Por Marcelo Batiz
04 Agosto 2013
BUENOS AIRES.- El lanzamiento del Cedin acaba de cumplir el primero de sus tres meses y ni el más pesimista de los opositores a la medida pudo haber anticipado un resultado tan pobre.
De la meta inicial de alcanzar un blanqueo de U$S 4.000 millones ya no habla nadie y aunque es sabido que el grueso de las operaciones suelen concentrarse en los últimos días, los resultados no pueden ser más desalentadores: en la tercera parte del plazo fijado no se llegó a concretar el 0,3% de lo esperado. Con esa performance, especular con una prórroga solo ayudaría a extender el papelón de los organizadores del blanqueo y la agonía del modelo, si se tiene en cuenta que lo ingresado por la operatoria del Cedin en un mes es la quinta parte de lo que pierde el Banco Central en reservas en un día...
Una agonía que se complementa con una inflación mensual que, bien medida, podría llegar en julio a su nivel más alto en 11 años, un déficit financiero que no se puede disimular ni con más de $ 30.000 millones de aportes del Banco Central, la Anses y el PAMI en el primer semestre y reservas que, a pesar del paréntesis del mes pasado, no hacen otra cosa que caer hace más de dos años.
Y si de agonías se trata, los paralelismos con los finales de 2001 sorprenderían a más de uno. Debe aclararse que no hay corralito de depósitos ni revuelta popular a la vista, pero son notables las coincidencias en los discursos de oficialistas y opositores, sea para aferrarse a los respectivos "modelos" o para proponer soluciones supuestamente "no traumáticas" para preparar el escenario de salida. Así es, la oposición también tiene su "relato". Muchos de los que en 2001 proponían abandonar la convertibilidad y lanzar en consecuencia una devaluación del peso son los que hoy se aferran con uñas y dientes a una política apreciación cambiaria que ya superó una década de duración.
Aunque la combinación de inflación y pequeñas correcciones diarias del tipo de cambio oficial trae a la memoria circunstancias aún más incómodas para el relato kirchnerista. ¿O acaso pueden encontrarse diferencias sustanciales con el "crawlig peg" o "tablita" de Martínez de Hoz? Como hace más de tres décadas, los operadores saben prácticamente de antemano que la cotización del dólar aumentará a razón de 2 a 3 centavos de peso por semana y que aun así la inflación real sigue ganando la carrera. Para el privilegiado que por su actividad pueda acceder al mercado formal (lo de "único y libre" ya se pasó de irónico), es el seguro de cambio perfecto.
Pero la habilidad de la dirigencia para acomodar sus discursos a la conveniencia del momento no tiene límites. Lo que antes era "reaccionario" ahora parece ser "nacional y popular", o viceversa. Cavallo jamás habría sospechado que 12 años después encontraría en Carlos Tomada a su más acérrimo defensor, al asegurar que la decisión de no devaluar (es decir, no devaluar a niveles superiores a los de la inflación) no era solamente una medida económica sino "una opción estratégica". El ministro fue más allá y, quizás ganado por la nostalgia de discursos cuidadosamente archivados por el oficialismo, aseguró que el tipo de cambio sigue siendo "competitivo".
Más allá de los adjetivos con los que se busque maquillar la realidad, difícilmente puedan concretarse defaults y devaluaciones sin consecuencias perniciosas. Economistas y políticos de la oposición hay de sobra, falta alguno se que anime a presentar la realidad tal cual es. Y en los oficialismos de turno, a la hora de ejecutar un plan económico, cabe el viejo axioma futbolero que indica que para saber entrar, hay que saber salir. A no ser que el propósito inconfesable es que sea otro el encargado de abrir la caja de Pandora.
De la meta inicial de alcanzar un blanqueo de U$S 4.000 millones ya no habla nadie y aunque es sabido que el grueso de las operaciones suelen concentrarse en los últimos días, los resultados no pueden ser más desalentadores: en la tercera parte del plazo fijado no se llegó a concretar el 0,3% de lo esperado. Con esa performance, especular con una prórroga solo ayudaría a extender el papelón de los organizadores del blanqueo y la agonía del modelo, si se tiene en cuenta que lo ingresado por la operatoria del Cedin en un mes es la quinta parte de lo que pierde el Banco Central en reservas en un día...
Una agonía que se complementa con una inflación mensual que, bien medida, podría llegar en julio a su nivel más alto en 11 años, un déficit financiero que no se puede disimular ni con más de $ 30.000 millones de aportes del Banco Central, la Anses y el PAMI en el primer semestre y reservas que, a pesar del paréntesis del mes pasado, no hacen otra cosa que caer hace más de dos años.
Y si de agonías se trata, los paralelismos con los finales de 2001 sorprenderían a más de uno. Debe aclararse que no hay corralito de depósitos ni revuelta popular a la vista, pero son notables las coincidencias en los discursos de oficialistas y opositores, sea para aferrarse a los respectivos "modelos" o para proponer soluciones supuestamente "no traumáticas" para preparar el escenario de salida. Así es, la oposición también tiene su "relato". Muchos de los que en 2001 proponían abandonar la convertibilidad y lanzar en consecuencia una devaluación del peso son los que hoy se aferran con uñas y dientes a una política apreciación cambiaria que ya superó una década de duración.
Aunque la combinación de inflación y pequeñas correcciones diarias del tipo de cambio oficial trae a la memoria circunstancias aún más incómodas para el relato kirchnerista. ¿O acaso pueden encontrarse diferencias sustanciales con el "crawlig peg" o "tablita" de Martínez de Hoz? Como hace más de tres décadas, los operadores saben prácticamente de antemano que la cotización del dólar aumentará a razón de 2 a 3 centavos de peso por semana y que aun así la inflación real sigue ganando la carrera. Para el privilegiado que por su actividad pueda acceder al mercado formal (lo de "único y libre" ya se pasó de irónico), es el seguro de cambio perfecto.
Pero la habilidad de la dirigencia para acomodar sus discursos a la conveniencia del momento no tiene límites. Lo que antes era "reaccionario" ahora parece ser "nacional y popular", o viceversa. Cavallo jamás habría sospechado que 12 años después encontraría en Carlos Tomada a su más acérrimo defensor, al asegurar que la decisión de no devaluar (es decir, no devaluar a niveles superiores a los de la inflación) no era solamente una medida económica sino "una opción estratégica". El ministro fue más allá y, quizás ganado por la nostalgia de discursos cuidadosamente archivados por el oficialismo, aseguró que el tipo de cambio sigue siendo "competitivo".
Más allá de los adjetivos con los que se busque maquillar la realidad, difícilmente puedan concretarse defaults y devaluaciones sin consecuencias perniciosas. Economistas y políticos de la oposición hay de sobra, falta alguno se que anime a presentar la realidad tal cual es. Y en los oficialismos de turno, a la hora de ejecutar un plan económico, cabe el viejo axioma futbolero que indica que para saber entrar, hay que saber salir. A no ser que el propósito inconfesable es que sea otro el encargado de abrir la caja de Pandora.