pasos, Amín caminó con las manos esposadas y rodeado por cuatro agentes más altos que él y armados hasta los dientes.
Pasaba el tiempo y el juicio no empezaba. A primera hora, los abogados defensores Martín Zottoli y Roberto Flores objetaron el proceso y pidieron la nulidad de la convocatoria al juicio. "No fuimos notificados en tiempo y forma", dijo Zottoli, mientras esperaba definiciones en la vereda del edificio.
El joven Amín permanecía adentro del móvil policial, que tiene una suerte de jaula metálica cerrada con candado, en la que suelen trasladar a los internos. Otros seis policías con el uniforme tradicional esperaban nuevas órdenes adentro del juzgado. En total eran 14 policías asignados a una misión: que no haya ningún problema.
El juez Marcelo Mendilaharzu pospuso el inicio del juicio, que estaba anunciado para las 9.
Al mediodía, uno de los abogados le alcanzó un sandwich y una gaseosa al imputado, que comió adentro del móvil. Parecía que todo iba a quedar pendiente para otro día. Sin embargo, a la tarde el juez citó, otra vez, a las partes, porque el proceso no podía postergarse. Si no había juicio, la causa prescribía.
La demanda se abrió contra Amín porque el 15 de septiembre de 2009, cuando estaba siendo juzgado por el crimen de su esposa, supuestamente amenazó de muerte al entonces secretario del tribunal, Luis Lezana Flores. Según figura en el expediente, Amín primero escupió en la manga izquierda al funcionario y luego le dijo: "¿querés que te saque los ojos?"...
La demanda no fue iniciada por el funcionario Lezana Flores,: fue el fiscal Alejandro Noguera quien actuó de oficio en aquel momento.
El juez Víctor Rouges tenía la causa, pero estaba en uso de licencia. En tanto que Mendilaharzhu fue juez subrogante y estaba decidido a que la causa no prescribiera. La fiscala María Fernández de Ramasco Padilla planteó la acusación en el juicio.
En un momento, el juez llamó a la sala a declarar a Lezana Flores. "No sentí que fuera una amenaza concreta. Sí me sentí molesto, pero no tenía miedo", afirmó. De inmediato, Amín pidió permiso para hablar. Se puso de pie y dijo: "le pido perdón si lo ofendí. Siento vergüenza por lo que pasó".
Después el psicólogo Eduardo Núñez Campero y su colega Ítalo Corrado coincidieron en que el imputado padece psicosis paranoica. "Amín no estaba en su sano juicio", resaltó Corrado. A su turno, el testigo Marcelo Lastra, asistente de Lezana Flores, remarcó que a su entender no hubo una actitud amenazante.
Tras los alegatos, a las 23.30, el juez Mendilaharzu anunció la absolución de Amín al considerar que no había prueba suficiente sobre una amenaza de muerte. Antes de la medianoche, el joven volvió a ser esposado, lo subieron a la combi y lo llevaron al penal de Villa Urquiza.
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