"Un magistrado debe ser imparcial incluso respecto de sí mismo"

El ex presidente de la Federación Argentina de la Magistratura disertó sobre el perfil del juez en las IX Jornadas Nacionales del Foro Federal de Consejos de la Magistratura y Jurados de Enjuiciamiento de la Argentina. En esta entrevista, el magistrado salteño afirma: "la Justicia debe ser creíble para poder poner límites que desafíen a la mayoría"

EL PERFIL DEL JUEZ. Abel Fleming ayer en el hotel Hilton Garden Inn. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO EL PERFIL DEL JUEZ. Abel Fleming ayer en el hotel Hilton Garden Inn. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO
01 Junio 2013

Cuarenta minutos de diálogo con Abel Fleming (1957, Salta) son suficientes para dar vuelta varias veces a la Justicia. Para analizarla sin anteojeras ni tabúes, y terminar creyendo que, si de verdad se quiere y se está dispuesto a correr el riesgo (de cambiar), otro Poder Judicial es posible. Esa conversación aleccionadora ocurrió ayer después del desayuno en el hotel Hilton Garden Inn, cuando el juez salteño aceptó resumir la ponencia que había preparado para las IX Jornadas Nacionales del Foro Federal de Consejos de la Magistratura y Jurados de Enjuiciamiento de la Argentina. Y en ese trámite, formuló el reto inesperado (que luego se convertiría en titular): "un magistrado debe ser imparcial incluso respecto de sí mismo".

Al juez de este siglo se le pide que sepa Derecho; gestionar; liderar equipos; aplicar la perspectiva de género; manejar las nuevas tecnologías... También se le pide que sea consciente de las consecuencias sociales, económicas y hasta políticas de sus sentencias. Esas exigencias aparecen cada vez que se discute sobre el perfil del juez y la escuela judicial y, como no podía ser distinto, aparecieron durante estas jornadas nacionales co-organizadas por el Consejo Asesor de la Magistratura de Tucumán, y el Foro Federal de Consejos de la Magistratura y Jurados de Enjuiciamiento de la República Argentina (ver "Conclusiones...").

"Tiene que ser tantas cosas que yo ya no sé qué hago en la Justicia", bromeó Fleming, que desde el año pasado integra el Tribunal de Impugnación en su provincia natal. Y sin negar el valor de los atributos mencionados, opinó que las notas esenciales del perfil del juez son la independencia y la imparcialidad. "Que no consisten en la misma cosa", anticipó.

La independencia plantea al juzgador el desafío de fallar con la conciencia y la ley, sin injerencias indebidas tanto internas como externas ni órdenes ni sugerencias ni presiones mediáticas. "Parafraseando al filósofo popular (Ringo) Bonavena, el juez es el boxeador que, al momento de sentenciar, entra en un ring donde ni siquiera le dejaron un banquito", comparó para explicar que, en cada resolución, el magistrado debe jugarse entero y llegar hasta el fondo de su honestidad intelectual.

"La imparcialidad es un asunto más complejo. La principal amenaza de ese atributo proviene del propio magistrado, que tiene que evitar fallar desde su prejuicio, su historia personal, su escala de valores, su perspectiva cultural o social... ¡Esto es bastante complicado! Pero hay que intentar resolverlo buscando ser, antes que nada, un juez de la Constitución, cuyo modelo ideológico resulta de aplicación inexcusable. En la función judicial uno es el leviatán de uno mismo", postuló el ex presidente de la Federación Argentina de la Magistratura (FAM).

También opinó que, en la imparcialidad, el juez ha de tener sensibilidad para con el prójimo: "debe ser capaz de poder colocarse en el lugar del otro". Y admitió que estas ideas se alejan del modelo del juez estudioso del Derecho. "Eso importa tanto como conocer los hechos porque de esa ignorancia provienen la mayor parte de los yerros judiciales. Cuando los hechos no son captados con precisión, el juez llega a una solución formal y teórica, como si sólo se hubiese acercado a la cáscara o máscara del conflicto", reflexionó Fleming.

Una Justicia con orejas

Y sin detenerse a tomar aire, ensayó la siguiente proposición sui géneris: "el magistrado ha de ser capaz de entender la multiculturalidad tanto o más que el Derecho. Si lo pudiésemos definir por uno de los sentidos, diría que es el oído. El juez que escucha, comprende y, por ende, se acerca a las partes desde una posición de apertura y perplejidad, y se aparta de la posibilidad de fallar a partir de convicciones antojadizas".

Matar al verdugo

Fleming fue dos veces titular de la FAM (su gestión coincidió con los nuevos aires institucionales que comenzaron a soplar tras el último recambio en la Corte Suprema de Justicia de la Nación). Asimismo pasó por la Federación Latinoamericana de Magistrados, donde se desempeñó como secretario general. En total, dedicó 10 años a trabajar -con un estilo combativo- en la faz gremial de la magistratura. Luego consideró que había dado suficiente y que era oportuno hacer un paso al costado. "A veces tengo que morderme las uñas para no hablar", confesó a LA GACETA este jueves.

