Por Guillermo Monti
21 Junio 2013
Mesones y anaqueles de las librerías lucen rebosantes de obras de historia contemporánea. Contamos con la posibilidad de apreciar esas miradas sobre lo ocurrido en el país durante los últimos 50 años, proyectadas por historiadores, periodistas, sociólogos, filósofos o -simplemente- protagonistas de los hechos. La producción, inagotable, es acogida con entusiasmo por las editoriales. No ocurre lo mismo con Tucumán, con nuestro pasado. ¿Escasea el abordaje de esos episodios o no hay canales para que las investigaciones lleguen al público?
El jueves se cumplieron 40 años de la tragedia -también llamada masacre- de Ezeiza. La movilización de más de 10.000 tucumanos fue un fenómeno dentro del fenómeno. ¿Cuántas veces, antes y después del 20 de junio de 1973, se produjo semejante acto de fe popular? La documentación de aquella travesía es casi inexistente. No va más allá de los diarios de la época y de algunas referencias sueltas en la web.
"La memoria intenta preservar el pasado sólo para que le sea útil al presente y a los tiempos venideros -enseña el historiador francés Jacques Le Goff-. Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento". Esa necesidad de conocer lo que pasó para comprender nuestra cotidianeidad y para evitar los tropiezos con las piedras de siempre necesita vías de difusión.
En noviembre de 1970 la provincia vivió las convulsionadas jornadas del Tucumanazo. La UNT, a través del Instituto de Investigaciones Históricas "Ramón Leoni Pinto", dio a luz este año la segunda edición de un trabajo de Silvia Nassif sobre el tema. Otro libro sobre aquella etapa es el clásico de Emilio Crenzel, que data de 1991 y pertenece a la colección del Centro Editor de América Latina. Rubén Kotler es uno de los académicos que más estudió aquel período, y a sus publicaciones le sumó un valioso documental, realizado junto al director Diego Heluani. Blogs y páginas web añaden relatos y artículos sobre el Tucumanazo, que es en verdad el conjunto de movilizaciones iniciadas tras la clausura de los ingenios en los 60 y multiplicadas hasta 1972, cuando el cierre del comedor universitario derivó en el Quintazo.
Esta pequeña enumeración es a título de ejemplo y no pretende compendiar todas las investigaciones que llegaron a manos del público. Sí vale subrayar que es necesaria una producción más intensa, abordada desde distintas ópticas. Por ejemplo, la de la prensa. Así como Goethe sostenía que los pecados escriben la historia y el bien es silencioso, llama la atención que los pecados del Tucumán contemporáneo casi no estén consignados en forma de libro.
Cuando LA GACETA contactó a quienes viajaron a Ezeiza hace 40 años para recibir a Juan Domingo Perón se notó el entusiasmo y la determinación con que los protagonistas se dispusieron a narrar sus vivencias. Pensamientos y acciones de derecha, de centro y de izquierda. Esa materia prima, riquísima, está a disposición de los investigadores.
"Comienzan nuevos tiempos de cambio en instituciones creadas por el ser humano -opina Osvaldo Bayer-. En esta nueva acción hay mucho de racionalismo, sin duda, y el aprender de experiencias. Ojalá que triunfe lo racional en base al aprendizaje histórico del ser humano, que sepa corregir y aprender de una historia plena de guerras, de egoísmos y de violencias".
Fueron tan tumultuosos, interesantes y dramáticos, los 60 y los 70 en Tucumán, y tienen tanto que enseñar, que la sociedad merece un torrente de investigaciones e interpretaciones sobre esos años. Es el momento histórico ideal para sumergirse en ese universo apasionante.
El jueves se cumplieron 40 años de la tragedia -también llamada masacre- de Ezeiza. La movilización de más de 10.000 tucumanos fue un fenómeno dentro del fenómeno. ¿Cuántas veces, antes y después del 20 de junio de 1973, se produjo semejante acto de fe popular? La documentación de aquella travesía es casi inexistente. No va más allá de los diarios de la época y de algunas referencias sueltas en la web.
"La memoria intenta preservar el pasado sólo para que le sea útil al presente y a los tiempos venideros -enseña el historiador francés Jacques Le Goff-. Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento". Esa necesidad de conocer lo que pasó para comprender nuestra cotidianeidad y para evitar los tropiezos con las piedras de siempre necesita vías de difusión.
En noviembre de 1970 la provincia vivió las convulsionadas jornadas del Tucumanazo. La UNT, a través del Instituto de Investigaciones Históricas "Ramón Leoni Pinto", dio a luz este año la segunda edición de un trabajo de Silvia Nassif sobre el tema. Otro libro sobre aquella etapa es el clásico de Emilio Crenzel, que data de 1991 y pertenece a la colección del Centro Editor de América Latina. Rubén Kotler es uno de los académicos que más estudió aquel período, y a sus publicaciones le sumó un valioso documental, realizado junto al director Diego Heluani. Blogs y páginas web añaden relatos y artículos sobre el Tucumanazo, que es en verdad el conjunto de movilizaciones iniciadas tras la clausura de los ingenios en los 60 y multiplicadas hasta 1972, cuando el cierre del comedor universitario derivó en el Quintazo.
Esta pequeña enumeración es a título de ejemplo y no pretende compendiar todas las investigaciones que llegaron a manos del público. Sí vale subrayar que es necesaria una producción más intensa, abordada desde distintas ópticas. Por ejemplo, la de la prensa. Así como Goethe sostenía que los pecados escriben la historia y el bien es silencioso, llama la atención que los pecados del Tucumán contemporáneo casi no estén consignados en forma de libro.
Cuando LA GACETA contactó a quienes viajaron a Ezeiza hace 40 años para recibir a Juan Domingo Perón se notó el entusiasmo y la determinación con que los protagonistas se dispusieron a narrar sus vivencias. Pensamientos y acciones de derecha, de centro y de izquierda. Esa materia prima, riquísima, está a disposición de los investigadores.
"Comienzan nuevos tiempos de cambio en instituciones creadas por el ser humano -opina Osvaldo Bayer-. En esta nueva acción hay mucho de racionalismo, sin duda, y el aprender de experiencias. Ojalá que triunfe lo racional en base al aprendizaje histórico del ser humano, que sepa corregir y aprender de una historia plena de guerras, de egoísmos y de violencias".
Fueron tan tumultuosos, interesantes y dramáticos, los 60 y los 70 en Tucumán, y tienen tanto que enseñar, que la sociedad merece un torrente de investigaciones e interpretaciones sobre esos años. Es el momento histórico ideal para sumergirse en ese universo apasionante.