Por Miguel Ángel Rouco
28 Abril 2013
BUENOS AIRES.- Una combinación de factores que van desde una elevada presión impositiva, abultado déficit fiscal, exceso de liquidez y un marco de debilidad institucional e inseguridad jurídica, son las causas que explican la abrupta escalada del dólar negro.
La brecha cambiaria con el dólar oficial que roza el 80%, muestra no sólo los temores de los agentes económicos sino también la debilidad de un modelo que languidece y que está mostrando números negativos. Los dos supuestos pilares del modelo, superávit fiscal y comercial, son apenas una anécdota. En realidad, la única columna del modelo fue la brutal devaluación de 2002.
El desequilibrio fiscal es alarmante y no encuentra fuentes de financiamiento. Agotada la capacidad de emisión monetaria y de reservas del Banco Central (BCRA), la administración Kirchner buscará hacerse de los dólares de los particulares, ahora que cuenta con las limitaciones a los recursos de amparo.
El BCRA ve tambalear su estructura patrimonial y en lugar de acumular reservas, embolsa papelitos de colores del Tesoro.
La balanza comercial se achica a la par de las caídas en las exportaciones y un incremento de las importaciones, en especial, de bienes energéticos, pero también de otros productos que resultan más barato comprarlos en el exterior que producirlos en el país, debido a la fenomenal suba de costos internos.
La inflación va cobrando las primeras víctimas: empleo y actividad. La inversión y la actividad industria se contrajo por segundo trimestre consecutivo, como consecuencia del cepo cambiario y las trabas a las importaciones.
A pesar de que la apuesta oficial vuelve a descansar sobre los ingresos de dólares de la soja, los productores comienzan a decirle "adiós" a la oleaginosa.
Se espera que la futura campaña empiece a reflejar una marcada contracción en el área sembrada, precisamente, por la suba de impuestos, por el aumento de los costos y la consecuente disminución de los márgenes brutos, incluidas las retenciones.
De allí que no resulta sorprendente que los principales pool de siembra comiencen a migrar hacia Uruguay, Paraguay y Brasil, en busca de un mejor tratamiento fiscal y financiero. En toda la ecuación productiva, las causas hay que buscarlas en los derechos a las exportaciones, aumentos en los IIBB, incrementos en las valuaciones fiscales de los inmuebles rurales, suba de los alquileres y el retraso cambiario. En un simple ejercicio teórico se calcula que el productor recibiría el 62% menos de dólar por tonelada de soja, solamente teniendo en cuenta el efecto de las retenciones a las exportaciones y el diferencial entre el cambio oficial con el contado con liquidación.
Según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, los márgenes brutos para la oleaginosa de primera y el maíz, después arrendamientos, son negativos o tendiendo a cero. En ese sentido, mientras que la soja de primera arroja un resultado bruto negativo de U$S 23,6 por hectárea, el maíz obtendría una ganancia bruta U$S 0,35 por hectárea.
Esto es sólo un presagio de cambios. Algo va a suceder porque de lo contrario, con menos producción granaria, habrá menos dólares para atender el déficit energético y para el pago de los servicios de la deuda.
El dólar por encima de $ 9 es una señal. Tal vez no inmediata, pero por ahora firme. El marco institucional deprime aun más el ánimo del foro judicial, de los agentes económicos y de la población que ve como se escapa el presente y el futuro, sueños y anhelos, esfuerzo y proyectos. Pero no todo está perdido, el cambio está en manos de quien quiera cambiar, aun en tiempos oscuros como éstos.
La brecha cambiaria con el dólar oficial que roza el 80%, muestra no sólo los temores de los agentes económicos sino también la debilidad de un modelo que languidece y que está mostrando números negativos. Los dos supuestos pilares del modelo, superávit fiscal y comercial, son apenas una anécdota. En realidad, la única columna del modelo fue la brutal devaluación de 2002.
El desequilibrio fiscal es alarmante y no encuentra fuentes de financiamiento. Agotada la capacidad de emisión monetaria y de reservas del Banco Central (BCRA), la administración Kirchner buscará hacerse de los dólares de los particulares, ahora que cuenta con las limitaciones a los recursos de amparo.
El BCRA ve tambalear su estructura patrimonial y en lugar de acumular reservas, embolsa papelitos de colores del Tesoro.
La balanza comercial se achica a la par de las caídas en las exportaciones y un incremento de las importaciones, en especial, de bienes energéticos, pero también de otros productos que resultan más barato comprarlos en el exterior que producirlos en el país, debido a la fenomenal suba de costos internos.
La inflación va cobrando las primeras víctimas: empleo y actividad. La inversión y la actividad industria se contrajo por segundo trimestre consecutivo, como consecuencia del cepo cambiario y las trabas a las importaciones.
A pesar de que la apuesta oficial vuelve a descansar sobre los ingresos de dólares de la soja, los productores comienzan a decirle "adiós" a la oleaginosa.
Se espera que la futura campaña empiece a reflejar una marcada contracción en el área sembrada, precisamente, por la suba de impuestos, por el aumento de los costos y la consecuente disminución de los márgenes brutos, incluidas las retenciones.
De allí que no resulta sorprendente que los principales pool de siembra comiencen a migrar hacia Uruguay, Paraguay y Brasil, en busca de un mejor tratamiento fiscal y financiero. En toda la ecuación productiva, las causas hay que buscarlas en los derechos a las exportaciones, aumentos en los IIBB, incrementos en las valuaciones fiscales de los inmuebles rurales, suba de los alquileres y el retraso cambiario. En un simple ejercicio teórico se calcula que el productor recibiría el 62% menos de dólar por tonelada de soja, solamente teniendo en cuenta el efecto de las retenciones a las exportaciones y el diferencial entre el cambio oficial con el contado con liquidación.
Según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, los márgenes brutos para la oleaginosa de primera y el maíz, después arrendamientos, son negativos o tendiendo a cero. En ese sentido, mientras que la soja de primera arroja un resultado bruto negativo de U$S 23,6 por hectárea, el maíz obtendría una ganancia bruta U$S 0,35 por hectárea.
Esto es sólo un presagio de cambios. Algo va a suceder porque de lo contrario, con menos producción granaria, habrá menos dólares para atender el déficit energético y para el pago de los servicios de la deuda.
El dólar por encima de $ 9 es una señal. Tal vez no inmediata, pero por ahora firme. El marco institucional deprime aun más el ánimo del foro judicial, de los agentes económicos y de la población que ve como se escapa el presente y el futuro, sueños y anhelos, esfuerzo y proyectos. Pero no todo está perdido, el cambio está en manos de quien quiera cambiar, aun en tiempos oscuros como éstos.