19 Junio 2013
FELIZ. Páez de la Torre visitó ayer LA GACETA para hablar de su gira. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO
"Tá churo viajar para allá", sonríe Martín Páez de la Torre y en el calificativo churo entran la poesía de París, las delicias arquitectónicas de Moscú, los paisajes sublimes de Praga y el calor inolvidable del público de Bruselas, entre otras emociones y puntos geográficos. El charanguista tucumano, que también es un experto de la guitarra y el ronroco, acaba de volver de una gira de tres semanas por Europa en la que peleó una batalla difícil, pero placentera: la de seducir a la audiencia, solo sobre el escenario, a partir de música instrumental compuesta por él mismo.
El avión despegó de Tucumán el 17 de mayo, pero en verdad el viaje de Paéz de la Torre y su charango había comenzado dos años antes, con la salida de su último disco, "Manos para la miel", que contó con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes. "Es un álbum que incluye solamente composiciones mías -en el anterior versionaba a otros autores, de distintos estilos- y que armé para mostrar allá. Presentar únicamente canciones propias es complicado, porque no se puede echar mano a nombres conocidos, aunque también hace que la experiencia sea doblemente satisfactoria", reflexiona.
La gira del charanguista -auspiciada por la Cancillería argentina- comenzó en Bruselas (Bélgica) e hizo escala en Bonn (Alemania), París (Francia) y Praga (República Checa), países por los que él ya había pasado, también con la excusa de la música. Sólo un punto no había sido explorado por Páez de la Torre, precisamente el que el cronograma dejó para el final: Moscú. "¡Los rusos son gente rarísima! Un público frío, duro, con aplausos respetuosos. Luego, a lo largo del concierto, se van ablandando y en eso no sólo tienen que ver las canciones, sino también la manera en que saludás, hablás y te comportás en el escenario".
¿Y de qué habla Paéz de la Torre al presentar sus canciones? Cuenta de dónde surgieron, qué historias o paisajes las inspiraron. "Hace poco me hicieron notar que muchas de mis composiciones nacen durante viajes. Y es verdad: en esas situaciones uno no tiene muchas cosas para pensar o de las que estar pendiente, está como afuera de su vida de siempre", razona. Y si bien viajar motiva e imanta sus manos con las cuerdas del charango o la guitarra, Páez de la Torre siempre está volviendo a Tucumán. "Aquí es donde quiero vivir", resume, con seguridad.
Los cuadros del pintor
El músico -que reparte sus días entre el trabajo en el Conservatorio Provincial de Música y en la Escuela de Arte Popular de Monteros- comenta que tanto el público europeo como el latinoamericano suelen llegar al concierto de un charanguista asociando ese instrumento con la música andina o folclórica. "Eso no es lo que yo hago -aclara-, pero tampoco sabría definir mi estilo. Es decir, seguramente mi música tiene elementos folclóricos, aunque también académicos y rockeros, porque eso es lo que escuchaba de adolescente. Igual no es lindo cuando un pintor explica sus cuadros", indica.
La capacidad del charango de emanar una música distinta de la que originalmente se espera de él cayó bien en el público de Europa. "Aunque esté mal, ellos hacen una vinculación negativa de este instrumento con los peruanos que lo tocan en las calles. De todos modos, muchos conciertos han salido churos y hubo incluso quienes se acercaron a mí después de ellos. Al ejecutar composiciones elaboradas, uno siente que ha cooperado para que se le tenga más respeto", relata. De todos modos, agrega, no todas las audiencias aprueban el uso no folclórico del charango. "Hay gente un poco fundamentalista -se ríe-. Me han llegado a decir que estaba quebrando el espíritu original del instrumento al sacarle otro tipo de música".
Más allá de las reacciones, Páez de la Torre se manifiesta conforme de que esta gira , como ya había ocurrido con la anterior, en 2010, le sirvió para sentar las bases y establecer las conexiones para organizar próximos tours. "Hasta ahora siempre me ha sucedido que cada salto va potenciando el siguiente. Todo se va moviendo, afortunadamente, y eso que soy re-mil lento para esto. Cada gira produce nuevas cosas aunque nunca sé muy bien cómo es que eso ocurre...".
El avión despegó de Tucumán el 17 de mayo, pero en verdad el viaje de Paéz de la Torre y su charango había comenzado dos años antes, con la salida de su último disco, "Manos para la miel", que contó con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes. "Es un álbum que incluye solamente composiciones mías -en el anterior versionaba a otros autores, de distintos estilos- y que armé para mostrar allá. Presentar únicamente canciones propias es complicado, porque no se puede echar mano a nombres conocidos, aunque también hace que la experiencia sea doblemente satisfactoria", reflexiona.
La gira del charanguista -auspiciada por la Cancillería argentina- comenzó en Bruselas (Bélgica) e hizo escala en Bonn (Alemania), París (Francia) y Praga (República Checa), países por los que él ya había pasado, también con la excusa de la música. Sólo un punto no había sido explorado por Páez de la Torre, precisamente el que el cronograma dejó para el final: Moscú. "¡Los rusos son gente rarísima! Un público frío, duro, con aplausos respetuosos. Luego, a lo largo del concierto, se van ablandando y en eso no sólo tienen que ver las canciones, sino también la manera en que saludás, hablás y te comportás en el escenario".
¿Y de qué habla Paéz de la Torre al presentar sus canciones? Cuenta de dónde surgieron, qué historias o paisajes las inspiraron. "Hace poco me hicieron notar que muchas de mis composiciones nacen durante viajes. Y es verdad: en esas situaciones uno no tiene muchas cosas para pensar o de las que estar pendiente, está como afuera de su vida de siempre", razona. Y si bien viajar motiva e imanta sus manos con las cuerdas del charango o la guitarra, Páez de la Torre siempre está volviendo a Tucumán. "Aquí es donde quiero vivir", resume, con seguridad.
Los cuadros del pintor
El músico -que reparte sus días entre el trabajo en el Conservatorio Provincial de Música y en la Escuela de Arte Popular de Monteros- comenta que tanto el público europeo como el latinoamericano suelen llegar al concierto de un charanguista asociando ese instrumento con la música andina o folclórica. "Eso no es lo que yo hago -aclara-, pero tampoco sabría definir mi estilo. Es decir, seguramente mi música tiene elementos folclóricos, aunque también académicos y rockeros, porque eso es lo que escuchaba de adolescente. Igual no es lindo cuando un pintor explica sus cuadros", indica.
La capacidad del charango de emanar una música distinta de la que originalmente se espera de él cayó bien en el público de Europa. "Aunque esté mal, ellos hacen una vinculación negativa de este instrumento con los peruanos que lo tocan en las calles. De todos modos, muchos conciertos han salido churos y hubo incluso quienes se acercaron a mí después de ellos. Al ejecutar composiciones elaboradas, uno siente que ha cooperado para que se le tenga más respeto", relata. De todos modos, agrega, no todas las audiencias aprueban el uso no folclórico del charango. "Hay gente un poco fundamentalista -se ríe-. Me han llegado a decir que estaba quebrando el espíritu original del instrumento al sacarle otro tipo de música".
Más allá de las reacciones, Páez de la Torre se manifiesta conforme de que esta gira , como ya había ocurrido con la anterior, en 2010, le sirvió para sentar las bases y establecer las conexiones para organizar próximos tours. "Hasta ahora siempre me ha sucedido que cada salto va potenciando el siguiente. Todo se va moviendo, afortunadamente, y eso que soy re-mil lento para esto. Cada gira produce nuevas cosas aunque nunca sé muy bien cómo es que eso ocurre...".