Por Miguel Velardez
28 Abril 2013
"El Pasaje de la Muerte" los aísla y provoca tanto miedo que ni los taxistas quieren entrar
"Aquí, como en todos lados, hay gente que trabaja", dice una vecina que pelea día a día para alejar a los jóvenes de las drogas. Los vecinos sufren la discriminación y la marginación, pero buscan alternativas para seguir adelante. El recuerdo de un crimen de hace 16 años en la cárcel
BAJO EL SOL. La calle de tierra es el territorio en el que se mueven los vecinos que salen a trabajar para sortear las dificultades económicas.
Si hay algo que sobra en este lugar son perros. Hay tantos perros deambulando en la calle, que uno podría tropezarse con ellos. Pero lo único que supera a la cantidad de perros son los chicos. Hay niños en brazos; otros jugando, y la mayoría va y viene a lo largo del territorio llamado "El Pasaje de la Muerte".
Así lo bautizaron, hace más de dos décadas, los propios vecinos de un tramo de 200 metros, sin pavimento, pero con cordón cuneta, donde las precarias casas parecen agolparse una al lado de la otra, dentro del barrio Los Pocitos. En lo que podría llamarse la puerta de acceso hay una pared cargada de grafitis pintados en letras negras con mensajes y nombres:
- El fin del mundo somos nosotros.- Pilín.Ni cheto, ni careta, los pocitos se respeta. - Fiesta (Rody, Peter, Coco, Peluka).- Los Pocitos barrio rocho.- Entra a tu perdición. El Pasaje... (El Tito) El nombre del pasaje abre aristas en todas direcciones, tanto para quienes viven allí como para "los de afuera". Los taxistas no quieren entrar a esa zona. Suelen dejar a los pasajeros a unas cuatro cuadras de distancia, en el radio donde está la sede de la Comisaría de Los Pocitos. Los choferes dicen que es mejor así para evitar problemas por cuestiones de seguridad.
Los vecinos del pasaje reniegan por la discriminación que padecen día a día. El nombre generó una estigmatización y la padecen. "Aquí, como en todos lados, hay gente que trabaja, que la tiene que remar todos los días, pero se margina sin razón, porque a nadie le pasó nada", dice Marcela Rivadeneira. La mujer vive en el pasaje desde hace 18 años. Lo conoce de principio a fin y se sabe de memoria quiénes viven en tal o cual casa. "Esto era un asentamiento y después nos dieron las tierras", recuerda.
En el canal
El pasaje está ubicado en una "zona de frontera", entre Las Talitas, Tafí Viejo y San Miguel de Tucumán. Más de dos décadas atrás, la mayoría de los vecinos vivían al borde del canal norte, que pasa por allí a unos 800 metros de distancia. En aquel tiempo era mucho peor, porque los pobladores de los barrios vecinos les llamaban despectivamente "los canaleros".
Para terminar con ese feo apodo, un día lo bautizaron "El Pasaje de la muerte". El nombre se le ocurrió a Julio Rivadeneira, un joven que vivía en esa cuadra, donde hoy sigue el resto de sus familiares. Julio cayó preso por un robo y fue alojado en el penal de Villa Urquiza.
El 16 de abril de 1997 murió quemado dentro de su celda en el penal. Aquella vez, la muerte de Julio generó después una revuelta de internos que derivó un motín que duró más de una semana para reclamar por mejores condiciones de vida en la cárcel.
Un gran problema
Hoy en día, lo que más preocupa a las madres es cómo alejar a los adolescentes y a los jóvenes de las drogas. La marihuana es la droga más cercana en los alrededores; la que está más a mano, si vale el término. Así como hay quienes deambulan con un porro al mediodía; hay otros jóvenes que luchan por un sueño. Santiago Ariel Albornoz formó un grupo de música con amigos. "Fieles Cumbieros" es el nombre de la banda, que no se calla y canta la triste realidad...
Este es el pasaje de la muerte / donde los políticos nos quitan en lugar de ayudarnos / donde para jueces y fiscales somos culpables hasta demostrar lo contrario / cuando nos hacemos como somos se horrorizan y nos matan en la calle como a ratas/ Antonia Figueroa pasa cerca del joven cantante. Ella camina lento, cargando una bolsa con verduras, y va rumbo a su casa en el otro extremo del pasaje. "Aquí cuando llueve no se puede caminar de tanto barro", se queja la señora. Los vecinos insisten en que la inseguridad es un problema en todos lados. "No nos conocen por eso piensan en el nombre del pasaje y creen que los van a matar, creen que si pasás, te van a dar una puñalada, pero no es así. La gente que trabaja no tiene que tener vergüenza y menos del lugar donde vive", remarca Marcela.
Ariel y sus amigos preparan los instrumentos para tocar en medio de la calle. A veces, basta con tan poco para mantener la mente ocupada. La música es una muy buena aliada. Tenés tus fierros para mandarte una macana / Tenés tu mina y te pasás tu tiempo en cana / Seguro tenés un hijo a quien darle de comer / Y está la policía que no te deja de joder también / Eber, Ariel, Exequiel, Josué, Gustavo, Sebastián y Gabriel tocan bajo el sol del mediodía. Cantan y bailan. Toda la cuadra es una fiesta. "Para todos los chicos que tienen que salir a pedir en los semáforos para poder vivir..." dice Ariel con el micrófono en la mano. Los chicos forman una tribuna en la vereda. Las mujeres hacen palmas. Todos le piden a Pilín que baile en el medio de la calle para el video de LA GACETA.com. En la esquina, otros vecinos miran de lejos, sin acercarse demasiado. Ellos son de afuera. Una mujer se acerca y me dice al oído: "usté' quedese tranquilo que aquí no le va a pasar nada".
