Una mirada sobre el rojo en las cuentas públicas

12 Mayo 2013

Ernesto MattosEconomista del Cemop y docente de la UBA

En distintos medios se asocia al déficit del Gobierno como un problema serio y que puede generar situaciones críticas en la economía: una de ella es la inflación. Para poder analizar esto es preciso mirar los números del presupuesto nacional, y preguntarnos: ¿cómo evolucionó el superávit/déficit del Gobierno? Si los comparamos con otros países, ¿como estamos? Si el déficit tiene relación con el nivel de inflación, usemos el caso de la Unión Europea (UE).

Los datos del informe del CEMOP sobre déficit en Argentina y la Unión Europea, nos muestra que existe un persistente déficit fiscal que ha influido poco en lo niveles de inflación del bloque (27 países). Hasta la crisis de 2008, con un rojo fiscal por debajo del promedio del -3,5%, la tasa de inflación fue del 2,3% promedio. El año emblemático fue 2008 donde la tasa anual alcanzó los 3,7%. El déficit fiscal en porcentajes del PBI, entre 2009 y 2012, fue del -7% y -4%, pero ante esto la inflación anual no se disparó. Si uno continua con el postulado de déficit-inflación, entre 2009-2012 la reducción del rojo fiscal tendría que haber influido en la baja de la tasa anual de inflación. Ahora, ¿se redujo? No, sino que pasó del 1% al 2,6%. Como resultado de este proceso, de bajas tasas de inflación y déficit fiscal existe una contracara que es una tasa de desempleo del 12,1% (2013). Los principales países de la UE han experimentado fuertes procesos deficitarios en porcentaje del PBI. Tanto Alemania, Grecia, España, Francia, Holanda como Reino Unido, a partir del 2009 profundizan sus procesos deficitarios a un promedio del -7,5% de su PBI. Las tres economías críticas son Reino Unido, Grecia y España. Como podemos contemplar el déficit fiscal poco tiene que ver con las tasas de inflación.

El caso argentino plantea una panorama distinto. En el período 2003-2012, hubo un superávit (promedio) del 2% como porcentaje del PBI. El superávit se mantiene entre 2003 y 2010; recién en 2011 y 2012 se pasa un déficit fiscal del -1,7% y -1% del PBI entre 2011 y 2012, respectivamente. Los datos que presentan los medios y ciertos sectores políticos están en millones de pesos. La realidad es que si lo medimos como porcentaje del PBI, para poder compararlo con otros países (no en millones de pesos), y si tenemos en cuenta que en la zona europea se acepta hasta un 3% del PBI de déficit, estamos dentro de los estándares internacionales. Sin embargo, la contracara de la economía argentina es una tasa de desocupación del 6,9% en tanto Francia y Reino Unido son del 11% y del 7,8%.

En síntesis, la inflación no tiene relación con el déficit fiscal. La explicación de la inflación debe buscarse en otras teorías y los nuevos aportes sobre cuales son las causas de ella en una economía periférica y con una estructura productiva diferente. Para el caso argentino, podemos decir que los niveles de déficit fiscal en % del PBI están dentro de los estándares internacionales que esta sustentada por una política macroeconómica de desendeudamiento, fuerte reservas a niveles récord, y una tasa de desocupación del 6,9% (2013). Esto fue posible en tanto el Estado ha logrado reactivar la economía en dos momentos, uno interno en 2001 y otro que tiene que ver con el contexto internacional que es a partir del 2008. No se puede decir abiertamente que la inversión social que ha realizado el Estado es la variable de ajuste ante una desaceleración económica, que ocurrió durante 2012. Cuando el consumo privado, entre 2008-2012, paso del 66% al 69% del PBI, lo que ha podido sostener la demanda agregada y evitar los fuertes efectos del contexto internacional. Como tampoco se puede decir que estamos en crisis o recesión ante este contexto, sino la UE desde hace años hubiera esta sumergida en un caos constante. La única salida a este contexto de 2012 se encuentra en los años previos (2001 y 2008): más Estado, más inversión pública y buscar mantener los niveles de ingresos, bajas tasas de desocupación y mayor incentivos a la producción, como se viene haciendo desde 2003.

