Black Sabbath: Bienvenidos al infierno

Black Sabbath: Bienvenidos al infierno
Los mayas se equivocaron. Pero solamente en el año. El apocalipsis no llegó en 2012, pero 2013 se vistió de negro y los vientos están arrasando. En 1978 ellos gritaron Never Say Die! y hoy, con "13", se preguntan God id dead? Black Sabbath está de vuelta.

Si Edgar Allan Poe hubiera querido ponerle música a sus cuentos, habría elegido el novísimo trabajo de los "muchachos" británicos. Es que desde la estética, hasta los acordes, todo, pero todo rememora a "The Crow". Ozzy ha sufrido una mutación increíble. ES el cuervo. Y esto no va en detrimento suyo. Su voz (esa voz) está más densa que nunca. Y ni hablemos de su cerebro: él mismo reconoce que no se acuerda nada de la década del 90 ("tengo el cerebro licuado por la cocaína"). Pero nada de eso importa cuando los acordes de "End of the beginning" nos hacen darnos cuenta de que estamos en presencia de un milagro. Pasaron 35 años desde la última vez que "El príncipe de la oscuridad" se vio las caras con Tomy Iommi y con Geezer Butler. Y el hechizo sigue intacto.

Los puristas (y todos lo somos cuando hablamos de clásicos), echarán de menos la ausencia de Bill Ward, que no arregló por problemas de salud y de cartel (para divos ya tenemos a Pink Floyd). Pero la elección del Rage Against de Machine Brad Wilk es superadora. La potencia de sus parches empuja como una locomotora a los tres conductores.

"13" es oscuro, sorprendente, extraño, melodioso, tétrico, convulsionante. Y gran parte de esto se debe a ese mago que se llama Rick Rubin, que aceptó ponerse al frente de uno de los más grandes desafíos de una carrera llena de éxitos.

Si todo tiempo pasado fue mejor, los 70 fueron la apoteosis del rock. Black Sabbath nos devuelve a esa época con un álbum que va camino a convertirse en un Disco Perfecto. Los padres del Heavy Metal (perdón Zeppelin) están de vuelta y para que el combo sea perfecto tocarán en unos meses en Argentina. Y ahora sí el fin del mundo puede ser bienvenido. Lo vamos a recibir con una sonrisa.

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