Una rosa con espinas

Inglaterra liquidó en apenas 40 minutos a un equipo argentino desconocido, que nunca pudo reaccionar.

CON LA POTENCIA NO ALCANZÓ. El Tucumano Gabriel Azcárate intenta en vano frenar a un jugador de Inglaterra con la ayuda de un compañero. Los euorpeos fueron muy superiores al seleccionado argentino que hizo agua en todos lados.  CON LA POTENCIA NO ALCANZÓ. El Tucumano Gabriel Azcárate intenta en vano frenar a un jugador de Inglaterra con la ayuda de un compañero. Los euorpeos fueron muy superiores al seleccionado argentino que hizo agua en todos lados.
Perder contra Inglaterra entra en los planes de cualquiera, desde los titulares de Nueva Zelanda hasta los suplentes de Namibia. Pero perder como lo hicieron Los Pumas en Salta, seguro que no. Fue paliza desde el primer minuto y en todos los sentidos: técnico, psicológico y, sobre todo, físico. El 32 a 3 final simplemente agrandó un resultado ya era enorme al finalizar el catastrófico primer tiempo: 25-3.

Inglaterra dejó las formalidades para otro momento y de movida empujó a Los Pumas dentro de su campo. Fueron en esos minutos que Argentina tuvo algún chispazo de peligro vía contragolpe, pero ya desde entonces comenzó a mostrarse torpe con la pelota en las manos. Y su rival no perdonó las inconductas cometidas en pos de recuperarla: dos penales de Freddie Burns instauraron ya desde el minuto 11 una distancia que, nadie imaginaba, Los Pumas no podrían reducir.

La efectividad del pateador inglés fue el negativo fotográfico de la de Martín Bustos Moyano: el cordobés falló tres penales demasiado factibles para un jugador que supo pelearle la tabla de artilleros del Top 14 francés a Jonny Wilkinson. Si el fullback no estaba en las preferencia de Phelan, ahora menos.

Pero hay otras razones por las que el primer tiempo merece el olvido más inmediato. Argentina perdió infinidad de lines, por fallas de comunicación y de puntería en el caso de Martín García Veiga. Como si regalar la pelota no fuera suficiente, Los Pumas se mostraron demasiado gentiles al momento de defender. Tacklearon poco y mal. Los ingleses se escurrieron como viento entre las camisetas argentinas, y en apenas media hora apoyaron tres tries que le bajaron la cortina a la esperanza nacional.

Inglaterra jugó como el equipo de experimentados que no era (la mitad de los titulares tenía cuatro partidos o menos en su haber), respetando el abc del rugby moderno: haciendo circular la ovalada y evitando el contacto innecesario. Por eso, cuando vio que el trabajo estaba prácticamente hecho, bajó de quinta a tercera y dejó transcurrir los últimos 40 minutos, aprovechando que los cambios argentinos no cambiaron mucho el paisaje. Queda una semana para la revancha, en Vélez. Parece poco tiempo para todo lo que se debe corregir.

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