Por Jorge Figueroa
10 Junio 2013
¿Cuál es el límite de la injerencia del Estado o de sus funcionarios en una obra de arte?
Mientras que en los discursos oficiales se elogia a la libertad en la creación artística, en los hechos, se la vulnera. Y pareciera ser una política de Estado del kirchnerismo. A la Presidenta no le bastó cambiarle el nombre (de "Rapsodia inconclusa" pasó a denominarse "Eva- Argentina: una metáfora contemporánea"), sino que modificó a la propia obra de Nicola Costantino en la Bienal de Venecia. Y no se trató de una intervención artística, sino de una directamente política, de propaganda oficial, en la que La Cámpora se ubica en la línea sucesoria de Eva Perón.
Desde esta columna ("La bajada de línea", http://var1.lagaceta.com.ar/nota/536119/ocio-espectaculos/bajada-linea.html), se vino advirtiendo de qué modo el Gobierno instruye a directores y artistas para la realización de las obras. En esa oportunidad, el Ente Cultural le había indicado a Oli Alonso que para inaugurar la temporada del Teatro Estable, "la obra debía contener a casi todos los actores del Elenco, debía ser un texto de autor y raigambre nacional y debía ser una comedia".
Pero lo que sucedió en Venecia no sólo profundiza este proceso, sino que lo agrava, porque, por un lado, ataca la libertad artística; pero por el otro, una vez instalada la obra, acciona sobre ella, agregándole otra.
Se puede simpatizar o no con la propuesta de Costantino; hablar de sus virtudes o carencias artísticas; de su mayor o menor compromiso social o político; de la puesta en escena en sí misma; todo puede discutirse en el arte, pero lo que no se puede (o no se podría, mejor dicho), es intervenirla, alterarla, afectarla.
Se podrá decir que "no se la tocó" materialmente; y es cierto, pero una posición de este tipo olvida que cualquier propuesta artística funciona en un contexto, y que si se modifica éste, se altera aquella, en un acto en el que no es desacertado utilizar la palabra censura. Porque se sabe que la censura no es únicamente la prohibición directa de un texto, una representación o una obra.
"Por un lado, puede parecer legítimo que un Estado, que dirige la cultura y el arte, tenga su propia política de exposición. En otras palabras, decidir qué se quiere mostrar y qué representar en un momento dado y de qué manera. Pero por el otro, ¿no afectan estas directivas la libertad en la creación artística que todos dicen defender?", se lee en "Bajada de línea".
Lo ocurrido con la obra de Costantino en Venecia crea otro peligroso precedente en el terreno de la libertad artística.
Mientras que en los discursos oficiales se elogia a la libertad en la creación artística, en los hechos, se la vulnera. Y pareciera ser una política de Estado del kirchnerismo. A la Presidenta no le bastó cambiarle el nombre (de "Rapsodia inconclusa" pasó a denominarse "Eva- Argentina: una metáfora contemporánea"), sino que modificó a la propia obra de Nicola Costantino en la Bienal de Venecia. Y no se trató de una intervención artística, sino de una directamente política, de propaganda oficial, en la que La Cámpora se ubica en la línea sucesoria de Eva Perón.
Desde esta columna ("La bajada de línea", http://var1.lagaceta.com.ar/nota/536119/ocio-espectaculos/bajada-linea.html), se vino advirtiendo de qué modo el Gobierno instruye a directores y artistas para la realización de las obras. En esa oportunidad, el Ente Cultural le había indicado a Oli Alonso que para inaugurar la temporada del Teatro Estable, "la obra debía contener a casi todos los actores del Elenco, debía ser un texto de autor y raigambre nacional y debía ser una comedia".
Pero lo que sucedió en Venecia no sólo profundiza este proceso, sino que lo agrava, porque, por un lado, ataca la libertad artística; pero por el otro, una vez instalada la obra, acciona sobre ella, agregándole otra.
Se puede simpatizar o no con la propuesta de Costantino; hablar de sus virtudes o carencias artísticas; de su mayor o menor compromiso social o político; de la puesta en escena en sí misma; todo puede discutirse en el arte, pero lo que no se puede (o no se podría, mejor dicho), es intervenirla, alterarla, afectarla.
Se podrá decir que "no se la tocó" materialmente; y es cierto, pero una posición de este tipo olvida que cualquier propuesta artística funciona en un contexto, y que si se modifica éste, se altera aquella, en un acto en el que no es desacertado utilizar la palabra censura. Porque se sabe que la censura no es únicamente la prohibición directa de un texto, una representación o una obra.
"Por un lado, puede parecer legítimo que un Estado, que dirige la cultura y el arte, tenga su propia política de exposición. En otras palabras, decidir qué se quiere mostrar y qué representar en un momento dado y de qué manera. Pero por el otro, ¿no afectan estas directivas la libertad en la creación artística que todos dicen defender?", se lee en "Bajada de línea".
Lo ocurrido con la obra de Costantino en Venecia crea otro peligroso precedente en el terreno de la libertad artística.
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