Así lo bautizaron, hace más de dos décadas, los propios vecinos de un tramo de 200 metros, sin pavimento, pero con cordón cuneta, donde las precarias casas parecen agolparse una al lado de la otra, dentro del barrio Los Pocitos. En lo que podría llamarse la puerta de acceso hay una pared cargada de grafitis pintados en letras negras con mensajes y nombres:
- El fin del mundo somos nosotros.- Pilín.Ni cheto, ni careta, los pocitos se respeta. - Fiesta (Rody, Peter, Coco, Peluka).- Los Pocitos barrio rocho.- Entra a tu perdición. El Pasaje... (El Tito) El nombre del pasaje abre aristas en todas direcciones, tanto para quienes viven allí como para "los de afuera". Los taxistas no quieren entrar a esa zona. Suelen dejar a los pasajeros a unas cuatro cuadras de distancia, en el radio donde está la sede de la Comisaría de Los Pocitos. Los choferes dicen que es mejor así para evitar problemas por cuestiones de seguridad.
Los vecinos del pasaje reniegan por la discriminación que padecen día a día. El nombre generó una estigmatización y la padecen. "Aquí, como en todos lados, hay gente que trabaja, que la tiene que remar todos los días, pero se margina sin razón, porque a nadie le pasó nada", dice Marcela Rivadeneira. La mujer vive en el pasaje desde hace 18 años. Lo conoce de principio a fin y se sabe de memoria quiénes viven en tal o cual casa. "Esto era un asentamiento y después nos dieron las tierras", recuerda.
En el canal
El pasaje está ubicado en una "zona de frontera", entre Las Talitas, Tafí Viejo y San Miguel de Tucumán. Más de dos décadas atrás, la mayoría de los vecinos vivían al borde del canal norte, que pasa por allí a unos 800 metros de distancia. En aquel tiempo era mucho peor, porque los pobladores de los barrios vecinos les llamaban despectivamente "los canaleros".
Para terminar con ese feo apodo, un día lo bautizaron "El Pasaje de la muerte". El nombre se le ocurrió a Julio Rivadeneira, un joven que vivía en esa cuadra, donde hoy sigue el resto de sus familiares. Julio cayó preso por un robo y fue alojado en el penal de Villa Urquiza.
El 16 de abril de 1997 murió quemado dentro de su celda en el penal. Aquella vez, la muerte de Julio generó después una revuelta de internos que derivó un motín que duró más de una semana para reclamar por mejores condiciones de vida en la cárcel.
Un gran problema
Hoy en día, lo que más preocupa a las madres es cómo alejar a los adolescentes y a los jóvenes de las drogas. La marihuana es la droga más cercana en los alrededores; la que está más a mano, si vale el término. Así como hay quienes deambulan con un porro al mediodía; hay otros jóvenes que luchan por un sueño. Santiago Ariel Albornoz formó un grupo de música con amigos. "Fieles Cumbieros" es el nombre de la banda, que no se calla y canta la triste realidad...
Este es el pasaje de la muerte / donde los políticos nos quitan en lugar de ayudarnos / donde para jueces y fiscales somos culpables hasta demostrar lo contrario / cuando nos hacemos como somos se horrorizan y nos matan en la calle como a ratas/ Antonia Figueroa pasa cerca del joven cantante. Ella camina lento, cargando una bolsa con verduras, y va rumbo a su casa en el otro extremo del pasaje. "Aquí cuando llueve no se puede caminar de tanto barro", se queja la señora. Los vecinos insisten en que la inseguridad es un problema en todos lados. "No nos conocen por eso piensan en el nombre del pasaje y creen que los van a matar, creen que si pasás, te van a dar una puñalada, pero no es así. La gente que trabaja no tiene que tener vergüenza y menos del lugar donde vive", remarca Marcela.
Ariel y sus amigos preparan los instrumentos para tocar en medio de la calle. A veces, basta con tan poco para mantener la mente ocupada. La música es una muy buena aliada. Tenés tus fierros para mandarte una macana / Tenés tu mina y te pasás tu tiempo en cana / Seguro tenés un hijo a quien darle de comer / Y está la policía que no te deja de joder también / Eber, Ariel, Exequiel, Josué, Gustavo, Sebastián y Gabriel tocan bajo el sol del mediodía. Cantan y bailan. Toda la cuadra es una fiesta. "Para todos los chicos que tienen que salir a pedir en los semáforos para poder vivir..." dice Ariel con el micrófono en la mano. Los chicos forman una tribuna en la vereda. Las mujeres hacen palmas. Todos le piden a Pilín que baile en el medio de la calle para el video de LA GACETA.com. En la esquina, otros vecinos miran de lejos, sin acercarse demasiado. Ellos son de afuera. Una mujer se acerca y me dice al oído: "usté' quedese tranquilo que aquí no le va a pasar nada".
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