Por esa decisión de salirse del foco, Fleming declinó abordar la reciente reforma judicial impulsada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Pero no eludió interpretar críticamente la pretensión de que el juez conozca las consecuencias de sus decisiones. "Los poderes políticos están para realizar proyectos colectivos y adoptar medidas que satisfagan a la mayoría aunque frustren expectativas minoritarias. Hay una lógica de costo-beneficio: la política puede pagar ciertos precios en aras del bienestar general. La Justicia, en cambio, nunca debe aplicar una ecuación de esa naturaleza", expresó Fleming, que estudió abogacía en la Casa de Juan B. Terán.

La Justicia, según este criterio, ha de cumplir la promesa constitucional que aparece rota en el caso concreto aunque eso coloque al juez en una posición contramayoritaria, que no contenga la expectativa social. "La política se guía por el consenso; la Justicia, por la aplicación de la ley desde la perspectiva constitucional. Esto no quita que el juez atienda a la repercusión de sus fallos: es deseable que estos sean legitimados por el consenso, pero, cuando entran en contradicción con él, el magistrado está obligado a tomar la decisión que haga falta aun defraudando a la mayoría. Si esto no fuese así, en lugar de jueces habría verdugos", advirtió.

Fleming conjeturó que el consenso social, en ocasiones, no quiere justicia sino venganza y una respuesta inmediata: "a la gente le basta con leer el diario para condenar a un ciudadano. Pero el juez necesita que la comprobación se dé en un proceso sujeto a determinadas reglas que garantice el derecho de defensa de las partes. Su respuesta requiere tiempo y tiene límites".

En ese tren, negó que el juzgador despreocupado de las consecuencias económicas o institucionales de sus fallos caiga en el llamado "gobierno de los jueces". "Los magistrados practican una intervención circunscrita al caso concreto, y necesitan que alguien les golpee la puerta y les pida justicia. Mientras que los políticos configuran el 99,9% de las reglas de juego que rigen nuestras vidas. Me parece una exageración decir que co-gobiernan los jueces cuando estos dictan sentencias que no gustan al poder", evaluó.

Para rematar los 40 minutos de intercambio, Fleming ahondó en la idea del juzgador que, con el fin de complacer a la mayoría, se convierte en verdugo: "la Justicia debe ser creíble para poder poner límites que desafíen a la mayoría; para decir 'pena sin juicio previo no' y 'presunción de inocencia sí'... Estas son las barreras que dan operatividad al pacto social de la Constitución, aquel acuerdo que suscribimos antes de saber si seremos víctimas o victimarios. Pero, para que la Justicia actúe en forma contramayoritaria, tiene que haber confianza en ella y en ese sentido ayudan la austeridad republicana, la ética, la transparencia, la comunicación abierta, la gestión profesional y el empleo de un lenguaje entendible para la gente común. Sin crédito social, el juez que ose desafiar a la mayoría será linchado y destituido".

CONCLUSIONES DE LAS JORNADAS

PERFIL DEL JUEZ
.- Las IX Jornadas Nacionales del Foro Federal de Consejos de la Magistratura y Jurados de Enjuiciamiento de la Argentina, que convocaron a asistentes de 14 provincias, concluyeron ayer con la enunciación de corolarios relativos a los dos temas que monopolizaron la actividad: el perfil del juez y la escuela judicial. Respecto del primer asunto, se dijo que las entrevistas que tienen lugar durante el proceso de selección del magistrado no son aptas para apreciar la idoneidad psicológica del postulante, por lo que se recomienda el empleo de evaluaciones psico-técnicas. Los miembros del Foro Federal de Consejos de la Magistratura y Jurados de Enjuiciamiento de la República Argentina (Fofecma) afirmaron asimismo que el juez ha de tener en cuenta las consecuencias económicas y sociales de sus decisiones. "Es insoslayable tomar conciencia de que el Poder Judicial existe para beneficio de la comunidad. Se necesita un juez con responsabilidad social. Para ello no basta con la especialización jurídica, sino que se requiere una preparación integral adecuada", expresaron respecto de este asunto y entre otras consideraciones.

ESCUELA JUDICIAL.- Los asistentes manifestaron que era la primera vez que deliberaban en forma específica sobre este tema y que sólo había escuelas judiciales en los consejos de la magistratura de las provincias de Buenos Aires y de Tucumán (fue creada por ley de este año). Y añadieron: "se advierte que esta oferta educativa nació destinada a jueces y funcionarios judiciales, y que se tiende a ampliar el acceso a abogados en ejercicio de la profesión. Existe consenso entre todos los participantes que, para definir qué escuela judicial se quiere diseñar, resulta necesario discutir y definir previamente el perfil del juez que se procura formar".

Mi sueño para el Bicentenario
A 1.135 DÍAS DEL 9 DE JULIO DE 2016 

"Deseo un país donde haya límites a la prepotencia mayoritaria y donde la prioridad política sea la construcción de ciudadanía: el paso de la asistencia social que empobrece y quita dignidad a un país más justo y con mayor inclusión social real. Se construye ciudadanos en el jardín de infantes y en la escuela primaria. Educación, educación, educación para respetar la cosa pública y aprovechar las oportunidades de progreso personal y colectivo".

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