Recuerdan las noches que pasaron en los techos y el miedo a la brutalidad del agua revive

En 1992 y en 2000, el río Marapa desbordó y arruinó la vida de los vecinos de La Madrid. Hoy recuerdan lo que el agua les quitó.

DE TERROR. La imagen aérea muestra a La Madrid bajo el agua en el 92.   DE TERROR. La imagen aérea muestra a La Madrid bajo el agua en el 92.
Una persistente e intensa llovizna cae sobre La Madrid. El día gris, los charcos de lodo y barro en las calles, sólo son una muy pequeña muestra de lo que vivieron los madrileños, quienes sobrevivieron a dos inundaciones. En la primera, en febrero de 1992, el río Marapa desbordó de su cauce y arruinó la vida de miles de pobladores que vieron cómo sus pertenencias y sus casas quedaban bajo las aguas. Cuando lograron reponerse, ocho años después, la pesadilla se repitió. En marzo de 2000, el Marapa inundó nuevamente las calles de La Madrid. La ruta se transformó en un muro que frenaba la salida del agua y el pueblo se volvió un dique. Otra vez, los madrileños perdieron todo.

Los archivos de LA GACETA conservan, en papel blanco y negro, una foto tomada desde la ruta en febrero de 1992. En la imagen, el agua tapa la mitad de una casa esquina. Hoy, la casa sigue en pie, a pesar de haber soportado dos inundaciones. Su dueña, Blanca Estela Coronel de Alderete, de 65 años, aún vive en ella. La acompañan su hija María Esther, su yerno y sus nietos.

Aunque está en cama por culpa de la diabetes, Coronel se levanta para atender en su cocina al equipo de LA GACETA. Su hija prepara unos mates que sirven para levantarles el ánimo al fotógrafo, a la camarógrafa y al periodista en una mañana fría y de pies mojados.

Doña Blanca recuerda que en la primera inundación el agua llegó a las ocho de la mañana; unas 12 horas después, ya les daba en la cintura. Tuvieron que escapar hacia la ruta, el lugar más alto. "Junto a un camión armamos un techo y ahí pasamos toda la noche", cuenta, mientras mira cada detalle de las fotos en blanco y negro que les llevó LA GACETA. Al amanecer los trasladaron a la localidad de Monteagudo, ubicada a unos 10 kilómetros hacia el norte. Luego de una semana, pudieron regresar a la casa. "Estaba todo mojado y sólo pude rescatar algunas cosas", detalla.

"La segunda sí fue brava, brava", asegura. Recuerda que a la mañana el agua pasaba por sobre la ruta y la correntada se llevaba todo. Doña Blanca regresó a su casa luego de 10 días y se dio cuenta de que había perdido nuevamente todo. "Ha sido muy triste para mí. Cuando llegué me puse a llorar. Ver todo mi trabajo, mi sacrificio destruido", dice con bronca. "Es muy triste volver a reconstruir todas tus cositas, cuesta. Para mí fue muy penoso", rememora. Orlando Francisco Herrando es el farmacéutico de La Madrid. Pasado el mediodía cierra la farmacia y abre su casa, la misma que soportó dos inundaciones. "Es algo que nunca se olvida. Es traumático, no sólo por el momento de la inundación, sino también por el después", reflexiona ante la consulta de LA GACETA. Dice que luego de la segunda inundación, construyó una habitación arriba de la farmacia para subir los muebles y los medicamentos en caso de que las aguas del río Marapa desbordaran de nuevo.

Sin embargo, admite que no cree que pueda aguantar otra inundación más sin que le queden secuelas, "ya que las fuerzas no son las mismas".

Refugiados en el andén Miguel Jerez, de 65 años de edad, trabaja en la oficina del Correo, ubicado frente a la plaza principal. En el 92 estaba trabajando cuando lo sorprendió el agua, aunque no creía que se podían inundar. Sin embargo, en pocas horas, el agua avanzó sobre el pueblo y se tuvieron que refugiar en el andén de la estación de trenes, uno de los puntos altos de la localidad, ya que el agua había alcanzado un metro y medio de altura. En la terminal ferroviaria tuvieron que pasar la noche. Destaca que fue de gran utilidad que no se haya cortado la luz. "Gracias a eso, mucha gente logró salir. Porque en la oscuridad y en medio del agua no sabíamos para dónde íbamos a rumbear", sostiene.

Al otro día llegaron hasta la ruta y luego se fueron a la capital tucumana. "Cuando regresamos nos encontramos con un desastre", recuerda. Hoy rememora con humor una anécdota. Los alimentos escaseaban y el hambre se hacía sentir. En su casa, uno de los pollos escapó del agua subiéndose a un árbol. Treparon con un amigo las ramas y lo cazaron. Aunque les dijeron que era peligroso por las enfermedades, igual lo asaron y lo comieron.

Se quedan en su tierra
Se produjeron dos inundaciones en La Madrid y sus pobladores perdieron todo en ambas. Sin embargo, aunque tengan la posibilidad de irse a vivir a otro lugar, prefieren seguir luchando desde su terruño. Como el caso de Herrando, que desde hace 39 años trabaja en la farmacia y no está en sus planes abandonar el pueblo. "Nunca pensé en irme de La Madrid. Sí pensé en prevenir y perder la menor cantidad de cosas posibles", afirma. "Tampoco es fácil abandonar todo e irse", aclara.

Jerez cuenta que tiene propuestas para irse a vivir a otro lado, pero que prefiere quedarse en La Madrid. "Es un pueblo donde luchamos para seguir adelante; luchamos para que crezca", afirma.

Aunque se hicieron algunas obras de contención y construyeron un nuevo puente, que cruza el río a una mayor altura, no descartan que el agua avance de nuevo sobre sus casas. Cada vez que una fuerte tormenta azota la zona, revive el miedo entre algunos pobladores. Mucho más en aquellos que tuvieron que nadar para salvar sus vidas en media de la noche o subirse a los techos. Hoy el río Marapa está tranquilo y hasta los perros cruzan corriendo. Pero los madrileños lo siguen viendo como un monstruo dormido, un monstruo que puede despertar en cualquier momento.

Comentarios