Al iniciarse la década del 30, siglo XX, no había en el país Interior centros especializados dedicados a los estudios históricos, pese a que en ese ámbito geográfico las tradiciones históricas estaban arraigadas en la memoria colectiva. Las investigaciones dependían de iniciativas concretadas por hombres de la cultura representativos de varias provincias, como Mons. Pablo Cabrera (Córdoba), Juan B. Terán y Ricardo Jaimes Freyre, en Tucumán. La nómina es abarcadora de casi todas las provincias.
La institucionalización del quehacer historiográfico tuvo principio en Mendoza (1934), cuando se funda la Junta de Estudios Históricos por iniciativa de escritores cuyos nombres perduran en libros esclarecedores del pasado regional. Por ejemplo, mons. José Verdaguer y el doctor Julio César Raffo de la Reta. Ese noble empeño fue contagioso. En 1935 nace la Junta de Estudios Históricos de Santa Fe; al año siguiente nace la corporación similar de Catamarca, y en 1937 la Junta de Salta, con el nombre de Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta.
La introducción
En Tucumán, ese cometido fue asumido inicialmente por la Junta Conservadora del Archivo Histórico Provincial, bajo la dirección de Manuel Lizondo Borda, que hizo valiosas ediciones documentales y una Historia del Tucumán escrita por él. A su fallecimiento, un grupo de investigadores hace nacer en 1967 la Junta de Estudios Históricos que ahora celebra 47 años de su existencia, bajo la presidencia de la profesora Teresa Piossek Prebisch.
Y lo hace con la publicación de una nueva entrega de su revista, la número 13. Las Palabras Preliminares explican con elocuencia la misión que cumple la institución, sostenida sólo por la voluntad y el compromiso de sus miembros, sin figuración en el presupuesto oficial y ni siquiera con la propiedad de una sede física. Este es el signo que caracteriza a la mayoría de las Juntas que existen en el país.
El contenido
Hemos leído con interés los trabajos que la revista contiene. Las pesquisas sobre la época colonial se deben a la autoría de Teresa Piossek, Cristina del Carmen López y Elena Perilli de Colombres Garmendia, que estudian, respectivamente, la labor del misionero P. Antonio Machoni en la comunidad aborigen de los lules; la organización de las estancias jesuitas en la Gobernación del Tucumán y el origen y evolución de la villa de San Pedro de Colalao.
Marta Inés Zavalía reseña prolijamente las iniciativas legislativas del gobernador Alejandro Heredia; Carlos Páez de la Torre nos ilustra sobre la actuación del Dr. Manuel Felipe Molina, diputado designado por la ciudad de San Miguel para integrar la Junta Provisional Gubernativa de 1810. Fue amigo de Fr. Cayetano Rodríguez y víctima de persecución política por el Triunvirato que disolvió a la Junta y expulsó de Buenos Aires a los diputados de las ciudades.
Ventura Murga aporta original información del primer cementerio público de Tucumán, construido en 1827 cuando el gobernador doctor Nicolás Laguna se hizo eco de la propuesta del procurador de la ciudad. Hasta ese momento los difuntos eran sepultados en los templos o en terrenos adyacentes.
El doctor Eduardo Frías Silva (1903-1988) dejó un minucioso testimonio sobre la descripción física de la plaza y calles céntricas de Tucumán, en 1910, con mención de los vecinos que residían en ese lugar. Dicho testimonio fue conservado por un sobrino suyo, el doctor Hernán Frías Silva, quien facilitó el texto original a Páez de la Torre. Sara Peña de Bascary rescata la olvidada personalidad del profesor Inocencio Liberani, naturalista y arqueólogo, quien realizó fecunda docencia en el Colegio Nacional y la Escuela Normal y tuvo la iniciativa precursora de relevar las ruinas indígenas de Loma Rica (Santa María-Catamarca) en 1876. Ese informe abrió el camino para las pesquisas posteriores de Lafone Quevedo y Juan B. Ambrosetti.
Nélida Beatriz Robledo transcribe los documentos del Archivo Histórico de la parroquia de "Nuestra Señora de Belén" (Catamarca).
Félix Alberto Montilla Zavalía estudia la gestión de los interventores federales designados por el jefe de la "Revolución del 6 de septiembre de 1930": José Félix Uriburu.
La docencia
Se mencionan, finalmente, las actividades de la Junta: cursos sobre historia provincial y nacional con sede en el Centro Cultural "Alberto Rougés", y se publican notas necrológicas de justiciera recordación para los miembros fallecidos de la institución.
Compartimos y valoramos la gestión de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, cuya docencia cultural llena un espacio vacante en la preocupación social.
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Armando Raúl Bazán