El radicalismo confirmó que tiene una particular virtud: ser capaz de extender sus miserias a todo aquel que lo rodee. Porque, de otra manera, no se explica cómo pasó en menos de dos semanas de prometer un susto al alperovichismo a convertirse en un asustadito más.

Hasta aquí, nada hace presagiar que el Acuerdo Cívico y Social, que nació deshilachado, vaya a surcirse prolijamente antes de las Primarias de agosto. El histeriqueo que enloqueció en las últimas semanas a José Cano seguirá al menos hasta el 22, cuando deban presentarse las listas de candidatos para las PASO. Hoy, el senador nacional está muchísimo más cerca de no ser postulante que de serlo. Así se lo habría hecho saber ayer, por teléfono, a algunos de los referentes nacionales del radicalismo. Cano se presenta golpeado, aturdido después de una negociación infructuosa. Pese a que a gritos le encomendaron la misión de reunir a toda la oposición para frenar al alperovichismo, el presidente de la UCR local debió chocar una y otra vez contra la beligerancia del binnerismo para aceptar una convivencia con el macrismo. Negativa, cuanto menos, difícil de justificar. Porque bajo el ala del ex gobernador socialista santafesino hay ex funcionarios alperovichistas que compartieron espacio con el bussismo.

Arrinconado y encorsetado por sus aliados, Cano en la tarde del martes debió aceptar la advertencia de los popes nacionales de la UCR de que, siendo presidente del bloque de senadores radicales, no podía presentarse como el único que en su distrito rompería la alianza entre la UCR y el Frente Amplio Progresista para priorizar sus vínculos locales con el PRO.

Si sólo el armado de la coalición electoral dejó a los principales referentes con un tubo de oxígeno en la mano, qué se puede esperar de los días en que vaya a discutirse el armado de la lista. Porque, aunque Cano haya dicho que sería candidato y los binneristas no pongan en duda su liderazgo, lo concreto es que al radical lo rodea una marca personal más áspera que las que Lionel Messi acostumbra a gambetear. La diferencia, claro, es que no tienen la misma cintura. Por ejemplo, la cláusula en contra de las postulaciones testimoniales. O los brotes independentistas de un puñado de dirigentes del propio radicalismo obcecados en competir a como dé lugar en las internas, aún siendo Cano quien encabece la lista de los aliados.

Enfrente, el alperovichismo respira aliviado ante la autoflagelación opositora y hasta se da el gusto de tirar listas que entusiasman a algunos y generan cólicos en otros. Juan Manzur, por caso, ve en su eventual postulación a diputado una posibilidad concreta de posicionarse para 2015, en caso de que no haya reforma constitucional. Por eso apenas le susurraron que figura en los planes de Alperovich organizó reuniones con algunos dirigentes oficialistas para pedirles su acompañamiento. El vicegobernador en licencia aún mantiene estrechos vínculos en la Legislatura y parece estar dispuesto a utilizarlos. El miedo que corre por los pasillos de la Casa de Gobierno es que los opositores, si así lo deciden, pueden pasarse la campaña entera escarbando en los bienes que posee uno de los ministros más ricos del gabinete nacional. Y quizá, como sólo tendrán 30 días para hacer proselitismo antes de las PASO, se queden cortos.

El Acuerdo Cívico y Social, frente a la posibilidad histórica de convertirse en un cuco para el alperovichismo, ahora corre el riesgo de protagonizar una versión tucumana de la película infantil Monster Inc. Porque sus actores dan la sensación de representar un monstruo grande y peludo, pero que al final termina siendo inofensivo y hasta tierno. Y así, difícilmente asusten a alguien.

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