10 Junio 2013
PURA FELICIDAD. "No puedo comparar los títulos anteriores con éste, cada momento es diferente", aseguró Nadal.
PARÍS.- Rafael Nadal dejó una huella de profundidad inédita en la historia del tenis al batir a su compatriota David Ferrer por 6-3, 6-2 y 6-3 para conquistar por octava vez Roland Garros y confirmarse como el mejor jugador del momento. Nadie, nunca, desde que el tenis es tenis se había llevado ocho veces el trofeo de campeón en un torneo de Grand Slam. Nadal lo hizo a los 27 años, y todo indica que, si ningún problema físico vuelve a interponerse en su camino, su cuenta de títulos en el Abierto de Francia no se detendrá en el octavo.
"Es una de mis victorias más especiales", dijo Nadal, que sumó su séptimo título en nueve torneos desde que regresara al tenis tras siete meses de ausencia por una doble lesión de rodilla. "Sólo puedo decirle gracias a la vida por darme esta oportunidad", agregó. El español, que no volverá a jugar hasta Wimbledon, negó que pueda ser "aburrido" conseguir año tras año el mismo título. "El sueño se hace realidad, pero no se hace rutina", expresó.
Un saque abierto a la derecha de Ferrer y un golpe invertido, a contrapié, le dio a Nadal el triunfo que no imaginaba posible en aquellos siete meses fuera del tenis, días en los que, más de una vez, pensó que ya no volvería a ser el que fue. Celebró de espaldas sobre la arcilla anaranjada de París, con los ojos cerrados y tapándose el rostro con las manos. (DPA)
"Es una de mis victorias más especiales", dijo Nadal, que sumó su séptimo título en nueve torneos desde que regresara al tenis tras siete meses de ausencia por una doble lesión de rodilla. "Sólo puedo decirle gracias a la vida por darme esta oportunidad", agregó. El español, que no volverá a jugar hasta Wimbledon, negó que pueda ser "aburrido" conseguir año tras año el mismo título. "El sueño se hace realidad, pero no se hace rutina", expresó.
Un saque abierto a la derecha de Ferrer y un golpe invertido, a contrapié, le dio a Nadal el triunfo que no imaginaba posible en aquellos siete meses fuera del tenis, días en los que, más de una vez, pensó que ya no volvería a ser el que fue. Celebró de espaldas sobre la arcilla anaranjada de París, con los ojos cerrados y tapándose el rostro con las manos. (DPA)
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