Por Indalecio Francisco Sanchez
05 Junio 2013
Los cabuleros habrían apostado sin dudar que este año terminado en 13 iba a ser de "mala suerte". Los que creen fervientemente en el poder de los números le atribuyen a la cifra la nefasta facultad de ser yeta. Más allá de las cuestiones esotéricas, la primera mitad del año causó infortunios diversos a distintos actores de la política comarcana.
Los José Alperovich y Cano fueron receptores de primera línea de las desgracias políticas del año con terminación maldecida. El gobernador atravesó un verano duro, con malas comunicaciones con el Gobierno nacional y recibiendo golpes sociales, en las calles, de los descontentos con la política kirchnerista. Veía que las elecciones legislativas iban a ser una complicación y decidió tomar el toro por las astas: desparramó por los cuatro vientos el rumor de que él y Domingo Amaya iban a encabezar la lista de candidatos. Feliz, creyó que con esa jugada mataba varios pájaros de un tiro: agraciaba a la impredecible Cristina, disciplinaba a la tropa, arrasaba con la oposición y quedaba bien acomodado para empujar una reforma que le habilitará la reelección. Pero no fue así. Los mitos populares -como el de la yeta- cuentan que el José que también es Jorge debió virar de planes con mayor rapidez que la que gira un trompo para acomodarse en un escenario distinto al que había imaginado. Algunos dicen que se bajará de la candidatura testimonial ante los supuestos dichos presidenciales en contra de ese tipo de postulaciones. Otros, que en realidad los números de las encuestas no le auguraban un buen resultado en las urnas y que por ello agarró la supuesta frase cristinista de "no quiero testimoniales" para bajarse de la contienda electoral de octubre. Hasta afirman que estaba cantado -en los guarismos- que perdería en San Miguel de Tucumán ante una coalición opositora.
El José que también es Manuel comenzó el año feliz con su mediático cargo de titular del bloque radical en el Senado. Había acomodado con el diputado Luis Sacca ciertos asuntos políticos que garantizaban un lugar salible para el también diputado Juan Casañas y cierto ordenamiento intraUCR y extrapartidario con los aliados de la Mesa de Diálogo. La única incomodidad con la que caminaba Cano era la de la mochila de la interna que, aunque pesada, forma parte de su cotidianidad, cual estudiante primario camino a la escuela. Pero el José que no es senador (¿por ahora?) le trabó el paso. ¿Si Alperovich pelea ahora, que la economía está complicada, que la sociedad está alterada, por qué no medir fuerzas y "perder bien" de cara a 2015?, pensó el radical. Caviló la posibilidad y dijo que sí a lo que antes había dicho que no: "si el gobernador es candidato, yo lo enfrentaré". En el medio, con su salida al ruedo electoral se cargó de reproches, solicitudes, exigencias y chicanas de sus aliados y de sus contrincantes. Y dudó. Y sembró la duda. Cuando el gobernador hizo lo mismo respecto de su candidatura, Cano trastabilló. Como si se le hubiese venido encima el yugo de la yeta, el senador tambalea entre aquel no y este sí. La opción de declinar su postulación si Alperovich no es su contrincante lo hace perder la chance histórica de derrotar al alperovichismo, pero lo coloca ante el riesgo temible de perder con un "peso pluma" del alperovichismo. Por eso mastica el plan B: bajarse del caballo si su tocayo lo hace y dejar que las primarias acomoden los tantos de su partido y de sus aliados.
Ahora, ambos José esperan que en la antesala de las primarias del 11 de agosto, el 1 de ese mes, un sorbo de té de ruda sea el antídoto contra la yeta política que los tiene a maltraer, que unifica sus destinos, que los descoloca, desacomoda y obliga a agudizar la especulación. El que pierda en las cábalas, se quedará sin nada en el año de la "niña bonita".
Los José Alperovich y Cano fueron receptores de primera línea de las desgracias políticas del año con terminación maldecida. El gobernador atravesó un verano duro, con malas comunicaciones con el Gobierno nacional y recibiendo golpes sociales, en las calles, de los descontentos con la política kirchnerista. Veía que las elecciones legislativas iban a ser una complicación y decidió tomar el toro por las astas: desparramó por los cuatro vientos el rumor de que él y Domingo Amaya iban a encabezar la lista de candidatos. Feliz, creyó que con esa jugada mataba varios pájaros de un tiro: agraciaba a la impredecible Cristina, disciplinaba a la tropa, arrasaba con la oposición y quedaba bien acomodado para empujar una reforma que le habilitará la reelección. Pero no fue así. Los mitos populares -como el de la yeta- cuentan que el José que también es Jorge debió virar de planes con mayor rapidez que la que gira un trompo para acomodarse en un escenario distinto al que había imaginado. Algunos dicen que se bajará de la candidatura testimonial ante los supuestos dichos presidenciales en contra de ese tipo de postulaciones. Otros, que en realidad los números de las encuestas no le auguraban un buen resultado en las urnas y que por ello agarró la supuesta frase cristinista de "no quiero testimoniales" para bajarse de la contienda electoral de octubre. Hasta afirman que estaba cantado -en los guarismos- que perdería en San Miguel de Tucumán ante una coalición opositora.
El José que también es Manuel comenzó el año feliz con su mediático cargo de titular del bloque radical en el Senado. Había acomodado con el diputado Luis Sacca ciertos asuntos políticos que garantizaban un lugar salible para el también diputado Juan Casañas y cierto ordenamiento intraUCR y extrapartidario con los aliados de la Mesa de Diálogo. La única incomodidad con la que caminaba Cano era la de la mochila de la interna que, aunque pesada, forma parte de su cotidianidad, cual estudiante primario camino a la escuela. Pero el José que no es senador (¿por ahora?) le trabó el paso. ¿Si Alperovich pelea ahora, que la economía está complicada, que la sociedad está alterada, por qué no medir fuerzas y "perder bien" de cara a 2015?, pensó el radical. Caviló la posibilidad y dijo que sí a lo que antes había dicho que no: "si el gobernador es candidato, yo lo enfrentaré". En el medio, con su salida al ruedo electoral se cargó de reproches, solicitudes, exigencias y chicanas de sus aliados y de sus contrincantes. Y dudó. Y sembró la duda. Cuando el gobernador hizo lo mismo respecto de su candidatura, Cano trastabilló. Como si se le hubiese venido encima el yugo de la yeta, el senador tambalea entre aquel no y este sí. La opción de declinar su postulación si Alperovich no es su contrincante lo hace perder la chance histórica de derrotar al alperovichismo, pero lo coloca ante el riesgo temible de perder con un "peso pluma" del alperovichismo. Por eso mastica el plan B: bajarse del caballo si su tocayo lo hace y dejar que las primarias acomoden los tantos de su partido y de sus aliados.
Ahora, ambos José esperan que en la antesala de las primarias del 11 de agosto, el 1 de ese mes, un sorbo de té de ruda sea el antídoto contra la yeta política que los tiene a maltraer, que unifica sus destinos, que los descoloca, desacomoda y obliga a agudizar la especulación. El que pierda en las cábalas, se quedará sin nada en el año de la "niña bonita".
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