22 Junio 2013
BELLEZA AL ATARDECER. Los tucumanos recorrieron el río Negro disfrutando jornadas inolvidables.
El Amazonas es el río más grande del mundo. Es la última reserva natural que existe en el planeta. Pero también es el sueño de cualquier deportista que busca combinar la pesca variada con el turismo en un paraíso natural.
Alfredo Molina y Ricardo Véliz fueron los afortunados que hicieron este viaje y disfrutaron de unos experiencia inolvidable. Salieron de Buenos Aires a San Pablo, Brasil. De allí se tomaron otro avión que los depositó en Manaos, ciudad de unos 1,8 millones de habitantes que está muy cerca de la confluencia de los ríos Amazonas y Negro. Continuaron el viaje en lancha de dos horas hacia un pequeño pueblo de pescadores llamado Novo Linda.
"Contratamos un barco donde pasamos 10 días en el río Negro. Es una nave precaria, pero cuenta con lo básico. Cocina, baño y grupo electrógeno propio. La cubierta sirve de comedor y de dormitorio, ya que se duerme en hamacas paraguayas. La tripulación está compuesta por el capitán, un cocinero y los guías de pesca", explica entusiasmado Véliz.
A pesar de los que muchos puedan creer, el viaje nunca deja de perder su encante. De noche se navega y, de día, se pesca o se hacen diferentes actividades en medio de la selva. "Al amanecer siempre anclábamos en algún lugar para visitar alguna tribu de aborígenes o nos subíamos a las chalanas que son pequeñas lanchas propulsadas con motores para pescar", agregaron los excursionistas.
Las jornadas arriba del barco son extenuantes. La actividad comienza a las 5.30. De allí, los ocupantes deciden si irán a pescar o conocer algún lugar de la selva. A las 12 todos regresan para almorzar y descansar un par de horas. Vuelven alrededor de las 16, cuando el sol comienza a despedirse. "Generalmente comíamos pescados y frutos del lugar. Por la noche, pescábamos desde el techo del barco", agregan los tucumanos que estiman el costo de esta excursión en alrededor de $ 15.000.
Molina y Véliz se internaron en el corazón del Amazonas para intentar capturar el mundialmente conocido tucurane. "Su astucia, su valentía y su agresividad, sin contar su exquisito sabor, lo transforman en el pez más buscado. Los intentos siempre lo hicimos en brazos o en lagunas. En este último caso se ingresaba remando, ya que el motor se apaga para no hacer ruido", explican los aventureros.
Pero además de esa especie, los tucumanos disfrutaron pescando pirañas negras, bagres de todo tipo, salmones de río dulce, anguilas eléctrica, tambaquí, pirarucu y pirarara, entre otras muchas más. Utilizaron señuelos artificiales pequeños y de variado color, cañas Barkley, reel Penn cargado con multifilamento 0,40, ya que son peces muy agresivos con mucha fuerza
Véliz sostiene que no hay diferencias de pescar en el Amazonas con lugares como el Paraná, pero hay otros puntos para tener en cuenta. "Los paisajes son extraordinarios y salvajes, no peligrosos. No hay que internarse en la jungla y hay que ir con gente seria, que sepa de navegación. Visitamos varios pueblos en el recorrido. Allí compramos frutas y verduras. Vimos una flora increíble y ni hablar de la fauna. Lo más maravilloso son los delfines rosas, que tienen ese color por su alimentación", explica.
Los aventureros también explicaron que debieron cumplir con algunos requisitos sanitarios. "Hay que vacunarse contra la fiebre amarilla porque en el aeropuerto te piden certificados. No hay bichos y mosquitos como uno se imagina. No usamos repelente, porque el tanino que despiden los árboles cumplen con esa función", destacaron.
Véliz aseguró que es imposible realizar esta excursión sin un guía de pesca. "Y no lo digo porque te llevará a buenos lugares, sino por el conocimiento que tiene del río y así se evitan riesgos. También es impresionante como cuidan todo. Lo que se capturaba se devolvía. Y es lógico que así sea porque se asegurando su futuro", concluye.
"Contratamos un barco donde pasamos 10 días en el río Negro. Es una nave precaria, pero cuenta con lo básico. Cocina, baño y grupo electrógeno propio. La cubierta sirve de comedor y de dormitorio, ya que se duerme en hamacas paraguayas. La tripulación está compuesta por el capitán, un cocinero y los guías de pesca", explica entusiasmado Véliz.
A pesar de los que muchos puedan creer, el viaje nunca deja de perder su encante. De noche se navega y, de día, se pesca o se hacen diferentes actividades en medio de la selva. "Al amanecer siempre anclábamos en algún lugar para visitar alguna tribu de aborígenes o nos subíamos a las chalanas que son pequeñas lanchas propulsadas con motores para pescar", agregaron los excursionistas.
Las jornadas arriba del barco son extenuantes. La actividad comienza a las 5.30. De allí, los ocupantes deciden si irán a pescar o conocer algún lugar de la selva. A las 12 todos regresan para almorzar y descansar un par de horas. Vuelven alrededor de las 16, cuando el sol comienza a despedirse. "Generalmente comíamos pescados y frutos del lugar. Por la noche, pescábamos desde el techo del barco", agregan los tucumanos que estiman el costo de esta excursión en alrededor de $ 15.000.
Molina y Véliz se internaron en el corazón del Amazonas para intentar capturar el mundialmente conocido tucurane. "Su astucia, su valentía y su agresividad, sin contar su exquisito sabor, lo transforman en el pez más buscado. Los intentos siempre lo hicimos en brazos o en lagunas. En este último caso se ingresaba remando, ya que el motor se apaga para no hacer ruido", explican los aventureros.
Pero además de esa especie, los tucumanos disfrutaron pescando pirañas negras, bagres de todo tipo, salmones de río dulce, anguilas eléctrica, tambaquí, pirarucu y pirarara, entre otras muchas más. Utilizaron señuelos artificiales pequeños y de variado color, cañas Barkley, reel Penn cargado con multifilamento 0,40, ya que son peces muy agresivos con mucha fuerza
Véliz sostiene que no hay diferencias de pescar en el Amazonas con lugares como el Paraná, pero hay otros puntos para tener en cuenta. "Los paisajes son extraordinarios y salvajes, no peligrosos. No hay que internarse en la jungla y hay que ir con gente seria, que sepa de navegación. Visitamos varios pueblos en el recorrido. Allí compramos frutas y verduras. Vimos una flora increíble y ni hablar de la fauna. Lo más maravilloso son los delfines rosas, que tienen ese color por su alimentación", explica.
Los aventureros también explicaron que debieron cumplir con algunos requisitos sanitarios. "Hay que vacunarse contra la fiebre amarilla porque en el aeropuerto te piden certificados. No hay bichos y mosquitos como uno se imagina. No usamos repelente, porque el tanino que despiden los árboles cumplen con esa función", destacaron.
Véliz aseguró que es imposible realizar esta excursión sin un guía de pesca. "Y no lo digo porque te llevará a buenos lugares, sino por el conocimiento que tiene del río y así se evitan riesgos. También es impresionante como cuidan todo. Lo que se capturaba se devolvía. Y es lógico que así sea porque se asegurando su futuro", concluye.