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La Anses y el Central ayudan al resultado fiscal

Soledad Pérez Duhalde - Coordinadora de Análisis Macroeconómico - abeceb.com


Gracias a los $ 2.500 millones que transfirió el Banco Central (BCRA) y a los más de $ 700 millones que traspasó la Anses, el fisco pudo mostrar un resultado primario positivo en el primer bimestre de 2013. Sin esos fondos, hubiese arrojado un rojo de más de $ 2.000 millones. Si se descuentan los ingresos extraordinarios la brecha de tasas entre recursos y erogaciones asciende a 4,7 puntos porcentuales. Con cada vez mayor atraso, se dieron a conocer los datos del balance fiscal del segundo mes del año.

Los mismos mostraron un resultado positivo, pero no genuino. Como suele pasar, el BCRA y la Anses jugaron un rol clave. De hecho, considerando el primer bimestre, gracias a los $ 2.500 millones que transfirió el BCRA y a los más de $ 700 millones que traspasó la Anses, el fisco mostró un resultado primario positivo de $ 1.020 millones. Sin esos fondos las cuentas hubiesen arrojado un rojo primario de más de $ 2.000 millones.

De cualquier manera, el déficit financiero no se pudo cubrir. Los guarismos oficiales marcan que, en los dos primeros meses del año, el negativo superó los $ 2.100 millones. Y las perspectivas no son alentadoras. El gasto tiene un piso y los recursos genuinos no vienen bien. En particular, no ayuda un dólar blue a $ 10.

¿Qué pasó con los ingresos y gastos? Los ingresos sumaron $ 99.497 millones y con ello indicaron un alza del 29,8% en la comparación interanual; 3,8 puntos porcentuales de esta tasa de avance fueron explicados por los recursos extraordinarios (adelantos de ganancias del BCRA más utilidades del FGS). La realidad es que los ingresos tributarios aumentaron sólo 20,2%, y al ser el mayor componente de los recursos, impulsaron a estos últimos hacia abajo. Las contribuciones a la seguridad social, al sumar $ 37.617 millones, mostraron un crecimiento del 32,5%. Pero el alto crecimiento de las rentas de la propiedad, que ascendió a 667,5% es lo que en definitiva empujó a la tasa de avance de los recursos. Este hecho habla de las debilidades que impuso la propia política económica. Las decisiones tomadas por el gobierno alteraron el esquema precios relativos, beneficiando a sectores como el turismo y las importaciones a costa de los sectores exportadores y de los salarios, que no terminan de ajustarse a la pérdida de poder adquisitivo. En consecuencia, la actividad se desacelera y cae la recaudación. Es así que, de no ser por los recursos extraordinarios provenientes de BCRA y Anses la tasa de crecimiento de los ingresos hubiera sido menor (26%).

Por su parte, el gasto primario considerando enero y febrero creció un 30,7% con respecto al mismo período del año anterior y así alcanzó los $ 98.478 millones. Todos los conceptos del gasto crecieron fuerte. E incluso lo hicieron las erogaciones de capital.

Las transferencias destinadas al sector privado se expandieron un 21,1%. Ayudaron a este aumento la Asignación Universal por Hijo y las demás asignaciones familiares, como también el aumento de las coberturas asistenciales administradas por el INSSJyP (PAMI). Pero en particular se destaca el aumento de las compensaciones y subsidios a usuarios de servicios públicos, tanto para transporte como para uso energético, que mostraron tasas superiores al 50-60%. Los gastos de capital crecieron un 28,3%, impulsado principalmente por las transferencias de capital que registraron una suba del 27,1%.

Por último, los ajustes automáticos previstos por la Ley de Movilidad de Haberes y las moratorias siguen impulsando a las prestaciones a la seguridad social. En los primeros dos meses marcaron un alza del 34,3% y explicaron así un tercio del crecimiento total del gasto primario. Todo esto muestra la débil situación fiscal. Las fuentes genuinas de recursos se deterioran cada vez más y el gasto sigue creciendo, escenario que hoy se mantiene sólo gracias a los aportes del Central y de Anses, lo cual no se logra sin incurrir en importantes costos, de manera que no representa una estrategia sostenible a largo plazo.

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