NOVELA
LAS POSEÍDAS
BETINA GONZÁLEZ
(Tusquets - Buenos Aires)
A fines del 2012, un jurado de lujo, integrado por los escritores Juan Marsé, Almudena Grandes, Juan Gabriel Vásquez y Fernando Aramburu, le otorgó a esta novela el VIII Premio Tusquets Editores de Novela. La autora, Betina González (Buenos Aires, 1972), ya había sido galardonada con el Premio Clarín de Novela 2006, por su primer libro Arte menor.
Las poseídas es un relato de iniciación adolescente, en el marco de un colegio religioso en la zona de Olivos, al norte de Buenos Aires. La protagonista y narradora, María Cruz López, consciente de su inadecuación en el entorno social, prefiere la literatura, y el letargo de la educación de las monjas, a un comportamiento guiado por la aceleración hormonal: "a mí no me interesaba estallar antes de tiempo en maravillosa mujercita. No tenía cuerpo. No tenía alma. Lo único que me importaba era la vida de la mente y sus preciosos acontecimientos. Vivía en un mundo de palabras afiladas, de libros viejos que (yo creía) me contagiaban su antigüedad y su hermetismo, le daban un aire trágico, una aureola de clara justificación a mis desastres de peluquería, a la vulgaridad de mi familia y a la ropa comprada en tiendas de segunda…".
No obstante, cuando siente que debe iniciarse sexualmente, lo hace sin reparos, y sin romance. La mirada de los otros cambia después de esa experiencia. Hay algunos énfasis y ambivalencias que nos llevan a dudar de su absoluta confiabilidad como narradora (sumado al plural en el título).
López no se identifica con ninguna de sus compañeras, hasta que siente la pulsión vital, y se involucra en una relación de atracción y aversión con una estudiante nueva, Felisa Wilmer, enigmática, recién llegada de Londres, huérfana de madre, y desquiciada físicamente.
En el entramado de los hechos desfilan protagonistas que rayan lo paródico: la estereotipada Marisol Arguibel; la hermana Silvia, que huye con su amante por un hueco de la cerca del jardín, y el viejo exhibicionista, que siembra pánico entre los vecinos. Instrumentos con que se construye la historia y que, simultáneamente, deconstruyen la atmósfera gótica y trágica, en que Eros y Tánatos luchan por vencer.
En el relato hay espacio para inteligentes guiños literarios, como la presencia de una colección de fotografías de niñas, al estilo de las tomadas por Lewis Carroll, con la poderosa carga que el nombre sugiere. Reminiscencias de Salinger, Nabokov, James y Sábato reverberan en distintos aspectos de un texto intenso, conflictivo y magníficamente narrado.
© LA GACETA
María Eugenia Bestani