En los ranchos de Simoca hay tradiciones suficientes como para empacharse

Tiras de asado, canastas con empanadas, ristras de chorizo, bateas con tamales y ollas de locro le darán sabor a la jornada. Y los conjuntos folclóricos le pondrán el ritmo. A todo eso hay que sumarle el sinfín de objetos que se podrán comprar. Mañana, la feria será la mejor expresión de la cultura popular tucumana.

CAE LA TARDE. Después de almorzar y de recorrer la feria, los visitantes meriendan con tortillas calentitas mientras miran el espectáculo folclórico. CAE LA TARDE. Después de almorzar y de recorrer la feria, los visitantes meriendan con tortillas calentitas mientras miran el espectáculo folclórico.
19 Julio 2013

Simoca es tierra de tradición y folclore. Atraídos más por los platos de la cocina criolla y el folclore que por el intercambio comercial, cada sábado de julio concurren miles de visitantes a la pintoresca feria. El sábado pasado más de 43.000 almas se iban renovando en el predio ferial, según estimaciones del secretario de Turismo Juan "Golo" Saifán, que espera para mañana una jornada similar. 

Tiras de asado vacuno y de cerdo, ristras de chorizos, canastas con jugosas empanadas, bateas con tamales y ollas de locro cociéndose a borbotones se disputan el cetro del encuentro. Nadie puede resistirse. Más temprano que tarde, todo el mundo cae rendido ante la variedad de oferta para el paladar. Y a la espera de alguna mesa desocupada, los comensales se apiñan bajo los ranchos, mientras se les hace agua la boca. ¡Imposible resistirse!

Las papilas gustativas comienzan a funcionar a mil cuando uno aspira el humo que emana de los puestos de la feria desplazando una exquisita y singular mezcla de olores y sabores... Más aún cuando algún parroquiano de la zona -a modo de bienvenida- se inclina y dice ¡salud! con un vaso de vino tinto. Tal fue el caso de Emilio Soraire, que vestía bombacha gaucha, camisa a cuadros, pañuelo al cuello y alpargatas. Mientras

comía un humeante locro con picante saludaba amablemente a todos los que pasaban. A su lado, el feriante José Andrés Figueroa(h) se presentaba como "el rey del chacinado" porque en la feria acumula 40 años de trayectoria. "Soy un monterizo con captura recomendada...", expresó con picardía y luego lanzó su promoción: el kilo de chorizo criollo y de parrillero $40, el tamal de cerdo $ 7 cada uno y las chuletas $ 35. "Si quiere rejuvenecer consuma chacinados Figueroa...", insistió. A las 13.45 el predio ferial era un enjambre humano. La mañana que había comenzado con una densa niebla le dio paso a un sol radiante y pleno. El gentío recorría a paso de hormiga los puestos de ventas de la ancestral feria que la modernidad transformó en un mercado variopinto. Sombreros se mezclaban con llamadores de ángeles; el pan casero y los rosques con los masajeadores y relojes; los quesos artesanales de cabra y de vaca con tisanas y linternas. Vendían de todo: artículos electrónicos, barriletes, camperas, medias, artesanías de diversos materiales, pomadas para callos y males reumáticos, dulces artesanales, destornilladores. Lo que se busque.

La joven Yésica Sosa sigue las huellas de su bisabuelo, don René Antoni. "A comienzos del siglo pasado llegó de Italia, se casó con una lugareña y venían a vender pan, rosquetes y atados de caña en esta feria y cuando paraba el tren. Mi mamá, Rosario Antoni, sigue la tradición..." contó.

En los ranchos de comida el trajín era imparable. Después de almorzar los comensales enfilan para el festival de canto y danza folclórica. A orillas del escenario "Virgilio Carmona" improvisados bailarines levantan polvareda al ritmo de zambas y chacareras. El matrimonio suizo de Cédric y GabrielaGuettinger con sus hijos Markus y Philippe (el único que habla español) aplaudieron frenéticamente al grupo de adultos de la academia Yanasu, que dirigen Omar Jiménez y Claudia Santillán, y hasta se animaron a chasquear los dedos y a revolear pañuelos. "Nos gusta mucho esta gente, sus bailes y sus comidas", dijo Philippe, que vivió en casa de María Elena y Ángel Villarreal durante un intercambio cultural.

SERVICIOS
Dónde queda y cómo llegar

Si estás en San Miguel de Tucumán, viajá 50 km hacia el sur por la ruta provincial 157 para llegar directamente a Simoca. También podés ir por la autopista hasta Famaillá. Antes de llegar a esta ciudad, tomá el desvío a la derecha que conduce a Monteros. Luego de andar unos 15 km, otro cartel te indica el camino que te lleva a Simoca.

Dos líneas de ómnibus
Si querés trasladarte en ómnibus, en la Terminal de Ómnibus de la capital podés tomar El Simoqueño o la empresa Tradio, que circulan con una frecuencia de 20 minutos.

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LO BUENO

Seguridad 
Dentro de la feria, en las calles adyacentes y en los sitios para estacionar hay vigilancia policial permanente. Agentes de seguridad municipal colaboran con la tarea. 

Orden vehicular 
La caravana de automóviles y ómnibus que a media mañana comienza a llegar a la ciudad es guiada por agentes de tránsito municipales. De esta manera se ordena el descenso de viajeros y el ingreso a la feria.

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LO MALO

Animales sueltos
¡Tené cuidado! y manejá con precaución si tomás la ruta provincial 157 para ir a Simoca. Los animales sueltos constituyen un grave peligro para los conductores.

Faltan baños
En el arco de entrada al predio hay baños instalados para damas y caballeros. También hay baños químicos detrás del escenario. Pero no dan abasto. La gente debe esperar en largas colas para usar los sanitarios.

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